domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Duarte sin Fidel? ¿Quién le cree?


Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Javier Duarte gobierna mal y lo sabe bien. Por ello pone todo su esfuerzo en apropiarse de los reflectores. Entre más intensa sea esa luz, más amplias y oscuras serán las sombras que lo significan a profundidad.
En esas sombras se ampara, se cobija. Los discursos del gobernador Duarte son ajenos al fondo de su gobierno. Se le oye pero no se le cree. En su tercer informe asegura que “no está cercado por el pasado, ni por falsos populismos, ni demagogia”.
Imposible lógica a la que recurre el gobernador de Veracruz. Se le percibe sumido en un desesperado intento de hacer creer la gran farsa de que ha roto con su padre político, Fidel Herrera Beltrán, el que lo inventó para ser gobernador.
El pasado es su origen. Su cuna está en el pasado. Su pasado es Fidel. Su presente también lo es. Fidel lo hizo gobernador. Fidel le operó la campaña. Fidel compró los votos, pactó con los grupos priístas, infiltró a la oposición. Fidel lo llevó hasta la silla de gobierno, le armó el gabinete. Duarte sólo es el gerente del changarro pero el dueño es Fidel. ¿Alguien puede creer que el deslinde de su jefe y padre político sea real?
Lo de Duarte es la fiesta. Hacer de los eventos políticos un espectáculo de frivolidades, es el sello que lo distingue. A nadie le extrañó que acondicionara el histórico fuerte de San Juan de Ulúa como si fuera un antro, con espectáculo de luces, sonido y hasta salitas lounge para sus acarreados de lujo.
San Juan de Ulúa estaba listo este viernes 15 para la batalla mediática. No se percibía el ánima de Pedro Sáinz de Baranda, el defensor de la plaza, ni los aromas del último contingente español que reclamó a la Nueva España para el trono europeo. Ahí, donde nació la patria, como dijo Duarte, no había mosquetes ni cañones, tampoco lanzamisiles de hoy. Lo que había era un derroche insultante, invitados de lujo y las fuerzas navales usadas para resguardar la seguridad del señor gobernador.
Veracruz volvió a ser heroica. Tuvo que soportar la altivez de los políticos, un ejército de empleados del gobernador que perpetraron la invasión al puerto jarocho, la toma de hoteles, el uso del personal de tránsito para dar paso al contingente de invitados especiales, trasladados en decenas de camiones ejecutivos, minivans, camiones turísticos y Suburbans hacia el Castillo de San Juan de Ulúa. En total, se calcula que fueron rentados más de 150 vehículos para la movilización del público del evento.
En ellos iban diputados, senadores, funcionarios de gobierno, policías, periodistas, amigos de la juventud del gobernador, todos integrantes de la manada que a cambio de las atenciones sólo se les dio dos encomiendas: calentar el aposento que se les hubiera destinado y aplaudir cada vez que el gobernador Duarte requiriera del elogio en la lectura de su discurso.
Si algo distinguió el tercer informe de Javier Duarte, fue ese lujo desproporcionado en la organización, costara lo que costara, mientras en el discurso se presume de una austeridad que ahí brilló por su ausencia y que, en todo caso, sólo se le aplica a un sector de la sociedad, y la seguridad superlativa, como si Duarte no fuera Duarte y en realidad se llamara Enrique Peña Nieto y trabajara de Presidente de México.
Las cifras de Duarte no impresionaban a nadie. El discurso seguía el guión de siempre: logros, inversión, combate a la pobreza, lo que se hizo, lo que se habrá de hacer.
Ahí no estuvo lo destacable sino en el deslinde increíble del pasado y la farsa de una ruptura que nadie cree.
Javier Duarte hacía referencia a las inercias del pasado, a la posibilidad de romperlas o a dejarlas así, a riesgo de frenar las posibilidades de éxito.
Desde ahí, el nuevo héroe de San Juan de Ulúa lanzaba la sentencia de que no todo pasado fue mejor, que con el populismo no va y que su gobierno es impermeable a la demagogia. Ni como Ayudarte, Duarte, cuando el rompimiento con la fidelidad no se ve mas que en la palabra y no en los hechos.
“Los veracruzanos no querían quedar atrapados en el pasado. Querían mejorar, tener certeza de su presente, pero sobre todo de su futuro; los veracruzanos querían encontrar una oportunidad y alcanzar una mejor calidad de vida”, dijo el gobernador esa noche.
Refería que “por eso Veracruz es distinto al de hace tres años. Hoy es mejor”. Introducía así a las frases que generarían la hipótesis de que ruptura con Fidel Herrera está en marcha. Algunas de ellas son:
“Este es un gobierno que ve hacia delante, ¡un gobierno que no está cercado por el pasado!
“Un gobierno que rechaza el populismo y la demagogia.
“Un gobierno que actúa; que sabe que ni la improvisación construye, ni la inmovilidad beneficia.
“Un gobierno que cumple con sus metas, pero que sabe atender lo imprevisto.
“Un gobierno capaz de sumar y de no caer en enfrentamientos. Que actúa en beneficio de todos, más allá de los intereses de unos pocos”.
En los minutos siguientes se echaría a andar el aparato propagandístico para hablar de la ruptura. Los bots duartistas en las redes sociales destacaban que ya, que Duarte y Fidel se habían dado un entre y que de la relación maestro-alumno no quedaba nada. Y que de aquí en adelante, Duarte caminaría solo; obvio, sin las inercias del pasado, sin la demagogia ni el populismo, sin estar cercado por el pasado.
Al discurso de la ruptura basta refrescarle con quiénes gobierna el señor Duarte para evidenciar que el fidelismo es su sello y que cada día Javier Duarte, pese a los reflectores, es más sombra que luz.
Erick Lagos, secretario de Gobierno; Alberto Silva Ramos, secretario de Desarrollo Social; Jorge Carvallo, secretario particular; Marlon Ramírez Marín, subsecretario de gobierno; más de la mitad de los diputados priistas en el Congreso estatal; decenas de alcaldes salientes y entrantes, y diputados federales, todos componen el ejército fidelista que el mismo gobernador impulsó para llevarlos a los principales espacios de poder.
Por más que Javier Duarte lo niegue, ha gobernado entre sombras, manejado por Fidel Herrera, defendiendo y encubriendo los intereses del fidelismo, amparado en la demagogia y en el populismo, y por más reflectores rentados que use, en eventos que evidencian un derroche insultante, la oscuridad de su gobierno no se disipa con los alardes de una ruptura que sólo es de palabra.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)(Facebook : Roberto Morales Ayala)

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