domingo, 4 de marzo de 2012

¿Peña Nieto representa a una nueva generación?

Raúl Abraham López Martínez
Coyuntura Política XXI

Este domingo en el contexto del 83 aniversario del PRI, el presidente nacional de este partido, Pedro Joaquín Coldwell presentó un discurso cuyo contenido delata a una organización política que insiste en continuar usando sus rancios discursos “revolucionarios” para justificar su presencia en el escenario político.
Si bien, en nombre de la revolución perdieron la vida más de un millón de personas. También en nombre de la revolución un partido político logró enquistarse en el poder durante 71 años.
En estos 71 años que estuvo el PRI en el poder, lo suyo no fue la promoción de la democracia, ni la construcción de espacios de participación ciudadana. Lo realmente suyo, fue el mantenimiento y ejercicio del poder de manera autoritaria. Creando un sistema político integrado entre súbditos y una clase privilegiada que detentó el poder sin ningún tipo de límites.
En este periodo de tiempo, los súbditos que intentaron modificar esa relación de dominación fueron brutalmente reprimidos por el régimen.
Campesinos, ferrocarrileros, médicos, intelectuales, sindicalistas independientes, estudiantes, maestros; figuran en la larga lista de víctimas del partido que ahora pretende retornar al poder.
El autoritarismo, la represión y la corrupción, han sido los principales elementos que han caracterizado al PRI del pasado y del presente.
Lo anterior tiene su propia lógica, ninguna revolución en el mundo ha devenido en la constitución de una sociedad de tipo democrática, y en el caso de la revolución mexicana esta no pudo ser la excepción.
Para el historiador Lorenzo Meyer, “la herencia negativa de la revolución está desde luego en la vida cívica. El sistema político antidemocrático de México que conocemos, adquirió sus características centrales hace más de medio siglo: a) un presidencialismo agudo, extremo, que impidió el funcionamiento de cualquier división de poderes, ya fuese funcional o territorial; b) un partido de Estado omnipresente; c) una oposición partidista más formal que real; y d) el predominio de una cultura cívica clientelar, que tendía a dejar la gran política en manos de los ´profesionales´.” (Liberalismo autoritario. Lorenzo Meyer. OCEANO 1995).
Lo anterior representa la estrategia a la que le está apostando el PRI. La apuesta al retorno autoritario encarnado en el personaje de Peña Nieto. Un retorno autoritario que buscan disfrazar con la idea de lo “nuevo” a un partido que sigue siendo el mismo.
Contrario a lo declarado este domingo por Pedro Joaquín Coldwell, Peña Nieto no representa un nuevo hito, tampoco propone una política para cambiar todo, mucho menos representa un nuevo contenido económico y social.
Peña Nieto representa a los forjadores del autoritarismo en México, representa a la instalación del modelo neoliberal que ha dejado a millones de mexicanos en la pobreza. Peña Nieto no va a jubilar a los incompetentes dirigentes, porque son precisamente esos incompetentes quienes lo están promoviendo para la presidencia. Y mucho menos, este aliado del salinismo representa a una nueva generación.
Las nuevas generaciones somos los críticos de la partidocracia, las nuevas generaciones se encuentran participando en los movimientos sociales, luchando por una paz con dignidad, se encuentran en los movimientos ambientalistas. Las nuevas generaciones están en los movimientos por la diversidad sexual, en la lucha por la defensa de los derechos humanos y en los movimientos feministas.
No señor Pedro Joaquín Coldwell, su candidato de telenovela no representa algo nuevo para el país.

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