domingo, 22 de enero de 2012

Silencio

Salvador Muñoz
Los Políticos



Tres días de reposo... eso me dijo el doctor. No hablar ni esforzarme en ello. ¿Qué fue? Ni idea. Pero arruinó mi fin de semana.
No pude ir a grabar el registro de Héctor y Pepe Yunes en sus aspiraciones al Senado ni asistí a la toma de protesta de Erick Lagos como dirigente del PRI.
En sí, permanecer en silencio tratando de comunicarme por medio de señales con mi esposa es a veces sumamente difícil aun cuando tengo un abecedario que alguna prima, en mi infancia, me enseñó.
No, no porque mi prima fuera sordomuda... tenía un lenguaje de señas para pasar y que le pasaran respuestas durante sus exámenes en sus años mozos de secundaria.
Pues ese lenguaje se lo intenté enseñar a mi mujer pero creo que a veces le choca estar adivinando mis señas.

II
Recuerdo el caso de un amigo sordomudo, que un día, caminando por la avenida Xalapeños Ilustres, me lo encontré, lo saludé, con señas intercambiamos preguntas y respuestas, y cuando me despedía, sacó un celular y me pidió mi número. Ya se lo di y tomé el suyo. Nos deseamos lo mejor y cuando me di la vuelta caí: ¿Para qué querría mi número de celular si era sordomudo?
Por supuesto, en ese momento no pensé en los mensajes por celular... y se me hizo en ese momento absurdo...
Bueno, no tanto... aún sigo esperando su mensaje.
III
Todo empezó el viernes.
Fui a desayunar con el amigo Vicente Luna. Mientras esperaba su arribo al restaurante, tomaba café y un pan con relleno de chocolate. Llegó y empezamos a platicar. Todo iba perfecto. Como siempre, nuestra charla era con el ánimo de componer el mundo. Ya casi teníamos resuelto el Universo cuando me pusieron una copa de yogurth con frutas. Un bocado, dos bocados y después, un intenso dolor en la garganta... sí, fue explosivo. No lo esperaba ni hubo nada que lo anunciara. Seguimos desayunando pero mi alimento se volvió tortura.
Terminamos y hablé a la mujer para decirle que algo me estaba pasando en la garganta. Mientras me dirigía a la oficina, ella buscaría a un otorrinolaringólogo que me atendiera.
Subí a la moto y la tortura se hizo más intensa. Sus ligeros movimientos trepidatorios al pasar por baches, calles onduladas o topes, se proyectaban en la garganta.
Llegué al trabajo, chequé lo que faltaba, ofrecí disculpas y me tuve que retirar. Ya el hablar, reír o cualquier cosa que saliera o entrara por mi garganta, era doloroso. Llegué a la casa, me instalé en la computadora y desde allí, todavía me di la oportunidad de dirigir el cierre del semanario ante los cambios que se dieron.
Y a esperar la cita con el doctor.
IV
Salí y decidí tomar un taxi y con esfuerzos, le di la dirección aproximada del consultorio. Creo que le hice la tarde al ruletero, porque habló hasta por los codos sin interrupción alguna ante mis continuos asentamientos de cabeza.
Al llegar al consultorio y tras murmurarle mi malestar, me preguntó si tenía contacto con químicos o si era alérgico a algo... pensé en mi alergia a la estupidez humana pero creo que no era a lo que se refería. Me revisó y me puso dos alternativas: Que me hicieran unos rayos X o una endoscopía en ese momento: Fue lo segundo ante la inmediatez y seguridad que daría su observación... bajo una advertencia: No habría anestesia para no alterar órgano si estaba dañada mi garganta.
Tras una expicación rápida y breve de la endoscopía (como si no lo supiera... Grrr) abrí la boca, sujeté mi lengua y la cámara inspeccionó mi tubo hasta el punto de la molestia...¡y nada!
Al menos quedó descartada una inflamación de epiglotis y a su vez influenza que según el galeno, habrían llevádome al hospital. Bacteria o virus. Medicamento e inyección. Y silencio. Mucho silencio.
V
Es cierto, el dolor ha disminuido. Como sin angustia pero no puedo hablar porque al hacerlo, me empieza a molestar. Así que recurro a las señales de un viejo lenguaje que alguna prima aprendió en la secundaria para que pasara o le pasaran las respuestas en los exámenes... aunque de poco me sirve, pues se despera un mucho... pero hemos de verle el lado bueno de las cosas: La mujer lleva dos días hablándome sin que la interrumpa para nada.
Veremos mañana si ya puedo cantar... al menos en la regadera.
¡Chin! Debí haber ido al registro de Héctor y Pepe así como a la toma de protesta de Erick... ¡quién no dice que tengo un virus y hubiera contagiado a muchos políticos que quisiera verlos callados, sin hablar, ni hacer ruido! Bueno, ¡Ya será para la otra!

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