martes, 6 de agosto de 2013

La barba del Gobernador


Salvador Muñoz

Los Políticos

No sé su nombre, y ella tampoco el mío. Pero cuando me vio, en la esquina de Revolución, fue mutuo el gusto por vernos. Dice que no me reconocía, que he cambiado mucho y su mirada se fijaba en mi barba blanca. No la culpo. Han pasado como doce años que dejamos de vernos y cualquiera que me viera, pensaría que por mi alba vellocidad bien podría ser el encantador de perros, César Millán. Nos despedimos igual como nos encontramos, sin nombres.
Curioso, unas horas antes hablaba sobre mi barba con alguien que sabe mejor que yo de eso: don Rubén Pabello Rojas. Le platicaba de que de repente, los hilos de plata que cantaba a mi madre cuando empezaba a asomarse un mechón en sus cabellos, empezaron a surgir en mí. Don Rubén, hombre de bigotes y cabellera blanca, alba, limpia, me platicaba que fue la barba lo primero que se impregnó en su edad adulta... ¡vamos! pero a mí no me luce como a don Rubén... lo mío parece un manchón entre blanco y gris... como si la elegancia se la hubiera apropiado toda don Rubén.
Y cuando llego de darle la vuelta a mi buen Harry, me encuentro a unos vecinos que me dicen que mi Perrhijo ya tiene canas... mi vecina no puede disimular la mirada y la pone sobre mi barba... la vacilo y la sonrojo cuando le digo que se me queda viendo para ver quién tiene más canas, si mi Harry o yo.
Mis barbas blancas no me gustan, pero si soy flojo para rasurarme, soy más flojo para ponerme un tinte. No reniego del paso del tiempo en mí. Es más, me encanta verme a mis (cuasi) 45 así, no sé si más viejo, más o menos viejo, o simplemente viejo, pero digno.
Creo que nada más dos veces me he puesto tinte... bueno, me ha puesto la mujer y cada vez que lo hace, tengo la sensación de ver en el espejo a Cepillín.
Pero hay de barbas a barbas... por ejemplo, siempre me impresionaron las de Charles Darwin, a quien seguido confundía con Karl Marx. Cuando joven, quise tener una barba tipo Jesús pero era más lampiño que nalga de bebé... Fidel Castro no sería Fidel Castro si se rasurara porque de cierto modo, las barbas y bigotes son personalidad. Por eso, cuando vi a Pedro Infante sin bigote en Los Tres Huastecos, se me hacía ridículo.
Pero las barbas tienen su chiste... hay a quienes les queda, hay a quienes no... a quienes no, parecen sucios, descuidados, y en lugar de verse bien, desagradan.
Casos, se les vea bien o mal, hay varios, como Erik Porres, el titular de Sedeco, quien luce con o sin barba; ¿alguien recuerda a Héctor Yunes Landa con su barba de candado? Por cuestiones de imagen tuvo que quitársela, más cuando en sus pretensiones por competir por la candidatura a la gubernatura luchaba contra un joven y el asunto era verse con mayor experiencia, maduro, pero no viejo.
Entre los periodistas están Aurelio Contreras, quien tiene rato con ella y Guillermo Manzano, aunque creo que el también maestro de la Prepa Juárez ya se la quitó. ¿Recuerdan a Oliver Aguilar Yunes? Parecía que quería compensar su calvicie prematura con la barba.
Hoy vemos al gobernador Javier Duarte con una barba de días, como de descanso, de ésas que salen en vacaciones y sinceramente ¡no le queda! Vamos, se ve como yo, descuidado, desaseado, flojo... sin que suene a ofensa, pero veo en el gobernador a un “Jack Black” (el actor de “Amor Ciego”, o la nueva versión de “Gulliver”) con barba pero peinado.
Por supuesto, al final, cada quien se deja el bigote, las patillas, la barba como quiera, y si el gobernador quiere andar “peludo” de la cara, como chico malo, lo puede hacer porque al final, no faltará quien le diga que se ve bien, galán, guapo, macho y para una barba de gobernador, qué mejor que unos “barberos del Gobernador”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajaja.....el caquito