viernes, 5 de abril de 2013

Palabrotas


Salvador Muñoz
Los Políticos

Cuando niño, tan solo citar “Apando”, era considerado como una mala palabra. Me refería en mi curiosidad a la película basada en la novela de José Revueltas. Mis primas me callaban con “shhh” y un “no digas eso”... y durante algunos años anidó en mí la duda sobre qué coños tenía “El Apando” para que yo no lo supiera... creo que su espanto era por el lugar donde la madre de “El Carajo” traía las drogas.
“Coño”, no obstante estar prohibida en la casa, era más tolerada que “El Apando”... “Coño” era la palabra preferida de mi prima la Güera, quien parecía se había ganado el derecho en la familia de mentar madres, decir chingaderas y por supuesto, gritar “coño”. Desconozco cuáles fueron los merecimientos para ganarse a pulso el adjetivo de “Lépera”.
A mis primeras letras escritas hay la anécdota de un disgusto con mi hermana la mediana... mi coraje se plasmó en la tapa de una caja de productos Avón que mi madre vendía con la siguiente frase: “Laura es puta”.
Cuando mi hermana la descubrió, de inmediato me interrogó: “¿Quién puso esto?” ante la ignorancia mal fingida de mi parte y en mi inocencia por partida doble, creía haber evadido a la justicia al pensar que no reconocieron mi letra cuando escribí una “palabrota” cuyo significado no entendía.
Santiago, el novio de mi mamá, hacía uso de un lenguaje digno de “Picardía Mexicana” cuando al llegar al taller de los Collía, allá en Orizaba, saludaba al mecánico Chucho, si no mal recuerdo, de la siguiente forma:
–¿Cómo estás, hijo de tu perra y arrabalera madre?; has de morir cagando porque me estaba acordando de tu pinche culo...
–Pues aquí estamos atendiendo a cuanto pendejo hijo de la chingada se aparece como tú has de entender, a ver ahora qué verijas traes...
La primera vez que los escuché, de inmediato pensé, ¡se van a pelear! Estaban atentando contra lo más sagrado que en mi mente había: ¡La madre! y una mentada de madre, al menos en la escuela, era una pelea segura... ¡pero no! Soltaban grandes risas y se abrazaban efusivos...
En mi infancia no había putos, homosexuales o gays... los llamaban jotos, maricas o si uno se quería oír elegante: “raros”.
¡Lesbianas, mucho menos! Nada de tortilleras o machorras... simplemente eran marimachas y sólo se referían a las damas con apariencia varonil.

II
Jaime Labastida Ochoa, director de la Academia Mexicana de la Lengua, advierte que interpondrá queja contra la Suprema Corte de Justicia por pretender restringir el uso de la lengua ante la posible sanción de llamar a alguien “puñal” o “maricón”.
¿Entonces sí era en serio? Si es así, aplaudo la decisión de Labastida Ochoa, quien en su plática, hace mención a un caso, allá por 1930, donde por usar “palabrotas”, dos veracruzanos fueron llevados al máximo tribunal del país por cometer el delito de “Ultraje a la Moral”: el cordobés Jorge Cuesta y Rubén Salazar Mallén, sureño, si no me traiciona la memoria, de Coatzacoalcos.
“Cariátide” es el nombre de la novela de Salazar Mallén que publicaba Jorge Cuesta por fragmentos en la revista “Examen”.
Guerra de intelectuales o envidia de escritores, fueron suficientes para que a través de un editorial en “El Excélsior”, fueran denunciados Cuesta y Salazar.
Dicen que el sureño optó por quemar su novela “Cariátide” aunque cuentan que la hermana de Jorge Cuesta rescató los fragmentos publicados en “Examen”.
La frase lapidaria en el editorial rezaba sobre “Cariátide”: ‘Pueden leerse expresiones de una crudeza tal que se negaría a repetirlas el más soez carretonero en cualquier sitio donde no estuviera rodeado de los de su laya’.
He leído dos fragmentos, y para esa época, quizás les haya espantado las frases “todas las vergas son iguales” y “los agarraron cogiendo”.
(Abogo a la apariencia y creo que cojer con j sí es una palabrota... por mal escrita).
Jorge Cuesta, durante el proceso, hace una defensa legal y literaria del caso. No sé si los metieron a la cárcel... lo único claro es que “Examen” no duró más de tres números.

III
Hay un caso muy curioso en mi vida inmiscuida en los medios impresos. No recuerdo si era correctora o capturista, pero cuando reviso un texto, le pregunto a la joven por qué había com-puesto “de gran extensión” en uno de mis artículos... su respuesta no sé si me soltó la risa o me deprimió: “Porque se oye feo Envergadura”.
En conclusión: Si un día usted quiere decir una “palabrota” a alguien, no le diga “pendejo”, “puto”, “puñal”, “chinga tu madre” o las que se le ocurran... si hay algo que nos duele a todos es que nos digan la puritita verdad, no más. ¡Vamos! Quien esté libre de “Palabrotas”, que suelte la primera chingadera...

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