lunes, 11 de febrero de 2008

Páramo sofocante

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

Ciudad tan complicada, hervidero de envidias, criadero de virtudes desechas al cabo de una hora, páramo sofocante, nido blando en que somos como palabra ardiente desoída… Efraín Huerta

Desde que me hice el propósito de escribir unas cuartillas a la semana decidí que no abusaría de la amabilidad de los eventuales lectores tocando temas en los que mi persona o mi nombre estuvieran directamente involucrados. Por primera vez faltaré a esta promesa, a esta limitación auto impuesta. Discúlpeme, lector.
Hay consideraciones de mala fe que buscan descalificar para inhibir, que pretenden hacerme guardar silencio bajo el argumento falaz de una conveniente prudencia. Había decidido no considerar los comentarios pretendidamente “constructivos”, las afirmaciones o críticas que, ocultas tras el velo de un aparente razonamiento positivo, tenían, tienen, el verdadero objetivo de hacer insoportable la culpa a fin de mantenerme inmóvil. No confundo las amistosas y muchas veces agudas observaciones de varios lectores, además pacientes y buenos amigos. No. Leo con gratitud sus comentarios y en algunos casos rectifico y en otros ratifico mis ideas. Y no soy necio, sino terco, que es distinto aunque para los necios es sinónimo. No es raro, ya que los necios se obstinan en tener razón a cualquier precio aunque la realidad les muestre que están equivocados. No se trata para ellos de presentar una argumentación sólida, inteligente, convincente. Nada de eso. Se trata de de someter, de dominar y derrotar por los medios que sea al que consideran un adversario, y más si lo saben superior. Son intransigentes, y buscan hacer creer que eso es tener convicciones. Ahora vuelven a la carga.
Durante años he recibido críticas y diatribas sobre mi desempeño en cargos públicos. También he escuchado comentarios centrados, acompañados de palabras solidarias, más allá de la sangre, de las filias y las fobias. Otras llegan cargadas de un malogrado sarcasmo. Se impone entonces un deber y haber de las obras y las acciones. Y, para mi sorpresa, no salgo mal parado.
No haré alusión aquí a las enfermizas campañas en contra de mis actividades públicas y mi vida privada. Nacidas de una concepción desvergonzada y cerril de la política, la realidad y el tiempo han desmentido una a una todas las farsas que compraron páginas con insultos, chismes y patrañas. Esa parte de la insidia está saldada. De errores y omisiones reales se hicieron falseados alegatos con saña y soberbia. Llegó a pasar que incluso amigos, aliados y cercanos repetían acusaciones y falacias, muchos con agradecible incredulidad, otros con falsa indignación e ingenuidad, unos cuantos en defensa franca y enterada. Casi ninguno se daba cuenta de que al repetir las mentiras de los adversarios, involuntariamente acentuaban el daño buscado por los que pagaban y publicaban disparates. Otros sin embargo, eran plenamente conscientes de que así era, y aparentando aflicción hicieron eco de la ofensa y la condena para duplicar el daño y llevar agua a su molino futurista.
En esa turba de mentiras pareció sepultada toda aspiración, todo afán de reanimarme, toda intención de levantarme. De repente, el futuro no estaba en ninguna parte. Sentí entonces en carne propia la sórdida lejanía de gentes que creí cercanas por sangre, por lealtad, por afecto y cercanía. Duele, como no. Quisieron quitarme todo y casi pierdo hasta el nombre. Pero el sosiego, la paciencia y la voluntad van poniendo las cosas en su sitio. Que conste, no me quejo. Asumo los riesgos y su costo. Educado para jugar limpio, soslayé la capacidad de traición y maldad que hacen de ciertas formas de hacer política un acto casi pornográfico. Añadí a mis propias faltas la creencia en el fair play. Y me equivoqué.
Nunca he sido sumiso ni obediente. Tampoco soy un tipo arbitrario, menos intransigente. Si puedo ser disciplinado, sobre todo en las cosas en las que creo y con la gente que respeto. Esas características pueden ayudar a explicar el por qué de confianzas, simpatías, prejuicios y rencores. Eso y la envidia, aunque bien a bien no sepa que genera en mis malquerientes ese repugnante sentimiento, por cierto un pecado capital. Cometí errores, cierto. ¿Quién no, pregunto? Hay un prejuicio tapizado de certeza de que quien se equivoca una vez lo hace para siempre, y también de eso tuve mi ración. No. Para los seguidores de este dogma invariablemente es más cómodo reprobar y condenar las caídas ajenas que confesar los propios fracasos. Y allí están los verdaderos derrotados, señalando con imaginaria superioridad los errores de otros para esconder los suyos entre la gritería.
Tuve también, justo es decirlo, la compañía solidaria de personas queridas e incluso el respaldo de otras impensadas. Su aliento, sus palabras serenas, sus reproches amistosos, sus conceptos y reflexiones dieron justa dimensión al pasado. Sigo percibiendo su impulso para reiniciar la ruta, para retomar el camino y la decisión, para rectificar y no perder el paso. Sin miedo al debate, proclive al acuerdo, dispuesto a la polémica, atento a la trampa. Sin temores, sumando al carácter inteligencia y pasión a los retos, sin cobardía, sin derrotismo, resignación ni desaliento. Con la seguridad y certeza del que busca el bien. El futuro no está escrito, y eso es una oportunidad para los que sabemos distinguir la a de la zeta y el pasado imperfecto del presente pasivo.
Perdón si me extiendo. Pocas veces y con casi nadie hablo del tema y no quiero aburrir a mis contados y pacientes lectores. Pero al parecer vienen de regreso la envidia y la mentira. Y ya no pienso dar un paso atrás ni hacerme a un lado.
Apareció en el Diario de Xalapa una nota en la sección de Comunidad y Cultura, con fecha 6 de Febrero de 2008, sin firma, lo cual me hace pensar que se trata de una inserción pagada, cuya cabeza dice “Orquesta Sinfónica del DIF impulsa la cultura en Martínez de la Torre”. Ese hecho, plausible, es presentado en la nota como el “parto” de la cultura en nuestro municipio. Primera pista: los alevines de político quieren hacer creer que junto con ellos llegará el futuro. Será porque buscan desfigurar el pasado. En la misma nota se reseña el concierto ofrecido en esta ciudad por la Orquesta mencionada, evento que por cierto resultó un éxito, y no ciertamente por el apoyo del redactor de la nota referida.
Aunque imaginables, desconozco los motivos y obsesiones del autor y del redactor de la nota. Eso sí, las referencias preñadas de mala fe que en ella hacen de mi persona ponen en duda la seriedad y capacidad periodística del escribiente y su patrón. En ella me señala el escribano como destructivo, revanchista, visceral y no sé cuantos adjetivos más. La aversión del redactor, falta inaceptable en un reportero competente, le permiten hacer de un hecho, el traslado de la Casa de Cultura del centro de la ciudad a la Finca La Soledad, un pretexto para discurrir necedades, desnudar sus filias revanchistas y satisfacer sus fobias viscerales.
La mudanza de ese inmueble durante mi período como Presidente Municipal de Martínez de la Torre (1998-2000), tenía como objetivo dar a la Casa de Cultura una sede digna, con espacios suficientes para sus actividades, para la construcción de una Biblioteca Municipal y la organización de talleres, cursos, conciertos, exposiciones, muestras, tertulias, etc. Mi salida de la Presidencia Municipal y la llegada sucesiva de autoridades sin tino ni destino empañaron ese objetivo. Sigo pensando que todos los esfuerzos por impulsar la cultura deben dirigirse a contar con un lugar cuyo espacio sea el idóneo y su ubicación la elemental para facilitar la realización de este tipo de actos. No entiendo el obsesivo afán de custodiar la cultura entre cuatro paredes. Es mi opinión y como siempre y como todos tengo derecho a expresarla sin pedir permiso. Sin embargo, he propuesto al Presidente Municipal y al Patronato de la Casa de Cultura alentar la reubicación de quienes ocupan hoy las oficinas de la antigua sede cultural, armar un proyecto y reconstruir dicho espacio, ya con las especificaciones que este tipo de recintos exige. Ambas partes han dicho que sí.
Como alcalde, como legislador, como ciudadano y como empresario de los medios he apoyado desde siempre, por convicción y no por moda o conveniencia, la pluralidad, la apertura, la tolerancia y el impulso a actividades sociales, culturales, periodísticas y deportivas de indudable creatividad, valor y trascendencia. Ha habido en cada caso intentonas por apropiarse de los logros y por demeritar y desprestigiar una labor que no puede ocultar la incansable repetición de mentiras. El único concierto de la Orquesta Sinfónica de Xalapa en Martínez de la Torre, una de las mejores y la más completa de las ferias de la región, la Feria Expo Martínez 92’, presentación de jaraneros, grupos de rock y de jazz, muestras de cine, exposiciones, viajes culturales, espectáculos de danza y teatro así como el regreso del futbol profesional a nuestro municipio, son parte de un recuento mucho más extenso de actividades que han contado con mi apoyo y participación, sin intenciones políticas ni partidistas, si con el genuino afán de impulsar el crecimiento de mi región. Durante mi gestión como Presidente Municipal se organizaron más eventos culturales, educativos y deportivos que en todos los trienios anteriores juntos. Hubo entonces el respaldo y la colaboración de muchos martinenses sin afanes protagónicos, cuyas críticas y opiniones jamás buscaron el anonimato.
De alguna manera, notas pagadas como esta, aunque distrae mi atención de temas interesantes, refuerzan mi intención de participar en tareas sociales, políticas y culturales. No busco ni el aplauso ni el reconocimiento alquilado. Tampoco voy a permitir que cualquier diletante pretenda deformar con fines políticos lo que es incapaz de entender. Tipos como el de este caso, de su catadura, me confirman que algo estoy haciendo bien. Para tipos así es preferible que me rinda. Es más cómodo para él y sus califas inventar y exagerar fallas, condenar aciertos, recargar obstáculos y demeritar capacidades. No pueden, no saben, construir alternativas propias. Será porque carecen de lo necesario. Pero no será suficiente para que interrumpa mi esfuerzo por hacer lo que sé, por convicción y vocación. Nada más y nada menos.
Termino como empecé, con una disculpa y una cita del maestro Efraín Huerta, un poeta mexicano, por cierto, de infatigable lectura: Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose, varias docenas de cobardes, niños de la teoría, de la envidia y el caos, jóvenes del "sentido práctico de la vida", ruines abandonados a sus propios orgasmos, viles niños sin forma mascullando su tedio, especulando en libros ajenos a lo nuestro.

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