viernes, 18 de octubre de 2013

Re-frescos

Salvador Muñoz
Los Políticos

Una Chaparrita de naranja con un gansito… no hubo platillo más delicioso a mis seis o siete años. Quizás muchos lectores no hayan tenido el placer de disfrutar tal banquete que en la infancia, muchos degustamos.
En la comida, se cambió el agua de limón por el refresco en cuanto el abuelo vio en estas bebidas la oportunidad de hacer negocio y empezó a venderlas… en la mesa entonces nunca faltó la Manzanita de Tehuacán que al poco tiempo se cambió por la coca.
Eso sí… se tenía claro que el refresco era para la hora de la comida… porque durante los juegos, cualquier llave de agua era abrevadero para todos.
En un viaje a Cancún, siendo niño, disfruté de uno de los refrescos más exquisitos que en la vida haya probado: Soldadito. Era una especie de jarabe de chocolate que se tomaba ¡bien frío!
Cuando se tenía oportunidad, juntábamos dinero y comprábamos un Titán de limón y como su nombre lo indicaba, era un enorme envase que pasaba por varias bocas y daba lo suficiente para apagar la sed tras un juego de fut…
Motivados por la influencia de la tele, o quizás por esa rubia alegre de traje similar a la de Superchica, pero en color naranja, disfrutamos una breve temporada de Mirinda… pero se añoraba el sabor más dulce de un Orange Crush cuya botella servía a uno que otro amigo con habilidades melómanas para hacer un Güiro de vidrio.
Conocí la Pin, que era de manzana pero me sabía muy artificial… añoraba esa Manzanita de Tehuacán que lo más que se le acerca hoy es el Peñafiel.
Confieso que tomar un Lulú de grosella hubiera sido a escondidas… se nos hacía para “niñas” por el estampado de Betty Boop pero no por ello, en la casa, la familia despreciaba las charolas con este personaje.
¿Quién iba a decir que el Sidral Mundet teminaría siendo una palabra a usarse despectivamente hacia una enfermedad?
Los Jarritos eran llenadores, ideales para compartir con el cuate, pero no así el Squirt, que fácilmente se digería… Conste, dije “Cuate”, porque amigos, nomás con Fanta con su ridicula canción alabando a la amistad… ¿la recuerda?: “Fanta y yo somos amigos…”
Nunca probé un Pato Pascual… no por falta de querencia, sino por falta de oportunidad.
Disfruté como nunca la Coca con sabor a vainilla ¡y la descontinuaron! ¿Por qué? No lo sé…
Y con la facilidad que recuerdo esos refrescos de mi infancia y juventud (a excepción del último), en la misma proporción de dificultad, no recuerdo cuándo fue la última vez que me tomé una coca totalmente… dejé de tomarla… y me di cuenta que no es adictiva como se piensa, como se cree. Es más, dejé de tomar azúcar, vamos, ni en el café con leche, ni con un lechero, le echo azúcar… primero, por prescripción médica; después, porque le agarré gusto… ahora, yo creo que será por economía.
Son las nueve de la mañana. Veo atravesar al albañil con su cocacola de tres litros, listo para desayunar. Lo miro meticulosamente. Muy temprano para tomar refresco. Muy flaco para invocar a la obesidad. Una Coca que no es para uno… mínimo, para tres.
Hoy, nuestras autoridades, preocupadas por nuestra salud, aplican un impuesto al refresco: “No podemos prohibirte que tomes algo que te hace daño, pero sí castigarte (otra vez?) en el bolsillo”, pareciera que nos dicen. Así que uno pagará un gravamen de un peso por litro a las bebidas saborizadas.
Y por si fuera poco, tendrán impuesto algunos alimentos (no lo entrecomillo, porque ni las autoridades lo hacen en un sentido hipócrita para no llamar las cosas por su nombre: Comida Chatarra) con el 5 por ciento por tener una densidad calórica de 275 kilocalorías o mayor, por cada 100 gramos.
Estos alimentos (sin comillas) son botanas, confitería, chocolate y productos derivados del cacao, flanes y pudines, dulces de frutas y hortalizas, crema de cacahuate y avellanas, dulces de leche, alimentos preparados a base de cereales, y helados, nieves y paletas de hielo.
Antes de su dichoso impuesto, los refrescos más populares de México habían aumentado su precio… ¿y cree que alguien se molestó, se quejó ante la Profeco, o dejó de comprarlo? No… es evidente que la tesis de contrarrestar la obesidad castigando el bolsillo del ciudadano sólo funcionará de un lado… del de Hacienda y de los refresqueros… la gente seguirá comprando refresco… y otros, refrescándosela a nuestras autoridades.

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