miércoles, 19 de marzo de 2008

Palabras de asueto

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

Días de guardar, marca la liturgia y obliga la tradición. Días de reflexión, memoria, luto y alegría. De la entrada triunfal del Domingo de Ramos, al viernes de crucifixión para llegar al Domingo de Resurrección. Simbolismo religioso y personal. De la muerte tan próxima a la evocación de los ausentes. Una vida, muchas, todas, condensada en una semana, quizá por eso Santa, Mayor. Así nace la fe, de encontrar en “el otro” las evidencias de la experiencia propia. Mientras tanto, alrededor de la feligresía vacacionista la suspensión de labores es sólo oficial, porque allá afuera todo sigue.
Por sus hechos…
Mouriño es un caso que se cuece aparte, pero que sabe y huele igual que cualquier contubernio tenebroso del priismo temprano o del perredismo tardío. Tan distintos que presumían ser y tan iguales que son. Cada partido con su Ahumada, su Bejarano, su Montiel o su Mouriño. Los mismos que volaron tan alto y cayeron tan bajo. No cabe duda. Eran tan opuestos y se parecen tanto. Habrá que hacer un estudio fisonómico.
Los panistas, tan dueños de la (doble) moral, los amos de la verdad y las buenas costumbres, los señores que son rectos, los vigías de la honradez, han demostrado que la autenticidad no es lo suyo desde Tantoyuca hasta Bucareli, pasando por supuesto por Martínez de la Torre. Lo suyo es agazaparse, refugiarse en casas sin dueño, ascender tirando lodo a aquellos a los que no saben ni pueden vencer, construir un enfermizo culto a dioses falsos y culpar siempre a los otros de las desgracias que se infringen a sí mismos en pantomimas que humillan a los ciudadanos. No saben de argumentos. Se atrincheran en palpitaciones febriles y verdades a medias. Son, por lo mismo, defensores lo mismo de Hugo Sánchez, tan triunfador él, que detractores calenturientos y delirantes de cualquiera ajeno a su cofradía, de todo el que los supere en ideas y talento, tenga o no partido. Tampoco la autocritica se les da. Se refugian en pretextos y falsas razones y esconden la verdad bajo su alfombra, el mismo lugar donde guardan lo peor de sí mismos. No saben, no pueden, no quieren, responsabilizarse de sus acciones, sus palabras, su propia historia. Ayer, efervescentes fanáticos de lo peor del priismo, ese que llegó a sus filas para inyectarles triunfalismo, vicios electorales y, por supuesto, dinero. A su vera crecieron especímenes que antes los escandalizaban, después los encandilaban y hoy ruborizan hasta al más cínico y rapaz. Pero son incapaces de aceptar sus excesos, sus mentiras, sus insultos infundados. Soberbios en el triunfo, achicados en la derrota. Ciegos y sordos siempre a lo que no se ajusta a sus caprichos. Hoy, en su mayoría integran rebaños en desbandada, en búsqueda de un nuevo mesías que les preste voz, espacio, visibilidad, que les dé aire. Viven confundidos. No es que sean críticos, es que están frustrados. Y por ahí se les ve, extraviados, caminando de lado y escondiendo la cabeza.
Eso es acá, pero allá con el caso Mouriño el Peje quiere desviar la atención de su habitual radicalismo y frecuente incongruencia. Lo consiguió con puntualidad y precisión, y el debate paso de la intolerancia perredista a la falta de ética panista. Pero adentro deberían haberlo sabido y por tanto haberlo previsto. Pero son tan dueños del mundo, que nos hacen un favor al existir.
Mouriño, el español, el “chilango”, el mexicano, el madrileño. Y pensar que andaba tan campechano. La capacidad de Mouriño está en duda, no por el ataque pejista, sino por la torpeza para definir la estrategia y preparar la defensa. Lacrimógena al principio, auto incriminatoria al final. Hice lo que hice, que está mal y es indebido, pero no ilegal, dijo. Sale, pues. No te defiendas, compadre, que te ahorcas.
En el fondo, la discusión es sobre la ética pública, no sobre Mouriño. Mouriño es ya un proyecto truncado, un tropezón del sexenio. Tan carita él. Su caso no puede, dice la siempre útil y salvadora pluma de Denisse Dresser, convertirse en una anécdota más.
Es un error acreditado por la historia el intento de usar la Secretaría de Gobernación como eje para la construcción de una candidatura. Lo delicado de su tarea, la multiplicidad, complejidad y diversidad de temas e intereses que giran a su alrededor, la necesaria interlocución con personajes, grupos, protagonistas e instituciones de todo tipo y color, entre otras cosas, obligan al titular de esa área a ser intachable e incoloro, pero nunca insulso o insípido. O torpe. O de nacionalidad indescifrable. O todo y nada de eso.
No puede, o no debe, torcer la ley. No debe, o no puede, jugar con ventajas sobre sus potenciales adversarios de elecciones futuras. Al titular de Gobernación, si aspira a la titularidad del Ejecutivo, todos lo verán como adversario, como enemigo, como el dueño y usuario de cartas marcadas y no como el interlocutor necesario. Y todos, como es el caso, intentarán destruirlo.
No llegó ahí solo, eso es verdad. Si esa fue la idea, la intención, tan obvios ellos, parece que no les va a salir. Y solo deberían haber volteado para atrás para darse cuenta.
Desde Luis Echeverría nadie ha salido de esa oficina para ser Presidente de la República. Y lo mismo sucede en algunos estados del país. Veracruz es un caso recurrente. Tal vez por la estrategia echeverrista, de deformar la ley y la verdad para ser candidato, esa oficina quedo vacunada para futuros ocupantes. Ni Mario Moya Palencia, ni Manuel Bartlett, Fernando Gutiérrez Barrios, Esteban Moctezuma, Emilio Chuayffet, Francisco Labastida o Santiago Creel superaron la maldición echeverrista. Todos con más o menos virtudes para ser buenos presidentes de la República. Algunos fueron el hombre correcto en el lugar equivocado. Y otros, como Echeverría, el hombre equivocado en el lugar y momento oportunos. El fue el último en lograrlo, y parece que seguirá siéndolo.
EL Presidente puede venir de Hacienda, como López Portillo, o de Programación, como de la Madrid y Salinas, o de la nada, como Fox. Pero no de Gobernación. El Secretario de Gobernación debe servir al país y al presidente, no a sus propias aspiraciones. Y la seducción de saberse poderoso más la tentación de tener de una vez todo el poder nubla la vista, hipnotiza al aspirante y lo obliga a intentar subir el último escalón. Y se desbarrancan. Lo mismo allá que acá.
Dicen los que saben que la renuncia o salida de Mouriño fortalece la intransigencia y radicalismo del Peje, ya de por sí de manteles largos por el nacimiento escabroso y nada pulcro de Alejandro Encinas como nuevo jerarca perredista. Tal vez, si se ve como hecho aislado. Pero tal vez no, si se enmarca en un rebase por la izquierda efectivo, real, en un golpe de timón calculado, medido.
Si los grandes temas son la reforma energética, la evolución del campo y la agricultura y el escándalo en Gobernación, que se vayan los tres juntos y lleguen personajes con el temperamento, los conocimientos y el carisma que les permitan alcanzar el respeto de sus interlocutores para conseguir objetivos y destrabar negociaciones. No hay radical que valga ante el talento, la verdad y la ley. Y un manejo inteligente de medios, por cierto, también ayuda.
¿Como se vería, por ejemplo, que el mismo día en que Calderón anuncia le llegada a Energía de Cuauhtémoc Cárdenas, y en Agricultura vemos el ascenso de Leticia Deschamps, gente experimentada y conocedora, toma posesión en Gobernación alguien con la estatura incuestionable de José Woldenberg? Entonces sí, hasta aquí gritó el borracho.
En el área política se empezaría a hablar en serio, con beneficios múltiples y para todos, sociedad, partidos, cámaras y gobierno, se pondrían reglas claras y parejas, interlocutores válidos y un mínimo de orden para el 2009 y el 2012, se destraban tres áreas esenciales en las que doña Georgina Kessel, Beto Cárdenas y Mouriño ya no tienen idea de en donde están ni saben qué hacer en donde están, el control político panista pasa a su Comité Ejecutivo Nacional y su estrategia electoral sigue en la política social.
Para lograr algo así se requiere sensibilidad y lucidez, por supuesto. Y hacerse a la idea de que Juan Camilo ya no es delfín, sino rémora.
Claro, estas son palabras de asueto, de espera. De ocio, pues.

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