“El miedo a la libertad, del que, necesariamente, no tiene conciencia quien lo padece, lo lleva a ver lo que no existe. En el fondo, quien teme a la libertad se refugia en la ´seguridad vital´, para usar la expresión de Hegel, prefiriéndola la ‘libertad arriesgada´.”
Paulo Freyre: “La pedagogía del oprimido”.
José Luis Ortega Vidal
Claroscuros
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La reelección de Elba Esther Gordillo Morales y Carlos Romero Deschamps en sus respectivos liderazgos de los sindicatos magisterial y petrolero -el pasado fin de semana- constituye un acontecimiento tan histórico como lamentable.
En algún momento de las próximas décadas o siglos, se analizará –desde esa perspectiva- el panorama político de México en la segunda década del siglo XXI.
Y el análisis sobre el tema abarcará de manera obligada el rubro sindical.
Se contará con la variable de los antecedentes históricos del sindicalismo mexicano y el papel que jugaron al respecto las figuras caciquiles, las fuerzas partidistas, la base gremial, los medios de comunicación y otros factores de poder en el país que –hoy- observamos en vivo y a todo color regodearse en sus propias miasmas.
La conclusión se puede anticipar: “en la segunda década del siglo XXI –doscientos años después de la Independencia y a una centuria de la guerra civil conocida como la Revolución- México vivió claras muestras de rezagos graves en el tema de la democracia, en general; de la democracia y transparencia sindical en particular, así como de ausencia de una conciencia ciudadana”.
“Los medios de comunicación estaban claramente al servicio del Estado –casi sin excepción en el caso de los periódicos impresos y al cien por ciento en lo tocante a los medios televisivos y radiofónicos; propiedad estatal, ambos”.
“Presa de un analfabetismo del 15 % en su población -que para ese momento rebasaba los 113 millones de ciudadanos- México había pasado a ocupar el cuarto lugar entre las economías de América Latina; tras décadas de ser puntero en ese terreno, allende la frontera sureña de Estados Unidos”.
“La figura de una mujer que, vía la imposición del gobierno, arribó a la cabeza del sindicato más numeroso de América Latina –el de los maestros, identificado como SNTE- llama la atención durante aquel período, por su presencia como líder bajo el respaldo irregular del Estado durante un periodo de 23 años; pero sobre todo por la extensión de su cacicazgo durante 6 años más, ahora con el aval de sus representados: los maestros mexicanos que en una evaluación de la Secretaría de Educación Pública -dada a conocer el 22 de octubre del 2012- reprobaron con una calificación promedio de 5.8”.
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Este juego de palabras, planteado como un hipotético vistazo a la condición del sector educativo mexicano de hoy, pero en prospectiva, sólo se afana en explicar una circunstancia difícil de asimilar así nomás: bajo la óptica deprimente de un país incapaz de avanzar al ritmo que la historia le reclama.
Es importante subrayar que Elba Esther Gordillo Morales y Carlos Romero Deschamps representan sólo un par de muestras en una larga y profunda lista de líderes sindicales corruptos.
Ligados a la izquierda que encabeza el PRD o al PRI, los sindicatos mexicanos son corruptos por definición.
Todos.
No se salva ninguno.
Francisco Hernández Juárez, líder del sindicato de telefonistas, lleva 35 años en el cargo.
Fue dirigente cuando TELMEX era una empresa paraestatal.
Luego, Carlos Salinas de Gortari se la regaló literalmente a Carlos Slim y lo convirtió en el hombre más rico del mundo; pero Hernández Juárez sobrevivió al ajuste y sigue allí, aficionado a las mujeres jovencitas, inamovible.
El México que se visualizó durante la Independencia; el México por el que se luchó en la Revolución, está lejos de concretarse en áreas fundamentales como la política y la democrática.
Los líderes gremiales representan ese rezago y lo ocurrido el fin de semana pasado nos demuestra que todos: partidos, gobierno, ciudadanos, amén de los gremios, contribuimos a esta lamentable situación.
En el amanecer del Siglo XXI, México es víctima de su miedo a la libertad.
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