lunes, 8 de septiembre de 2008

Opinando

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de cosas pequeñas


El pasado 22 de febrero, unas semanas antes de que le fuera diagnosticado un tumor cerebral, el senador Edward Kennedy sorprendió a los asistentes a un acto proselitista cantando en español una versión casi literal de “Ay Jalisco, no te rajes” que habría entusiasmado al mismo Jorge Negrete. La reunión era para convencer a los delegados demócratas de Texas de que respaldaran al entonces precandidato Barack Obama. Hace 12 años, en la campaña que permitió a William Clinton derrotar a George Bush padre, una promoción de este tipo no sólo era impensable sino que probablemente habría tenido funestos resultados políticos para el candidato y quizá para el propio cantante.
Sin embargo, el 3 de julio de este año –130 días después de la canción de Kennedy— el republicano John McCain visitó México procedente de Colombia y permaneció aquí 24 horas, suficientes para una entrevista en Los Pinos con Felipe Calderón, otras con el Procurador de la República y el Secretario Federal de Seguridad, para reunirse con empresarios de la Cámara Americana de Comercio, para una visita al Centro de Mando de la Policía Federal en Iztapalapa y, of course, una peregrinación a la Basílica de la Virgen de Guadalupe, cuyo rector Diego Monroy le impuso ambas manos sobre la cabeza, para bendecirlo.
Este giro en el activismo electoral del vecindario norteño no es superfluo ni carece de razones: de acuerdo con el Consejo Nacional de Población, en los Estados Unidos viven unos 8.5 millones de migrantes nacidos en México; de entre ellos, unos cinco y medio millones poseen permisos de residencia e incluso la ciudadanía estadounidense. Existen, además, 13 millones de ciudadanos norteamericanos de origen mexicano que conservan sus vínculos familiares e importantes elementos culturales, empezando por el idioma; de modo que en estricto sentido, se trata de más de 21 millones de personas, algo así como el 8% del total de la población de EUA y el 20% de la población de México.
Pero eso no es todo: la frontera entre nuestro país y los Estados Unidos es una de las más grandes del mundo: mide 3,326 kilómetros de largo y es, sin duda ninguna, la que más cruces legales registra en el planeta: alrededor de 350 millones de tránsitos por año; tampoco es despreciable la estimación de cruces indocumentados que, probablemente, también encabecen la lista mundial. Se calcula que sólo en la última década emigraron temporal o definitivamente hacia los EUA unos 350 mil mexicanos por año. Esto explica que México sostenga alrededor de 50 consulados generales y de carrera en territorio de la Unión Americana (el mayor número de un solo país en otro país) sin contar a los cónsules honorarios.
En materia económica, la Embajada de Estados Unidos en México presume emocionada: “Los Estados Unidos son el mayor socio comercial de México. Adquirieron 85% de las exportaciones totales de México en 2006. México es el tercer socio comercial de EUA, después de Canadá y China. El comercio bilateral de bienes llegó a 332 mil millones de dólares en 2006 –si se incluyen los servicios, cada día comerciamos más de mil millones de dólares. En términos comparativos, en poco más de un mes, el comercio de los dos países es igual a lo que México comercia en un año con el total de los 27 los países de la Unión Europea”.
Y agrega: “En los últimos 10 años, 90% de los turistas extranjeros que visitaron México han sido de de EUA. 72% de las importaciones agrícolas de México vienen de EUA; han crecido anualmente 11% en promedio en los últimos 5 años. En 2006, México fue el segundo abastecedor de petróleo para EUA. EUA proporciona hasta 50% de todos los insumos para las empresas maquiladoras, manufactureras y de ensamblaje, lo que origina ventas anuales por más de 41 mil millones de dólares”.
Lo cierto es que al margen de posiciones ideológicas, de filias y fobias, de los profundos agravios constituidos por 200 años de historia compartida (incluyendo la pérdida de la mitad de nuestro territorio), al margen también de las grandes discrepancias que implican los respectivos “proyectos de nación” y las abismales diferencias entre los índices de desarrollo humano de uno y otro país, asumiendo la enorme dificultad mutua para entendernos e, incluso, la intolerancia y la hipocresía que permean –por ejemplo— el concepto norteamericano de inmigración indocumentada (a la que en realidad EUA debe buena parte de su gigantesca economía), es evidente que ha quedado muy superado el concepto de “vecinos distantes” que sustentaba la creencia de que cada país marchaba a su aire y con mínimos niveles de vinculación e interdependencia.
La relación bilateral es, por muchas razones, incluyendo –para bien o para mal— la mutua penetración cultural, un proceso que seguramente crecerá y se intensificará sin retorno; la geografía, la historia y la economía nos condenan a ello. Por eso, las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos son de gran trascendencia para México. Por eso, demócratas y republicanos hacen campaña con México y con los mexicanos. Tal vez por eso Felipe Calderón expresó, en el marco de una entrevista fallidamente imparcial y nada sutil que “…si bien el candidato demócrata Barack Obama tiene un importante apoyo de la comunidad mexicana en Estados Unidos, el republicano John McCain conoce mejor la realidad de México”.
Ojalá que esta declaración presidencial no agravie a Obama que, según las encuestas, lleva una nada despreciable ventaja de 8% en las preferencias electorales y que, de por sí, ve con recelo al Tratado de Libre Comercio y, según se percibe, tampoco simpatiza con la idea de un acuerdo migratorio de fondo con México. En cualquier caso y haciendo uso del derecho que todos tenemos a opinar –aunque sean imprudencias— desde aquí le digo a don Barack (a nombre de todos los mexicanos, por supuesto) que no hay tos, que es un morenito simpaticón, muuuuuuuy inteligente y entusiasta y que aunque despreció a la Hillary –sus razones tendrá—, “lo queremos, Obama, lo queremos…” (aunque queremos más a McCain). Ah… y le pido por favor que nunca opine sobre nuestros candidatos mexican curios, porque eso nos enoja mucho.
antonionemi@gmail.com

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