viernes, 2 de agosto de 2013

El dengue y la perversidad oficial

Roberto Morales  Ayala

Zona Franca

 

En Veracruz, los funcionarios del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, poco o ningún respeto tienen por la sociedad; no responden a un servicio público sino al interés de mantener el privilegio de vivir y lucrar con el erario público.

Si su mando supremo dice que en el estado el dengue esta bajo control y lo que se informa en los medios son especulaciones, no valen muertes ni tragedias, para que con malsano servilismo se conviertan en cajas de resonancia, aunque para ello tengan que mentir y medrar para ocultar la información a la que la sociedad tiene derecho.

El dengue es un enemigo monumental. Va de país en país, enfermando a sectores de la sociedad, los más desprotegidos, los más desnutridos, aquellos que habitan en áreas donde no hay prevención y en cuyos planes de contingencia se respira ya el aroma a fracaso.

Hay brotes en Bolivia, en Colombia, en Brasil, en Cuba, donde fallaron los cercos sanitarios, la fumigación, la abatización, los operativos para deshacerse de todo aquello donde podía proliferar el mosco transmisor, el Aedes Egypti. En Estados Unidos, en Miami, el dengue avanza y no hay cómo controlarlo, algo que simplemente nunca les había ocurrido.

En México ni se diga. Chiapas, Tabasco, Guerrero, el sur de Veracruz, son zonas donde se han encendido los focos rojos, las señales de alerta, y el sector salud advierte que de la contingencia estamos a un paso de una epidemia de dimensiones inimaginables.

El dengue es un problema de salud pública. Afecta a cualquiera, pero no todos tienen acceso a los servicios de salud y en muchos hospitales hay deficiencias para la atención de pacientes, hay valemadrismo y poco aprecio por la vida de los demás.

Para enfrentar al dengue hay que conocerlo, saber cuán devastador puede ser, cómo se inocula el virus, qué medidas de precaución deben tomarse, cómo detectar los síntomas, conocer si es dengue clásico o si se trata de dengue hemorrágico, que puede ser mortal.

De meses a la fecha, el avance del dengue comenzó a preocupar a la sociedad. De oídas, de boca en boca, se sabía que el número de casos aumentaba, que los hospitales y clínicas no se daban abasto para atender al número de pacientes y que a muchos se les diagnosticaba otra enfermedad con la sola intención de contener la estadística y no hacer ver a Veracruz como una entidad avasallada por el dengue.

Así se ha tratado a los enfermos de dengue, pero también a quienes han muerto por ese mal. A menudo se sabe que llegan a las clínicas con todos los síntomas —dolor de huesos, de articulaciones, de ojos, fiebre— y terminan muertos con un diagnóstico de complicación de vías respiratorias o por problemas hepáticos. A ese grado llega la perversidad oficial.

El ocultamiento de información y la desinformación son dos factores que agravan el problema del dengue. Mientras en el sur de Veracruz se minimizan los casos reportados, mientras se suavizan las declaraciones sobre la gravedad, supuestamente para no alarmar, instancias independientes, de las que no controla el gobernador Javier Duarte, advierten que tenemos en las manos un mal que debiera preocupar a todos, pero sobre todo, a las autoridades estatales y municipales, las mismas que hasta ahora han venido ocultando la información.

Coatzacoalcos, Minatitlán, Las Choapas, Agua Dulce, Cosoleacaque, Acayucan y todas los municipios del sur de Veracruz registran decenas de casos al día y la mitad de ellos corresponden al dengue hemorrágico. Los laboratorios encargados de realizar los exámenes clínicos así lo confirman.

Agua Dulce, según las estadísticas, es un foco rojo. La Dirección General de Epidemiología estima que en lo que va del año se han registrado 124 casos de dengue clásico y 42 de dengue hemorrágico, pero la estadística oficial la lleva la Jurisdicción Sanitaria número XI, con sede en Coatzacoalcos, donde siempre minimizan el problema.

Su titular, Javier Reyes Muñoz, es un mentiroso oficioso, cuya misión es restarle importancia al problema del dengue, aunque las cifras reales, las que con tanto afán oculta, ya hayan generado niveles de preocupación en el gobierno federal y en el sector médico.

Invariablemente Reyes Muñoz sostiene que esas cifras no corresponden a la realidad, que el problema es menor, que se está realizando una intensa labor para combatir al mosco transmisor y que la población debe colaborar desechando todos aquellos recipientes donde pudieran servir para que incube el mosco.

La palabrería de Reyes Muñoz es tan variada como indignante. Mientras Erick Saúl Raga Sarabia, un especialista, asesor clínico del Centro Nacional de Prevención y Control de Enfermedades, viene a Coatzacoalcos y advierte que pudiera desencadenarse en el sur de Veracruz una epidemia similar a la de Brasil, Bolivia y Colombia, el titular de la Jurisdicción Sanitaria se sale por la tangente y vuelve a su estrategia de ocultar información.

Raga Sarabia no sólo habla de la magnitud del problema. También explica que el mosco transmisor, el Aedes Egypti, se ha vuelto resistente a los fungicidas usados para combatirlo, lo que representa una parte del problema. La otra es la virulencia con que ataca, su fuerza devastadora que resiste de igual forma a los tratamientos médicos aplicados en los pacientes infectados.

“¿Qué ésta pasando? El mosco se está haciendo más resistente a los insecticidas, el virus se está haciendo más agresivo y entre nosotros hay más diabéticos, más hipertensos; el virus quiere vivir. Hay posibilidades de que esto se pueda detonar más y no lo controlamos con la participación de la población”, dijo con un aire de preocupación.

Raga Sarabia vino a aportar información que es necesario conocer como sociedad para comprender por qué el dengue es una enfermedad que debe preocuparnos y así poder medir su capacidad devastadora.

De lo dicho por el especialista del Cenaprece, se extraen dos argumentos: el dengue es resistente a los insecticidas usados para combatirlo, y también es resistente a los medicamentos usados en la atención de los pacientes infectados.

En cambio, la actitud del jefe de la Jurisdicción Sanitaria es totalmente opuesta. No sólo oculta cifras sino que impide que la sociedad esté informada.

Hace un par de días en Coatzacoalcos y ayer en Las Choapas, Javier Reyes Muñoz fue tajante con la prensa. Vetó su presencia en las pláticas que ofreció Raga Sarabia a médicos sobre el control del dengue y, de paso, le negó a la sociedad el derecho a saber más sobre este mal, los alcances que ha tenido, cómo identificarlo y cómo manejarlo.

El asunto va más allá de la cerrazón de un funcionario, sea por decisión propia o por orden superior. Se trata de un atentado al derecho a la información de la sociedad a conocer los temas de interés público, sobre todo cuando afectan su entorno, su salud y su vida.

En días pasados, se conoció que el producto usado para combatir el dengue no es el más adecuado ni el de mejor calidad. El sector salud usa un producto catalogado de segundo nivel por su precio cuando lo que está en juego es el bienestar de la población. Ese tipo de ahorro es criminal.

Ocultar la información, maquillar cifras o negarle a la sociedad su derecho a conocer la dimensión del problema del dengue, es agraviante y condenable. Bajo ese criterio, si es que así se le puede llamar a la irresponsabilidad, la epidemia de dengue crecerá, el mosco transmisor resistirá y muchos pacientes habrán de morir.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

 

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