miércoles, 13 de febrero de 2013

¡Una plática a toda madre!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Habla con tanto amor de su Orden que fascina. Sí, a propósito del 14 de febrero.
No es amor carnal, ni romanticismo... tampoco hay cupidos ni corazoncitos... es una simple sensación, tanto de ella como mía en una plática espontánea.
Es una monja. Al igual que yo, espera paciente su turno en el consultorio. “No la veo enfermita”, le digo mientras que con los ojos me dice que es su compañera la que requiere del doctor. Bueno. Yo tampoco me veo enfermo, recapacito mentalmente. Es más, ninguna de las tres personas que está en la sala lo parece, sólo la otra religiosa que recuesta la cabeza en la pared...
–¿Qué tiene?
–Alergia... venimos de Puebla a visitar a unos familiares en Banderilla y se enfermó...
–¡Bienvenidas a la tierra de las alergias!– le digo... y se sonríe... la otra, no.
–Oiga, hermana... ¿y qué opina de la renuncia de Benedicto?
La pregunta hizo que los demás pacientes voltearan discretamente hacia nosotros, o más bien hacia ella, en espera de su respuesta.
–Hay que reconocerle que supo aceptar su realidad. Dice ya no poder porque está cansado, ya está viejito...
–Pero Juan Pablo II se veía más acabado y ahí estaba (para mis adentros pensé en Fidel y Raúl Castro)...
–No todos los cuerpos son iguales... hay unos que aguantan más, otros que aguantan menos– fue su respuesta que se me hizo congruente al recordar el porqué estaba yo en ese consultorio.
–Ahora, a esperar al sucesor... se habla de que puede ser un americano...
–Sí...
Y ya no hubo más seguimiento a su respuesta...
–Bueno... ¿y de qué orden son ustedes?
Y fue entonces que le brillaron los ojos a la hermana:
–Somos Clarisas de Asís...
–¿Clarisas?
–Santa Clara... una mujer que dejó la nobleza para vivir en la pobreza. Creó una regla de vida para las mujeres religiosas resistiéndose a las normas de San Benito. Fiel seguidora de San Francisco de Asís.
Bueno, así resumo yo lo que ella en espacio de varios minutos me contó.
Fue entonces que caigo en una cosa:
–¡Ustedes son las del rompope!
Se ríe... y me dice que, en efecto, hacen rompope pero no el de la botella donde aparece la figura estilizada de una monja que me recuerda siempre a Sor Juana Inés de la Cruz. Dice que ese rompope tiene dos cosas de más que el que hacen ellas: Más alcohol y es más comercial, pero le faltan huevos.
Preciso: Me permití, gracias a la licencia literaria que me da el redactar estas líneas, poner “huevos”... suena más enjundioso. Realmente me dijo que al Santa Clara le ponen colorante, que es lo que le da el tono amarillo al rompope además de que, presume, el que ellas hacen, emplea 20 litros de leche para consumir a 10 y azúcar y yemas, muchas yemas para que agarre color... le vuelvo a ver brillar sus ojos de emoción...
En conclusión, el rompope que ellas elaboran no lleva figuras de monjas estampadas “¡y es más sabroso!”, enfatiza...
–¡Pasen ustedes!– le dice la asistente de la doctora Katia Torneros a las hermanas clarisas...
Se levantan y me dejan con un antojo increíble de rompope, pero no el de Santa Clara, sino al que las madrecitas le ponen muchos huevos... y también amor a la vida que decidieron abrazar.

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