domingo, 3 de noviembre de 2013

Xalapa

Tomada de www.fotoxalapa.com.mx


Erwin S. Bárcenas
Un Clavo al Ataúd

La neblina de Xalapa tiene la magia y el misterio del México colonial, pero con ese toquecito cosmopolita que le dan los Oxxos, los Sears, Chedrauis, Telcel y cajeros ATM de todas las entidades que comercian ese rubro.
Las galerías, museos, cafecitos y espacios para el desarrollo de las artes, cualquiera, todas y cada una, se ven coronados y complementados de formas casi surrealistas por un sinfín de oficinas, dependencias, secretarías, despachos, estacionamientos, rincones mafiosos tanto gubernamentales como de la iniciativa privada, casetas de teléfono de tarjeta y de monedas; una flotilla de taxis que en números, envidian tanto el ejército mexicano como la marina, por la cantidad de unidades con las que cuentan.
Puede uno caminar por sus angostos barrios, por sus empedrados callejones y tradicionales cocinitas mientras ve pasar a chicas y chavos, bien en sus “mothernas” naves entrando al Starbucks, mientras en el centro, el ambiente perfuma el aroma de café recién tostado de los tradicionales hornos, mientras se sube o se baja por los cerros que son sus calles y los comerciantes que son sus inquilinos más tradicionales.

Xalapa tiene esos detallitos que maravillan al foráneo. Es una ciudad compacta, goza de todo y padece de lo que una capital debe; aunque con menos espacio, cuenta con lo necesario para el que turistea y carece de lo que sus habitantes más alejados necesitan, pero cumple con la labor de ser una ciudad con aroma de pueblo.
Tan carismática es la llamada Atenas Veracruzana, que librerías y bibliotecas se salpican de panaderías y boutiques en medio de cada una; de farmacias símiles y cadenas de comida fast o medio fast y eso la vuelve versátil a pesar de la pérdida de identidad.
A la par de estos contrastes que sí se aprecian desde el sentido de maravillarnos con nuestros incoherentes claroscuros, debo resaltar algo: La alcaldesa de esta ciudad. En los estrictos cánones físicos (y considerando la fauna política local) está bastante mamacita, guapetona y desde que asumió su cargo, ha sabido lucir bien la figura... eso lo digo estrictamente en el ámbito de mi gusto por las morenazas.
Elizabeth Morales ha sido objeto de harto escándalo, de muchas críticas y de no pocos resbalones, pero a la par, le regresó un poco de ese toque pícaro, sexy y a veces incitante que solo una mujer le puede dar al lugar donde labora. Xalapa, hablando estrictamente como miembro de la comunidad cultural de mi estado, revitalizó su participación como ciudad de cultura, como lugar de artes y como lienzo para las diversas expresiones sociales, a propósito o no, pero llegó.
No puedo caer en la defensa de ella como político, pues si ha hecho bien algo, era su deber, su chamba, porque se le paga bien y eso es suficiente para cubrir que el trabajo se haga. No aplaudiré sus decisiones acertadas pues al pretender un cargo de elección popular, estaba consciente de que ésa era la virtud más importante y sí, como antes, como después, comentaré, dibujare y remarcaré errores, resbalones tanto en cartones, ilustraciones o textos.
Pero algo sí extrañaré de la Morales, algo que aunque se le exija, el próximo alcalde no tendrá ni creo que quiera tener, pero que le daba distinción a la munícipe actual: un glamour, coquetería y picardía involuntaria; la figura grácil de una mujer guapa y que yo sinceramente agradecí entre el mar de fealdades que van desde el gobernador hasta los barrenderos (democrática crítica, para que vean).
Externo así, que una vez que se le revise lo que haya que revisarle, a Elizabeth Morales le doy las gracias porque durante este tiempo, al menos, le dio a esta ciudad esos aires de contraste entre lo bonito y lo malo, que los políticos masculinos, no podrían ni aunque se pusieran zapatillas.

Twitter: @ataud
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