miércoles, 4 de julio de 2012

La encrucijada de Andrés Manuel

Roberto Morales Ayala
La encrucijada de Andrés Manuel  

Andrés Manuel con terca perseverancia ha pretendido en dos ocasiones conjuntar sus aspiraciones personales –ser Presidente de la República- con una de las más caras aspiraciones de los mexicanos: Tener una democracia plena y limpia.
Sin embargo, el candidato de las llamadas izquierdas no logra obtener en su favor el voto de la mayoría de los mexicanos.
Los votos se dispersaron en quienes anularon su voto, los que prefirieron votar por la candidata del PAN y de los que, en el peor de los casos, optaron por no asistir a las urnas, y convertirse en una masa inconforme y silenciosa.
Al PRI lo declaran vencedor pero no obtuvo la mayoría absoluta, pese a que gastó montañas de dinero en los dos ejes corruptores que sostienen su permanencia: la manipulación de la información, para inyectar la idea de que eran apoyados y favoritos, a través de los medios de comunicación –sobre todo la televisoras- y la compra de conciencias para que los votos fueran depositados a su favor en la urnas. Es tal el cochinero en el que tuvo que incurrir, que difícilmente hay un mexicano en el territorio nacional que no sepa o haya sido testigo de tal coacción.
El candidato de las izquierdas al fijar su postura la tarde del lunes siguiente al día de las elecciones, cuando ya el Programa de Resultados Previos del IFE (PREP) daba como ganador de la contienda al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, advirtió muchas cosas, pero hay una frase que llama poderosamente la atención: “Sé mi responsabilidad histórica y actuaré en consecuencia''.
Definitivamente hoy Andrés Manuel López Obrador tiene una responsabilidad histórica, pero para que pueda concretarse tendrá que actuar en consecuencia, y para ello entonces tendría que sacrificar sus ambiciones personales, tendría que despojarse de su deseo de ser ahora Presidente de la República. De esa manera pudiera convertir su lucha en una lucha de todos.
Tras la elección, Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la Coalición Movimiento Progresista, integrada por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, se ha impuesto la misión de demostrar que hubo un fraude a favor de Peña Nieto, y que el aparato electoral está viciado, al servicio de grupos de interés, económica y políticamente poderosos.
 Los vicios de esta elección están a la vista de todos. Hubo compra de votos; coacción a muchos electores por parte de caciques, alcaldes, gobernadores e incluso el crimen organizado; la compra de espacios y tiempos en los medios de comunicación, acaparados por el PRI y pagados con recursos públicos y con dinero de procedencia ilícita, y un cúmulo de propaganda que hizo sobrepasar los topes financieros.
Todo mundo lo vio, incluido López Obrador. Lo difícil, si no es que imposible, es probar que el PRI violó la ley, y el PAN, cuando se vio derrotado, se prestó a ese fraude electoral.
La apuesta de López Obrador es, como en su momento lo argumentaba Cuauhtémoc Cárdenas, limpiar la elección. Es decir, el candidato de la izquierda se propone la revisión de las casillas que presentan irregularidades y eliminar los votos que de manera ilegal le fueron asignados al PRI o que también ilegalmente les fueron dejados de sumar a la coalición PRD-PT-Movimiento Ciudadano. AMLO ha pedido que se abran 113 mil paquetes electorales pues si se hallan anomalías graves, tendrá elementos para establecer la nulidad de la elección.
El siguiente paso, y es casi imposible que lo logre, es acreditar que el PRI incurrió en un derroche de recursos, que invirtió 5 mil millones de pesos en la campaña de Enrique Peña Nieto.
Un especialista en tema electorales, ex subsecretario de Gobernación, militante de izquierda y analista político, director de la revista Voz y Voto, Jorge Alcocer, tiene quizá el diagnóstico anticipado del padecimiento que aqueja de años a la fecha a López Obrador: su imposibilidad para demostrar el fraude.
Dice Alcocer que los argumentos exhibidos por el candidato de la izquierda no son causa de nulidad de la elección por la Presidencia de México, a menos que logre hilarlos con otros elementos que, de entrada, son difíciles de probar.
Uno de los clavos ardientes del alegato López Obrador es el rebase de los topes financieros de campaña, que AMLO estima en 5 mil millones de pesos por parte de Peña Nieto, diez veces más de los 336 millones autorizados por el IFE para campañas presidenciales. No obstante, rebasar los topes financieros no es causa de nulidad; simplemente provoca una sanción para el partido político.
Lo sería, dice Alcocer, si se demuestra que el dinero proviene de empresas o que el PRI reconozca que ocultó el usó de esa cantidad para la campaña de Peña Nieto.
En otro aspecto, Jorge Alcocer sostiene que López Obrador tendría que presentar a más de 3 millones de ciudadanos, o sea la diferencia de votos que existe entre Peña Nieto y él, y que ellos digan que fueron coaccionados para votar por el PRI. Sólo así pudiera establecerse una causa de nulidad. 
La apuesta de López Obrador, por el momento, es lograr unificar la inconformidad popular. Ahí podría encontrar el respaldo social, que se traduciría en una plataforma de rebeldía política, para obligar al IFE a reconsiderar su postura de que la elección ha sido transparente, como insiste en decir el consejero electoral Francisco Guerrero, quien de manera frontal a la postura del Peje señala que las declaraciones del candidato de la izquierda enturbian el proceso electoral.
Los alegatos de fraude que se multiplican por doquier para los señores del IFE no son causa de nulidad.
Quizá es iluso pensar que López Obrador se despoje de sus ambiciones personales para responder a su responsabilidad histórica, pero si lo hace seguramente haría temblar a los grupos de poder que hoy manipulan la voluntad de los mexicanos.
(@moralesrobert) (romoaya@gmail.com)

No hay comentarios: