domingo, 11 de marzo de 2012

De Panzazo


Brenda Caballero
Números Rojos

¡Ándale vamos! —rogaba al Señor hace una semana— vamos al cine —le decía insistentemente a mi marido: ¡quiero ver De Panzazo!
—¡Ay Brenda! Sinceramente, a mí, no me llama la atención, debe ser un documental totalmente contra Elba Esther Gordillo, pero si quieres ir… pues vamos.
No me dijo dos veces, corrí a meterme a ducharme, me bañé con agua fría (pues si esperaba a que se calentara, el baño, el baño... chance y se arrepentía de ir) y en un dos por tres, ya estaba lista.
Llegamos al cine. Como todo sabadito estaba hasta el full, y sucedió lo esperado: “creo que mejor vamos a comer, ¿no crees?” ¿A comer? Pero… ¿y la película?... “es que no se me antoja verla; quería ver Inframundo, pero ya la quitaron”.
—¿Infraqué?...
—“Inframundo 4, El despertar”, —me dijo.
—¿La de vampiros? Pregunté, a lo que respondió: Así es, pero ya no está.
Entonces un mar de pensamientos me inundó…¡o sea que no íbamos a ver De Panzazo! sino que me trajo a engaños… para ver otra cosa… mmm... era algo así como Tratante de Blancas ¿o de películas?
Vaya diferencia entre vampiros y alumnos, entre Loret de Mola y Selene (Kate Beckinsale), entre una película de terror y Elba Esther… bueno, allí no creo haya mucha diferencia... Y ese día fuimos a comer.
Volvió a pasar una semana para volver a insistir, “¡vamos a ver De Panzazo!, pero esta vez era diferente… mi hermana estaba de visita y nos invitaba.
Quiero aclarar que el Señor no se animó por ir de gorra, sino tenía un motivo más fuerte: El embarazo de mi hermana. Así podría decirle a cada rato que fue a ver su película “De Panzazo”.

Claro que no fue muy animado... más bien a empujones y regañadientes, aplicando muy bien la frase de Chicharito “¿Por qué no?”
Empezaba el documental, con una señora lavacoches y con su pequeño ayudándole; al que insistía que debía de estudiar para no terminar como ella, pues su chamba actual era el resultado de no haber estudiado: “¡Tienes que estudiar para ser alguien en la vida!”
Posteriormente, la cámara enfocaba a varios niños de diversas escuelas, expresando lo que querían ser cuando fueran grandes. Las estadísticas no podían faltar durante el documental: De 100 niños que inician la primaria, solo 46 terminan la secundaria; 8.6 años estudian los mexicanos, mientras 13.9 los noruegos; 562 horas de 900 son las que realmente estudian los niños en un ciclo escolar; así como que solo el 0.7 por ciento de los niños mexicanos en nivel avanzado alcanzan el de excelencia comparado con Hong Kong que muestra un 30.7 por ciento según la prueba PISA de matemáticas implementada en 2009.
En pocas palabras, el documental trata de lo que todo mundo sabemos ¡lo mal que está la educación en México!, aunque aquí aclara que los resultados son similares para la educación pública y privada.
Lo que sí llamó mi atención y resaltó mucho el documental, es que en México se desconoce el número de maestros que hay, para lo cual Loret de Mola necesitó de dos personajes: Alonso Lujambio, ex titular de la SEP, y Elba Esther Gordillo, líder vitalicia del SNTE.
Lo que yo me pregunto: ¿Cómo puede la SEP desconocer el número de maestros que hay en México, si les paga la nómina?
He de reconocer que Elba Esther es buena actriz, digna de un Oscar, pues contestó como toda villana las preguntas de Loret de Mola, con el sarcasmo y el poder que la caracteriza; incluso, omitió decir el presupuesto asignado al sindicato del SNTE por “estrategia política”. Hágame usted el favor, ¿no que la educación no se debe politizar?
Pero bueno, creo la culpa no es de Elba Esther, sino de nuestro Gobierno que le da la lana, pues la señora no va y se las quita, alguien se la da.
Cierto que el documental trata de ver a Elba Esther como la culpable de todos los males de la educación; incluso, “la Maestra”, en una entrevista concedida al periódico español “El País”, refiere que “Sí le dolió De Panzazo”, pero que ella sólo defiende las prestaciones y la profesionalización de los trabajadores de la educación.
Mi atención se interrumpió con algunas risas que no dejaban de sonar en la sala. El público contestó con un “ssssshhhhh!!!” Eran cuatro adolescentes, tres mujeres y un varón, que reían nerviosos y que decidieron abandonar la sala.
¿Por qué se ríen?, decía mi hermana. “A lo mejor porque se identifican con la situación de los chicos”, contesté. “Es ilógico que se rían del problema de la educación que vivimos. ¿No lo crees?”
El documental finalizaba, tratando de proponer soluciones al problema educativo: si eres alumno, padre de familia, maestro, autoridad escolar o miembro del sindicato, ya que según “De Panzazo”, todos tenemos que formar parte de la solución al problema educativo, y mientras más pronto empecemos mejor.
Antes de abandonar la sala, mi curiosidad me obligó a preguntar a algunas personas ¿Por qué había ido a ver la película? Una señora que iba con su hija, decía que le preocupaba la situación que rodeaba la educación de su vástaga; un joven decía que porque no tenía nada que hacer; mientras que una chica de secundaria comentaba que era la tercera vez que la veía: la primera vez por morbo, y las demás porque le había parecido muy interesante.
Pensé que si es un documental para solucionar un problema muy grave en nuestro país como es la educación ¿por qué no transmitirlo en cadena abierta? ¿Por qué pagar para ver algo que nos concierne a todos? ¿Sólo los que tienen para la entrada del cine tienen derecho a ver el documental? ¿A dónde van el dinero de la recaudación de las entradas?
Al principio, el documental decía que fue realizado con el estímulo fiscal del artículo 226 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta que entre otras cosas otorga el beneficio de disminuir el impuesto a pagar si aporta un proyecto de inversión en la producción cinematográfica nacional. Luego entonces ¿el verdadero fin de Televisa es pagar menos impuestos?
Creo que hubiera sido mejor ver a los vampiros de Inframundo chupando sangre que sentir como nos la chupa Televisa.

Email: caballero_brenda@hotmail.com

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