martes, 1 de mayo de 2012

Familias encapsuladas

Ángel Lara Platas

Hasta la época feudal, la familia era lo que ha dado en llamarse la célula de la sociedad.
Sus funciones cubrían los aspectos económicos y sociales: se trabajaba y se rezaba en familia; el hogar era taller y también iglesia.
El grupo familiar era, efectivamente, el centro de las relaciones de todo tipo. Pero el industrialismo rompe abruptamente esta unidad.
La más antigua de todas las asociaciones y la única natural es la familia. Sin embargo, los hijos permanecen vinculados al padre solo el tiempo necesario para su cuidado. En cuanto esta necesidad desaparece, el lazo natural se rompe.
Los hijos al verse libres de la obediencia que deben a su padre, recuperan la independencia, al igual que el padre, que se ve libre de los cuidados que debía a sus hijos. Si continúan unidos, ya no es de manera natural, sino voluntariamente, y la familia misma solo se mantiene por convención.
El estar en casa se convierte en una excepción, y el papel de la familia, por lo tanto, como principal agente socializante, es desplazado por otros factores como por ejemplo: la educación es transferida por los padres a la escuela –en el mejor de los casos-, o a las nanas y los choferes, quienes pueden pagarlos.
La radio y la televisión invaden el ámbito hogareño e interrumpen los lazos de comunicación entre los miembros de la familia y debilitan los vínculos solidarios.
El marco familiar, en estas condiciones, es revalorado. Pierde características originales y los miembros de la familia acaban por aceptarlo como un lugar de reencuentro, de convivencia, de desarrollo personal y de equilibrio emotivo; pero no pleno.
Cosa grave tener que admitir que ahora, la familia es un asunto de fin de semana.
La familia, convertida en un polo opuesto al trabajo y a la vida anónima de las masas, ejerce una débil atracción sobre sus miembros, pues cuando mucho los llama por el descanso y la distracción.
El hogar prácticamente esta reducido a sitio de tregua y diversión, en la que los medios de comunicación electrónicos juegan un papel preponderante.
Comentario aparte merecen los jubilados. Si bien es cierto que disponen de mayor tiempo para estar en casa y platicar, sufren, de alguna manera, nuevas crisis de familia. El drástico cambio de los hábitos sirve para chocar consigo mismo y con los demás.
Algunos interesados en el funcionamiento de las familias, han concluido que dos días a la semana no son suficientes para alcanzar la cohesión que la familia requiere, y lograr que la familia se convierta en un centro de interés para todos. Se ha hablado que la familia debe disponer de mayor tiempo libre, precisamente para alcanzar las metas familiares en la parte de la conexión e integración. De ahí la propuesta de que deberían ser tres días los de descanso por semana, en lugar de dos.
El ánimo desaparece cuando se adentran en el estudio de la familia mexicana y descubren que es tradicionalmente autocrática, que fácilmente caerá en una crisis con la disposición de más tiempo libre.
Antes habría que pensar en reeducar a los padres que, por un equivocado sentido de la tutoría, organiza el tiempo libre en torno a sus aficiones, y somete a los suyos al gusto propio.
La casa en Cuernavaca (o en Veracruz, o donde usted quiera), que monopoliza todo el tiempo los suspiros del jefe de la familia –en la jefa casi no se observa esto-, y en la que los hijos se niegan a pasar los fines de semana de todos los meses de todos los años; no puede ser fuente exclusiva del tiempo libre de los jóvenes, de sus aventuras, de sus inquietudes.
El estilo autocrático de la familia, es también la responsable de la falta de comunicación entre padres e hijos. “Ni modo que me ponga a platicar con mi hijo de 8 años, lo haré hasta que tenga uso de razón”.
Lo más seguro es que una comunicación que no se inicia en los primeros años, difícilmente podrá establecerse en los años posteriores.
Y los que no tienen casa de descanso en ningún lado, se quedan en casa a disfrutar del deporte, pero no como práctica, lamentablemente.
Tal vez por el sedentarismo que la vida urbana impone, el ejercicio es más mental que físico. El deporte ha alcanzado un auge más de espectáculo, y aun de juego de azar, que de disciplina física.
Si el descanso significa recuperación, la diversión sirve para alejarnos un poco de la rutina y del tedio laboral; pero, cuidado, también puede ser ruptura.
En la actualidad ningún tema genera tanta discusión al interior de las familias –y los grupos sociales-, como el Fut bol. El problema es que los comentarios de los participantes en la polémica, se dan más para polarizar opiniones que para compartir criterios. Habiendo necesidad de aclarar que a pesar de la gran afición por este deporte, los practicantes son, realmente, una preocupante minoría. Solo por poner un ejemplo.
Es mucho lo que falta hacer por las familias mexicanas. Por ningún lado se ven programas gubernamentales que resuelvan el severo problema de la desintegración familiar, cada vez más creciente.
No estaría nada mal que este fuera uno de los temas prioritarios en la agenda de campaña de los candidatos presidenciales.

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