lunes, 18 de agosto de 2008

Disparando

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de cosas pequeñas

Junto con el aborto y el monto de los impuestos, el derecho de los ciudadanos a poseer y llevar consigo armas de fuego es uno de los temas mas debatidos a lo largo de décadas de la historia contemporánea de los Estados Unidos de América, quizá más discutido que la pena de muerte. Mientras que un número importante de autoridades locales, principalmente jefes de policía, intentan poner límites a este supuesto “derecho fundamental”, decenas de legisladores abanderan la causa contraria y propician leyes que tutelan a los usuarios de armas con fines recreativos y para su “autoprotección”.
Actualmente, hay cientos de litigios pendientes de resolverse en distintos tribunales que deben decidir sobre el uso “legal” de pistolas y rifles por parte de la gente. Hace poco, el Congreso del Estado de Florida emitió una ley que permitía a los patrones el prohibir a sus empleados la portación de armas dentro de los locales de trabajo, sin embargo, el juez federal Robert Hinkle determinó que los dueños o gerentes de los establecimientos están en libertad de prohibir la portación a sus clientes y visitantes, pero no a sus empleados (¿?), con lo que canceló la vigencia de dicha ley. Por primera vez en su historia la Corte Suprema de los Estados Unidos ha intervenido directamente en este debate, al señalar –en junio pasado— que todos los ciudadanos del país vecino tienen derecho a poseer armas en sus casas, para protegerse.
En el lado de los “rudos”, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), creada en 1871, se define a sí misma como la “organización más antigua de los EUA dedicada a la defensa de los derechos civiles”. Esta agrupación administra muchos millones de dólares que recibe mediante donaciones deducibles de impuestos, colectas y banquetes de recaudación que utiliza para financiar becas, programas de capacitación, eventos deportivos y actividades culturales (incluyendo su famoso museo) pero especialmente para realizar un agresivo cabildeo frente a todas las autoridades de la Unión Americana, en defensa del uso de armas por parte de los ciudadanos.
Este poderoso grupo de presión frecuentemente vinculado a los programas políticos más conservadores y cuyo lema es algo así como “abraza la libertad”, resulta temido, respetado y repudiado pero nunca ignorado, debido a que posee cerca de cinco millones de afiliados, algunos muy famosos como el recién fallecido actor Charlton Heston, quien fue su presidente entre 1998 y 2003 y defendió radicalmente el uso de armas por parte de los ciudadanos.
La discusión de este tema se profundiza mientras que algunos expertos atribuyen a la proliferación de armas (legales o no) el incremento de los índices de violencia y una mayor disposición de los delincuentes –apoyados en estos instrumentos para matar— para cometer crímenes, además, por supuesto, de otros factores como los culturales, las psicopatías y los niveles de acceso a oportunidades de desarrollo personal. De una inferencia lógica se sigue que habría menos homicidios y agresiones si las armas y municiones no estuvieran disponibles en los mercados, como si se tratara de sombreros o manzanas.
En contrapartida, la NRA afirma –citando estadísticas— que la idea de que las leyes de control de armas contribuyen a prevenir la criminalidad no es mas que una fábula y ejemplifica con el caso de Washington, cuyas autoridades prohibieron desde 1977 la venta de armas en esa ciudad; según la NRA, para 1990, el número de homicidios se había triplicado en la capital de EUA. Estos activistas hablan de casos similares para la ciudad de Chicago, para el estado de California y para Maryland y aseguran que los asesinatos con armas de fuego son bastante más altos en donde la venta de éstas sigue regulada o prohibida.
La utilización de armas como mecanismo de autoprotección conlleva riesgos y favorece los abusos que se pueden cometer cuando se argumenta “legítima defensa”, al amparo de la cual suelen esconderse crímenes sofisticados. Pretender que cada ciudadano deba estar armado para defenderse de posibles agresiones implica, en esencia, la negación del estado de derecho y, más gravemente, la imposibilidad de convivir pacíficamente de manera ordenada y de acuerdo con un mínimo de reglas sustentadas en el respeto mínimo que todos debemos a las personas y a los bienes de los demás.
Suponer que se necesitan pistolas y rifles para la autodefensa implica – también— que la sociedad es incapaz de formar a niños y jóvenes en torno a una cultura cívica en la que cada uno debe reconocer sus límites, empezando por la integridad física de los otros y los bienes que les pertenecen y de los que nadie tendría que apropiarse ilegalmente. Si cada persona tendrá sus propias armas para defenderse, policías, fiscales y jueces se tornan innecesarios. Esta es, en pocas palabras, la negación del Estado como ente jurídico o, en términos de Hobbes, la guerra de todos contra todos.
Sin embargo, en una etapa más de este agrio debate, la Junta Escolar del Distrito de Harrold, en Texas, aprobó de manera unánime que los maestros que reciban cierta capacitación en manejo de crisis y uso de armas, puedan llevarlas consigo dentro de las escuelas, durante la jornada laboral, para “protegerse a sí mismos y a los alumnos” en caso de agresión. La medida entra en operación el próximo 25 de agosto, con el inicio del ciclo escolar y, a decir de sus promotores, cuenta con el beneplácito de los padres de familia, seguramente impactados por el incidente de abril de 2007 en la Universidad Tecnológica de Virginia, en el que el estudiante Seung-Hui Cho asesinó con armas de fuego a 32 personas, antes de suicidarse.
Tal vez tengan la razón estos texanos. Tal vez convenga que, una vez más, les copiemos como solemos hacerlo cuando no encontramos mejores soluciones. Quizá OPORTUNIDADES debería repartir, en lugar de vales de despensa, becas y subsidios sin vocación partidista, revólveres magnum y escopetas de doble cañón que nos devuelvan la paz pública y la confianza en el futuro. Tal vez disparando unos contra otros… al final queden sólo los buenos ciudadanos, aunque sean poquitos... y excelentes tiradores.

antonionemi@gmail.com

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