martes, 27 de agosto de 2013

23 muertos, un rezo, dos pésames y un aviso de buena fe…

José Luis Ortega Vidal
Claroscuros

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Las del sábado y domingo fueron jornadas fatales: la tormenta tropical “Fernand”, la volcadura de “La bestia”, una carambola y una ejecución en la zona urbana de Coatzacoalcos arrojan el saldo salvaje, brutal, de 23 muertes en medio de nuestra irremediable fragilidad.
¿Fragilidad de quién, de qué, de quiénes?
En primer lugar fragilidad de la sociedad que conformamos los mexicanos y específicamente los veracruzanos.
Fragilidad también de nuestra estructura de Estado, esa que en los niveles federal, estatal y municipal existe para salvaguardar la vida, el patrimonio y los intereses de los ciudadanos: de todos, de los nacidos aquí pero también de aquellos que están de paso.
Va el recuento:
a) La madrugada del domingo 25 de agosto en el ejido “Tembladeras”, municipio de Huimanguillo, Tabasco, el tren de carga que viaja desde Frontera, Tabasco hasta Coatzacoalcos, Veracruz, se volcó y arrojó el saldo de por lo menos 8 ciudadanos hondureños muertos y más de 15 heridas de gravedad.
b) Con una diferencia de minutos, la misma madrugada un joven porteño conductor de lujoso mustang, colisionó contra una camioneta y un coche en la zona conocida como “Palmitas” en dirección al poniente de la antigua ciudad de “Puerto México”.
El joven manejaba en estado de ebriedad, huyó del lugar y abandonó allí a una joven acompañante. En tanto, tres ocupantes de una camioneta modelo Explorer, marca Ford, con la que impactó el poderoso mustango, murieron electrocutados junto a su vehículo incendiado.
c) La noche de aquel domingo fatal un carpintero de 42 años de edad y vecino de Coatzacoalcos se disponía a abordar su camioneta -a unos metros del malecón que reúne a decenas de familias en torno a un espectáculo de payasos- cuando recibió varios tiros para morir debajo de su vehículo y en medio del espanto colectivo. Más tarde se sabría que el ejecutado se dedicaba a extorsionar migrantes a su paso por la región Sur.
d) Ya en la madrugada del lunes 26 de agosto, 13 veracruzanos morían en sendos accidentes provocados por la tormenta “Ferdinand” en los municipios de Yecuatla, Tuxpan y Atzalan, al centro-norte de la entidad.

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Cuatro en Coatzacoalcos, seis en Huimanguillo, trece en el centro-norte de Veracruz, los ciudadanos mexicanos y hondureños que han fallecido entre las madrugadas del domingo 25 y el lunes 26 de agosto, resumen historias que se vinculan a múltiples factores.
Entre las variables que explican estas muertes se encuentran la imprudencia de algunas de las víctimas y el crimen organizado que a pesar de notables esfuerzos oficiales para combatirlo permea con suma impunidad las calles del país y de la entidad.
También hay elementos de irresponsabilidad internacional que arroja día con día a miles de familias de pueblos hambrientos centroamericanos hacia un futuro cada día más incierto y cada vez más fatal.
Añadamos la fragilidad de instancias como la Secretaría de Protección Civil ante asentamientos irregulares que surgen en condiciones de pobreza extrema.
Por igual apuntemos a proyectos como el Mando Unico que opera en Coatzacoalcos a cargo de marinos coordinados por la Secretaría de Seguridad Pública estatal y luce insuficiente ante una escalada de violencia que por momentos disminuye pero inmediatamente se recupera y cobra más y más vidas humanas.

(3)
Si le quitamos a esta historia dramática el caso de los migrantes volcados en “Tembladeras”, México y Veracruz lucen frágiles ante sus propios problemas de inseguridad.

El caso es que la ONU, el gobierno de Estados Unidos, la Comunidad Europea, las naciones desarrolladas, la banca privada mundial, los hombres y mujeres que aparecen en la lista de los multimillonarios de FORBES, y desde luego los propios gobiernos centroamericanos, lucen incapaces de atender la problemática de la migración inhumana que parte de estos países.

México luce absolutamente rebasado ante el crimen de lesa humanidad que refleja la migración centroamericana.

A los ojos del mundo está migración cobra día con día decenas de vidas y nadie parece estar interesado.

Más aún: en jornadas donde la muerte decide ensañarse, los hermanos centroamericanos fallecen ante nuestros ojos y sólo les ofrecemos un rezo de monseñor Norberto Rivera, el pésame del Presidente Enrique Peña Nieto, la atención en hospitales de un Veracruz aquejado por sus propios dolores…Ah y el aviso de Tomás Carrillo -delegado del Instituto Nacional de Migración- de que los sobrevivientes de “la bestia” que así lo deseen se podrán quedar a vivir entre nosotros.

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