miércoles, 14 de agosto de 2013

Margarita

Margarita cafeteando
Salvador Muñoz
Los Políticos

Margarita llegó llorando con su abuela. Las ofensas de una niña, la vecina de al lado, de clase pudiente, la habían herido hasta las lágrimas. Con la sabiduría que sólo la vida y el tiempo dan, mientras secaba las mejillas, la abuela dijo a Margarita:
“Recuerde, usted no es más que nadie, pero menos que nadie. La tierra, que es tan inmensa, usted está parada sobre de ella”.
Cuántos años han pasado de esas palabras y Margarita las recuerda, pero lo mejor, nos convida de ellas mientras sorbe su expresso tibio, aunque creo que igual de frío que el mío, por mi culpa, porque sólo a mí se me ocurre entrevistarla justo en el momento en que tenemos enfrente de nosotros, sendos cafés. Sin embargo, no le hizo mutis... ¡y vamos! ¡Qué vicioso le hace feo a su adicción!
¡Así es! Margarita es una adicta a dos cosas en la vida: Al buen café y a la lectura.
Lleva un apellido de seis letras pero su dimensión es tan universal que abarca espíritu, ideales y por qué no, lucha y rebeldía ante la injusticia: Zapata.
No, no, no... después de hablar con ella, es claro que no es “la Nieta de Emiliano Zapata”, no. ¡Es Margarita Zapata! Una mujer a la que desde muy pequeña, le explicó su padre, don Luis Eugenio Zapata, que llevar tal apellido no era motivo de privilegio, sino de compromiso. Y entendió que el abuelo ya había hecho su historia y ahora a ella le tocaba hacer la suya.
Mujer de mundos, de muchos mundos. Quizás por eso haya reporteros que se sorprendan de ese acento “cubano”... ella lo niega. Sí, ha estado en cantidad de países, como Costa Rica; sí, en Cuba, y por supuesto, Nicaragua, siendo parte activa del movimiento sandinista que acabó con Somoza... ¿acento? “sí, tengo el acento de Margarita” y ríe, suave, tersa.
—¿Ha disparado?
—Sí...
No quiero preguntar más... no necesito saber más... el resto de la historia tras jalar un gatillo en un momento como el que se vivió en Nicaragua en aquellos tiempos, se lo dejo a mi imaginación. Ella parece entenderlo y me comenta que no se puede estar en una revolución sin disparar...
Entonces cuenta que tras el derrocamiento, algunos conservadores se dedicaron a “espiar”, “perseguir”, “poner cola” a quienes participaron en ello. Margarita se dio cuenta que por varios días, un sujeto la seguía a donde quiera que fuera, ya a pie, ya en carro.
Cierta ocasión, mientras conducía, observó al carro que detrás de ella venía a prudente distancia. En un momento, giró y cerró el camino con el vehículo a su vigía. Tomó la metralleta que llevaba en el asiento de al lado y bajó. Encañonó al hombre y le dijo lo siguiente, palabras más, palabras menos:
—He notado que me sigue... soy muy nerviosa, vengo saliendo de una guerra y sufro paranoia... yo disparo por nerviosismo, acabo de estar en el psiquiátrico... si veo que continúa siguiéndome, dos cosas pueden pasar si le disparo, le insisto, sería por nerviosismo pues soy paranoica: Yo iría al psiquiátrico y en seis meses saldría; usted iría al cementerio, pero nunca saldría.
Por supuesto, dejaron de seguirla.
Le digo que me dan ganas de tocarla. Es lo más cercano al héroe, al líder, al luchador... dice que con la gente del campo le ocurre lo mismo, pero deja en claro que ella es más que la nieta de Emiliano Zapata, es Margarita Zapata Choiseul, una mujer que labra su historia todos los días.
Margarita sorbe su expresso... un café tibio, que creo ya está frío como el mío... por mi culpa.


PD “Me van a enyesar mi patita”
Al bajar Lucio, por el mercado Jáuregui, uno siempre se va a encontrar con él, inevitablemente... un muchacho simpático, agradable, que hace el favor “de cuidar” vehículos y motos de quienes por una razón u otra, se estacionan cerca del zoco o de las oficinas de Hacienda.
Se llama José Luis Villa Delgado. Cuando aquel conductor ya se retira, él se acerca y pide una “coperacha” por haberle “cuidado” la unidad. Hay gente que, de buen alma, saca unos pesos y se los da. Otros, me consta, lo miran con el ceño fruncido, suben la ventanilla y parten, ante la decepción de José Luis.
Ayer, este muchacho, fue víctima de la estupidez, mamonería, temeridad, de la Ayudantía del Gobernador, que, en su prisa por no perder de vista la camioneta de su jefe, lo arrollaron cuando gritaba “¡Duarte, Duarte, Duarte!”. ¡Lo Peor! No se percataron de ello. Tuvo que atravesarse en el camino de la camioneta YDN 8525 el fotógrafo Víctor Fuentes para evitar que pasara la otra llanta sobre la pierna del muchacho.
José Luis sólo alcanzaba a decir “Me van a enyesar mi patita”, pero no lloraba. Incluso, dicen los que vieron el percance, trataba de entender lo ocurrido. José Luis es una persona Especial, y no lo entrecomillo. Digo que es Especial porque tiene más coraje y entrega que cualquiera de nosotros para tratar de salir adelante... aunque Ayudantía del Gobernador tenga otro concepto de la palabra “Adelante”...
En espera de que no sea grave su percance, espero verlo pronto, cuando baje por la calle de Lucio, al pasar por el mercado Jáuregui, con esas ganas todos los días de encontrar una buena alma que le dé unos cuantos pesos por haber “cuidado” las motos y los carros... y no un ceño fruncido con cara de pocos amigos.

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