martes, 25 de junio de 2013

El aparato de Benja

Salvador Muñoz
Los Políticos

Benjamín estaba extasiado cuando por fin terminaba de atornillar la última pieza de ese aparato. Había hecho pruebas y funcionaba a la perfección. Bueno, siendo sinceros, sólo lo había probado con su hermana de cinco años y con su abuelo de 95... pero, qué importaba, los resultados eran lo trascendente. Las pruebas realizadas en los sujetos evidenciaban que el aparato funcionaba a la perfección...
Había que patentarlo pero no tenía idea de cómo hacerlo, aunque eso realmente era lo terciario... primero pensaba en un nombre y después, en probarlo con su verdadero objetivo: los políticos.
Empezó a caminar a lo largo y ancho de su laboratorio arrastrando esa bata larga... en su cabeza bullía una canción junto con una oración: “¡Piensa, piensa! ¡qué nombre le pondremos matarileri-lero! ¡piensa, piensa!”
—¡Toc-toc!
—No me molesten... ahora no me molesten— respondió a los toquidos en la puerta...
¿Honestómetro? ¿Verdadómetro? ¿Benjámetro?
Quizás motivado por la vanidad que come a los grandes genios, se inclinó por éste último secundado por un subtítulo que hablara de lo que hacía su gran descubrimiento: “Benjámetro, el aparato que te dice cuán honesto es tu político”.
¡Sí! Sí, ésa era la idea...
Tomó el aparato y lo colocó en esa gran caja de Lego mientras pensaba a dónde dirigir sus pasos...
—¡Toc-toc!
—No me molesten... ahora no me molesten— respondió a los toquidos en la puerta... “¿Iré al PRI?”, se preguntó... “sí, yo creo que sí, les venderé a ellos mi aparato para que cuando hagan la selección de sus candidatos, la base, la militancia, los sectores, comprueben que llevan en su elegido a una persona honesta...”
Apenas se dirigía a la puerta cuando se detuvo en seco... “si bien, tienen cara de honestos, los priistas no estuvieron de acuerdo con muchos de sus candidatos, como Ciro Félix, Gladys Merlín, Pazos, Shariffe, Renato Tronco o Portilla... capaz de que ven mi aparato en el PRI y lo destruyen... mejor no... hay que ir mejor con don Armando Méndez de la Luz, el del Movimiento Ciudadano...”
Y enfiló sus pasos a la puerta cuando... “Oh-oh... Dulce Dauzón parece honesta, pero su marido no lo parece... recuerdo que cuando fue Senador, jugó con ese cargo con su suplente, Memo Herrera y al final, acabaron en pleito porque no le querían devolver la Senaduría... capaz de que igual quiere que haga eso con José Luis Lobato, el suplente de su esposa... dos años ella, dos años él... y si llevo el Benjámetro y para no ser descubiertos, ¡me lo destruyen! No... no...”
—¡Toc-toc!
—No me molesten... ahora no me molesten— respondió a los toquidos en la puerta...
Benjamín se quedó pensando... “¿PRD? Es obvio el resultado... no les serviría de nada mi aparato... ¿Panal? Ni siquiera han de saber qué significa la palabra “Honestidad”... ¿PVEM? Si a trancazos les cuesta pasar por el alcoholímetro, cuantimás con el Benjámetro... ¿PAN? Si lo usan, ¡lo descomponen! ¡ya sé! ¡Lo llevaré con el Candigato Morris! Ese felino es congruente y honesto, pero lo ha de necesitar para cuando gane la alcaldía y tenga que seleccionar a su cabildo...
Benjamín enfiló sus pasos a la salida de su “laboratorio” con su valiosa carga en brazos cuando la puerta se abrió de golpe, la caja se reventó en su pecho, las piezas salieron volando y la voz furiosa de su madre le gritaba:
—¡Benjamín! ¡Deja de jugar y baja a cenar de inmediato!
—¡Rompiste mi juguete, mamá! ¡lo rompiste!
La honestidad acabó por los suelos.

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