viernes, 11 de noviembre de 2011

Libertad de percepción


Miguel Ángel Gómez Polanco
Vía Crítica

El 17 de diciembre de 1986 marcó un antes y un después en la relación entre el periodismo y el tema del narcotráfico en Colombia. Ese día, Guillermo Cano Isaza, uno de los principales referentes de la prensa en aquel país, muere a manos de Pablo Escobar, líder del Cártel de Medellín.
Posterior al crimen, la prensa del país sudamericano jugó un papel determinante en la percepción que la ciudadanía tuvo sobre este y otros hechos, pues a través de un acuerdo ejercido por la totalidad de los medios de comunicación cafeteros, la información que se difundió en relación al periodista fue distribuida de manera estratégica, para abarcar cualquier hecho con el que se asociara y, con ello, formar una especie de frente informativo contra el narcotráfico.
Este hecho dio lugar a otros a los que muchos atribuyen parte importante en la caída del cártel más poderoso del mundo, a principios de los años 90, pues según especialistas, dotó al pueblo colombiano de mayor confianza en los medios y, por ende, se logró una comunión en aras de fortalecer la denuncia ciudadana.
Sin embargo, en México pareciera que sucedió todo lo contrario. El pasado 24 de marzo, más de 700 medios de comunicación impulsados por el duopolio televisivo dominante, firmaron un acuerdo que tenía como fin “limitar la cobertura sobre la violencia del narcotráfico”, así como “poner especial cuidado en el lenguaje utilizado por los traficantes en sus historias”.
Y aunque esto pudiera ser benéfico en cuanto a un propositivo manejo de la información ligada al narcotráfico en México, la realidad es que la corrupción noticiosa en nuestro país es algo cada vez más palpable, sobre todo en el aspecto de la autocensura obligada en la que se han tenido que ver involucrados varios medios, algo que este acuerdo, sin duda, promueve, pero de forma masiva.
¿Cuál es el resultado de esto? Que no sólo la libertad de expresión se vea coartada, sino que la percepción de la ciudadanía y su consecuente confianza en las instituciones y medios de comunicación, dependan de un sesgo absolutamente desfavorable.
Al final, hechos como los lamentables fallecimientos del secretario de gobernación, Juan Camilo Mouriño y su sucesor, José Francisco Blake Mora, podrían quedar sin explicaciones concretas, y menos, transparentes, no obstante que en ambos casos, por ejemplo, existan curiosas coincidencias previas a las tragedias, como la captura de Jesús Zambada Reyes, en el caso del primero, y la captura de Ovidio Limón Sánchez, uno de los principales operadores de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en el del tijuanense.

No hay comentarios: