jueves, 3 de enero de 2008

¡Números rojos en la Cruz Roja!

Salvador Muñoz

Hace años, en el oficio de reportero, hice amistad con amigos de la Cruz Roja, como el Yogi, el Ruso, la Osa, entre otros, y percibí la entrega de los paramédicos por dar la atención y salvar vidas, y eso se anteponía a cualquier interés.
El ulular de la sirena a veces eleva mi adrenalina pero esos momentos se van haciendo menos. Ya no tengo la misma emoción de hace casi veinte años. Ahora, escuchar a la ambulancia ¡me da cosa!
Pero como la intención no es aburrirlos con las chocheras de un viejo que fue reportero y ahora se dedica a escribir puros cuentos (sin ser político), les va la historia de hoy bajo la advertencia de que todo ¡absolutamente todo! es ficción… hasta la moral de algunos personajes que habrán de aparecer en el siguiente relato… ah, y cualquier parecido de la Cruz Roja de Xalapa con otra delegación, será pura coincidencia… empezamos:
Era tarde. Se encontraba Mariza (la sempiterna secretaria, contadora, cobradora, asistente y cualquier otra cosa que se le ofrezca al doctor Ceballos o al administrador José Luis Flores Márquez) comiendo un delicioso cereal y tomando jugo de los que varios xalapeños entregaron para los damnificados de Naolinco… ¡ups! Perdón, de Tabasco, cuando un señor de aspecto humilde se presentó ante sus ojos, los cuales ni levantó del plato de cereal.
Un seco “¿Qué se le ofrece?” fue lo único que salió de su boca…
–Venía a que me pusieran una inyección…
Sin levantar la vista, gritó:
–¡Águeda! ¡Águeda! ¡Áaagueda! ¿Dónde anda esa mujer? De seguro se fue al Monte de Piedad…
A los gritos desaforados de Mariza, acudió Fili, el paramédico. Su sola presencia cautivó los ojos de la secretaria, contadora, cobradora, asistente y cualquier otra cosa que… bueno, ya saben.
La mirada dulce y tierna contrastó con los gritos de Fili hacia la dama:
–¡A qué se deben tantos gritos! ¿Por qué tanto escándalo?
–¡Ay Fili! Este señor quiere que lo inyecten…
–Pues pásalo con el médico…
–Pues para eso quería a Águeda, para que lo pasara con el médico…
–Pues creo que Águeda no está…
–¡Ay! Es cierto, ya recordé… la mandé a hacer un depósito del administrador… a ver, señor, dígame su nombre para hacerle un recibo…
–Me llamo Contreras…
Ante el apellido, Mariza tembló, no esperó el nombre, y por primera vez dirigió su mirada al hombre e hizo un gesto de disgusto. Le recordaba a alguien que le había tumbado el puesto alguna vez de cobradora…
–¡Son 50 pesos! ¿Trae su jeringa? ¿Su algodón? ¿Su alcohol? ¿Su medicina?
–¡Oiga! Cobra más caro que el doctor Simi…
–¡Pues váyase con él! ¡Ande, ande!
El hombre desembolsó el dinero y fue conducido por Mariza, que de vez en cuando echaba un ojito a Fili…
Al llegar al consultorio, se encontró que el doctor Ceballos Monroy aún no estaba, así que volvió a gritar, pero ahora no a Águeda, la de la limpieza y la de los depósitos, sino a Hada, la buenórrima enfermera.
–¡Hadaaa! ¡Hadaaa! ¿Dónde andará esta enfermera?
–Ni la busque seño Ladrón… le dio permiso el doctor Cebollas para faltar…
Respondió Águeda, quien ya había regresado de hacer el depósito.
–Ya te he dicho que no me digas Ladrón, sino Mariza, y es Ceballos, no Cebollas… dices que le dio permiso para faltar… con ésta ya son tres veces que falta a la semana… pero cuando llegue la quincena, ¡ahí me las paga!
–Pero para qué hace corajes, si sabe que le va a pagar completito su sueldo a la enfermera, ya sabe que es la consentida del doctor Cebollas.
–Me voy a quejar de inmediato con el Consejo…
–Újule, seño Ladrón, ni le busque, no ve que el papá del doctor Cebollas allí manda…
–Entonces… ¿qué hacemos con el paciente?
–Si es paciente, sabrá esperar al doctor o a su enfermera… si tiene suerte, ¡hasta llegan juntitos!
–¿Y si llamamos a la doctora Patito?
–¡No seño Ladrón! ¡Mejor inyecto yo al señor! ¡Qué tal si la Patito lo inyecta mal y hasta nos demandan!
Y el tiempo se fue en discusiones, mientras el paciente había optado por ver una de los televisores de Ahued que mandó para rifar y que se quedó por allí perdido, hasta que se apareció el administrador a poner orden:
–¿Cuál es el problema?
Mariza, tomando la palabra, comentó:
–No han llegado el doctor ni su… enfermera…
–¡Pues hay que correrlos de inmediato!
–Es que son el doctor Ceballos y su… ¡Hada!
–Ehhh… ¡Pues hay que contratar otra enfermera y otro doctor de inmediato!
Y al fin, el paciente Contreras recibió su inyección de penicilina.
Al poco tiempo empezaron a ver números rojos en la Cruz Roja y un Clio rojo (o vino… es igual) en la secretaria.
La indignación entre el grupito de administración estaba en su punto álgido: ¿Cómo era posible que a otras delegaciones les hayan dado más lana que a Xalapa? ¿Cómo? ¿Y la nueva Cruz Roja? ¿Dónde estaba?
Como no se veía de dónde iban a sacar más dinero de no ser por los caídos (en accidentes, por supuesto), al administrador se le ocurrió una gran ideota.
Llamó a paramédicos, enfermeras, doctores, secretaria (contadora, cobradora, asistente y cualquier otra cosa que se le ofrezca al doctor Ceballos o a él), Águeda y hasta al albañil que cómo se la hacen cansada para pagarle los trabajos que hace y expuso lo siguiente:
–Compañeros, compañeras, paramédicos, enfermeras, secretaria (contadora, cobradora, asistente y cualquier otra cosa que se le ofrezca al doctor Ceballos o a mí), nuestro albañil, doctora Patito y demás equipo. Las cosas con Fidel ya no pintan tan de rojo como al principio… los apoyos que nos depositaban ya no son los mismos y como que ahora los enfermos prefieren irse a la competencia con los gordos simplones con la figura del doctor Simi porque cobran más barato… en pocas palabras: ¡estamos en la quiebra!
Ante tal declaración, un murmullo se desató entre los presentes (pues algunos ni siquiera cobran, lo hacen por amor al prójimo), pero el administrador lo tomó como el punto álgido que esperaba conseguir con su declaración:
–¡No sufran compañeros! ¡No sufran! Yo tengo la solución, gracias a la sagacidad y visión de mi querida Ladrón… digo, Mariza, mi fiel secretaria (contadora, cobradora, asistente y cualquier otra cosa que se le ofrezca al doctor Ceballos o a mí), que nos ha iluminado con su sapiencia: ¡Van a ganarse su sueldo con el sudor de su frente!
Nadie entendió la metáfora por lo que Mariza aclaró:
–Lo que quiere decir mi jefe, es que no habrá aguinaldo, no les vamos a pagar en tiempo, a manera de hacer ganar más intereses… ¡vamos a sudar el dinero!
Esta historia continuará…

e-mail: dor00@hotmail.com

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