jueves, 14 de junio de 2012

Gavilán

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Salvador Muñoz
Los Políticos

Si Julio Verne tuvo su Nautilius, yo tuve mi Neptuno. En él, disfruté cosas que hasta el momento, difícilmente he vuelto a ver como las enormes serpientes atravesando los caminos mientras la caña se quema, o los patos en esos pantanos que me exigían con urgencia que cerrara las ventanillas; quizás el armadillo a orilla de carretera... pero lo que más me impresionaba, era el vuelo del Gavilán.
El Neptuno era un tráiler con el que viajé a Cancún con Santiago. Largos días viendo cómo devoraba el Neptuno tramos y tramos de carretera y lo único que me distraía era ver el vuelo del Gavilán... majestuoso, impresionante, todo un señor de los aires, capaz de romperlos al caer en impetuosa picada.
II
La mañana de ayer, la noticia me deja frío. Es más, hay un gran dejo de incredulidad. “¿Cómo? Víctor era muy cuidadoso para manejar temas escabrosos”, comentaba a compañeros de la oficina.
Creo que yo salía/me corrían de Milenio cuando Víctor Báez Chino entraba a ser parte de ese gran equipo de reporteros y columnistas que hicieron favor de soportarme, entre ellos Fernando Hernández Fernández, Alma Delia Acosta, Sandra García, José Ortiz Medina, Tulio Moreno y Gina Domínguez, quien por cierto, se quedó con mi respeto y admiración a su profesionalismo (anécdota que me reservo para mejor ocasión), entre otros.

Víctor, antes de incorporarse a Milenio, como buen compañero, nos pasaba tips o echaba la mano para que no se nos fuera alguna nota importante dentro del ramo policiaco (aunque todavía no hubiera sección de Nota Roja)... y lo hacía por amistad.
III
Hay un cuento de Juan González Febles, “Sara y el Gavilán”, que aunque se me hace algo excesivo en la descripción, en la idea medular, Sara tiene un Gavilán que alimenta con ratones que ella misma caza con trampas. Un amigo de ella, le insiste en que lo deje libre, sin resultado alguno hasta que un día, Sara le dice que lo libere. El amigo corre a la jaula y la abre, pero el Gavilán no se mueve ni hace intento por salir, sólo lo mira, como sólo pueden mirar los Gavilanes. El sujeto toma un palo y golpea la jaula pero el Gavilán no se mueve. Desesperado, mete el palo casi obligando al Gavilán a salir, quien toma vuelo y se posa sobre una rama alta de un árbol del patio de la casa.
Al poco tiempo, Sara llama al amigo para que acuda a la casa. Allí le dice que los vecinos se quejan porque el Gavilán ha atacado a los gallineros. Viendo la cara de su amigo, le dice que no se preocupe... que el Gavilán no tardará en buscar por otros aires su alimento así como una pareja... que es como la gente... hay personas que temen a la libertad y nunca quieren salir de su jaula y hay otros que son libres porque temen al compromiso... ésas llevan la jaula por dentro.
IV
–¿Gavilán? ¿qué noticias hay, Gavilán?
La respuesta al otro lado de la radio era siempre seca, pero respetuosa y por lo regular, siempre tenía noticias.
En algunas ocasiones en que no tenía manera de moverse, las mismas autoridades de Seguridad Pública enviaban un carro por él para que fuera a tomar fotos cuando la noticia lo ameritaba... ¡era el primero en llegar!
Gavilán, ésa era su clave por radio. Víctor Báez, un apasionado de la nota roja, de la sección policiaca, de las leyes, de la necropsia y del peritaje... genio y figura... prototipo del reportero policiaco con ganas de aprender siempre.
V
Y el Gavilán se proyectaba a una gran velocidad sobre los periquitos australianos que en una inmensa nube de plumas, hacían lo imposible por no ser atrapados... Y por la ventanilla del Neptuno yo soñaba volar como ese Gavilán, impetuoso, soberbio y audaz... hoy, me siento como el Gavilán de Sara, pero sin saber si la jaula me aprisiona por dentro o por fuera... o ambos... un hasta siempre, para Víctor El Gavilán Báez...

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