lunes, 7 de abril de 2014

Las reinitas y sus pervertidores

Roberto Morales Ayala
Zona Franca
Las reinitas de palacio brotan como hongos. Están en todos los pastos y todos se las quieren comer. Son edecanes, secretarias, asistentes, auxiliares, funcionarias, dirigentes de partido, tricolores. Y a todas, absolutamente a todas, corresponde un pervertidor profesional, o una pervertidora de su mismo sexo.
El escándalo que hoy protagoniza Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre es revelador y es parte de una vieja historia. Es la historia del PRI y de los priistas. Es la historia de los hombres que ejercen el poder. Es la historia de la que también han tomado su rebanada los panistas, los perredistas, convergentes, petistas y todos aquellos a los que la política les permite disponer de recursos, de voluntades y hasta de la vida sexual de las mujeres… y también de los hombres.
Lo que hoy se sabe de Cuauhtémoc Gutiérrez da asco. El asunto se le escarbó desde 2003 pero pudo salvar el trance por la red de complicidades políticas que le dio impunidad a su red de prostitución, enganchando jovencitas con la promesa de trabajo.
Por más de 10 años Gutiérrez de la Torre dio rienda suelta a sus bajos instintos. Reclutó a Priscila Martínez. La pasó por su cama. Luego la hizo reclutar a otras a cambio de treparla en la pirámide del poder. Y así fue creciendo el harem.
No las contrataba para trabajar; las contrataba para vaciar en ellas sus frustraciones sexuales. Ese era el trabajo: tener sexo con él. Después las daba de alta en la nómina del PRI del Distrito Federal.
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre viene de un pasaje sórdido. Su padre fue el rey de la basura, el zar de los basureros en los que recolectaba todo aquello que fuera útil. Sabiendo cuánto desperdicio se genera en la capital, pudo controlar a todos los grupos de pepenadores y a sus líderes. Y así se hizo de una fortuna.
Su padre fue asesinado cuando la primera de las esposas, se cansó de sufrir sus arranques de violencia. Ordenó que acabaran con su vida y a partir de ahí se supo que disponía de las esposas de otros líderes y hasta de sus hijas.
Cuauhtémoc Gutiérrez heredó esos males. En los diversos cargos que ha ocupado, es conocida su afición por las mujeres. Las contrataba y las usaba sexualmente. Lo que no había estallado era la red de prostitución que encabezaba, enviando a sus amantes a cargos de partido o a la representación del PRI ante los órganos electorales, como ocurrió con Priscila Martínez, su enganchadora oficial.
Sirve, sin embargo, su caso para ejemplificar que hay otros Cuauhtémoc Gutiérrez en el país, en gobiernos estatales y en el PRI de las entidades federativas. Hay otras redes de prostitución de las que se sirven los políticos y que le cuestan al erario público pues los salarios, la ropa, los gustos, los viajes los paga el pueblo.
Lydia Cacho, periodista y escritora, célebre por su lucha contra la pederastia política, perseguida y acosada por gobernadores como Mario Marín, denuncia en un nuevo artículo, “Burdel Revolucionario Institucional”, que entre los clientes de Cuauhtémoc Gutiérrez estaba el gobernador de Veracruz, Javier Duarte.
“Cuauhtémoc lleva años colocando a estas mujeres, algunas sometidas a la prostitución forzada, en las mesas de gobernadores del PRI, entre ellos de Javier Duarte en Veracruz”, dice en su texto Lydia Cacho.
El gobernador tiene, pues, un nuevo frente abierto. En ese contexto, recién incorporó a su gobierno a la ex panista Xóchitl Tress Rodríguez, viuda del ex diputado del PAN, Gregorio Barradas Miravete, lo que hizo reciclar aquella fotografías en que aparece semidesnuda y en un romance con el también ex legislador Rafael Rodríguez, del PRI.
Hay voces que ante el escándalo de la red de prostitución de Cuauhtémoc Gutiérrez han pretendido retomar el caso de Xóchitl Tress y convertirlo en un problema de “violencia de género”. Una de ellas es la funcionaria Yadira Hidalgo González, directora del Instituto Municipal de la Mujer de Xalapa.
Dice Yadira Hidalgo que Xóchitl Tress “sigue siendo violentada por fotografías que se hicieron públicas años atrás”.
En el discurso propio de las heroínas de la mujer sojuzgada, dice, por ejemplo, que “por el hecho de ser mujer, se hace utilizando una fotografía que ella no puso públicamente sino que alguien las filtró. Esto es muy claro, aquí hay violencia de género porque no vamos a ver lo mismo en un varón, no se va a denostar la figura pública de un varón de esa manera”.
Al margen del tono usado por la funcionaria, se percibe el intento de endosarle la culpa al mensajero pero no al emisor del escándalo. Quizá Yadira Hidalgo desconoce que las fotografías difundidas inicialmente por el periódico Excélsior, en tiempos de campaña por la diputación federal, en 2012, de acuerdo a reportes periodísticos, pasaron por la mano de Fidel Herrera Beltrán y su pupilo político, Javier Duarte.
Tenían la intención de derrumbar a Xóchitl Tress, quien se avocaba a ser diputada federal por Acayucan y dejar en el camino a la priista Regina Vázquez Saut. Así ocurrió. El baño de lodo frustró la llegada de Xóchitl Tress al Congreso federal mediante “violencia de género”.
Ahora que se sabe que Javier Duarte figuraba entre los clientes de Cuauhtémoc Gutiérrez en su red de prostitución en el PRI del DF, no estaría de más llegar al fondo, encausar legalmente al gobernador de Veracruz y al propio Fidel Herrera para no repetir más casos de “violencia de género” de origen político.
Por lo demás, las reinitas de palacio no son algo nuevo en Veracruz. Ahí han estado desde siempre. Y como dice el diputado perredista, Uriel Flores Aguayo, lo mismo ocurre en Xalapa y en otros municipios.
Las reinitas de palacio ahí están. Son carne de político, hongo en los pastos que todos quieren comer, y muchas de ellas secretarias, edecanes, asistentes, funcionarias, dirigentes, novias de un pervertidor profesional o de una acosadora de su mismo sexo.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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