Claudia Constantino
Crónicas Urgentes
Siete de junio, como cada año el tema más controversial del día es la celebración de la Libertad de Expresión, para muchos sinónimo de: “Día del Periodista”, un ataque de sentimientos encontrados me arroba de inmediato:
Dolor: Cuando recordé diez nombres:
Gregorio Jiménez
Regina Martínez
Víctor Manuel Báez Chino
Noel López Olguín
Miguel Ángel López Velasco
Misael López Solana
Yolanda Ordaz
Guillermo Luna Varela
Gabriel Huge Córdova
Esteban Rodríguez
De quienes nadie ha dicho con claridad y sin lugar a dudas lo sucedido antes, durante y tras su muerte, cuando deberían.
Confusión: Cuando vi la foto oficial del Gobernador Javier Duarte, muy sonriente y divertido tomándoles la foto a una gran nube de periodistas congregados en su desayuno-celebración-reconocimiento; cambiando de lugares.
Pena: Cuando repasé las muchas publicaciones que elogiaban el trabajo de Alberto Silva, al frente de la Coordinación General de Comunicación Social, quien pareciera que ya logró borrar de un plumazo (o varios) los agravios, de su antecesora Gina Domínguez, contra periodistas y medios; y a la que ya sólo se le recuerda como a la bruja maldita del cuento, a quien diera muerte el príncipe encantador. Como si de veras un cambio de funcionario pudiera cambiar los resultados de toda una administración estatal.
Nostalgia: Por aquellos años que corrían a finales de los setenta y la década de los ochenta en que aprendí el oficio de reportero y lo aprendí de los mejores:
Alfonso Valencia Ríos
Luciano Constantino Ramírez
Mario Vázquez Sandoval
Mariano Velazco
Antonio Velazco
Julio Guerrero
José Antonio Herrera
Mario Ugalde
Tomás Carrillo
Luis Velázquez
José Pérez de León
Alma Elena Gutiérrez Leyton
Marcela Prado
Horacio Aude
Pompeyo Lobato
Miembros todos de la mejor redacción que el decano de la prensa nacional, El Dictamen, ha tenido en toda su historia, no sólo a mi juicio, sino al de sus lectores.
Orgullo: Cuando recordé mi largo camino por redacciones y publicaciones y a tantos personajes inolvidables que este andar (30 años con sus interrupciones por la vida) me permitieron entrevistar, investigar, reportear.
Esperanza: Me aferro a ella pensando que los espacios de libre expresión (hoy por hoy, la web y honrosos impresos) siempre podrán bordear el juego perverso de los detentores del poder y darán espacio a periodistas que en primer término estén comprometidos con sus lectores.
Y concluyo mi crónica de éste día agri-dulce con una reflexión de Vicente Leñero:
“La ironía, es la mejor arma del periodista y el escritor; nos reímos un poco de la realidad, de las personas. Un escritor sin ironía se vuelve solemne, pedante; uno se ríe de sí mismo también.”
Odio lo solemne y lo pedante. Así que a seguirle dando que lo peor que puede pasar es que nos “den cran” y como “de algo nos hemos de morir y ya no será de parto”…
Cualquier comentario para esta columna que a diario se ríe de sí misma a:
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