jueves, 16 de octubre de 2008

De representantes, autoridades y dignatarios

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

Ha sido una vieja discusión de teóricos y eruditos el sentido y las categorías de la representación política, su origen, su utilidad, su legitimidad, las obligaciones del representante, sus funciones y características. Y mientras se define en la realidad y la academia el sentido de la representación, también para el ciudadano común implica una cuestión a resolver: ¿Qué se le puede y se le debe exigir a un representante popular, a un diputado, a senador, a un regidor, a un síndico? ¿Cuáles son sus obligaciones frente a la población? ¿Cómo debe ser su relación con el Partido político que los postula? ¿Son autónomos, soberanos, absolutos? ¿Deben ser participativos, simples testigos, disciplinados o independientes? ¿Están por encima o a la par del Presidente? ¿Tienen las mismas funciones que el Ejecutivo? ¿Pueden actuar en su lugar, imponerle su voluntad? ¿Tienen derecho a exigir su parte proporcional en la obra pública? ¿O deberían gestionar obras sin asumir facultades en el cobro del diezmo? ¿Cuáles, son sus responsabilidades, sus obligaciones, sus deberes? ¿Es correcto que exijan privilegios, que oculten sus salarios, que utilicen recursos públicos para cubrir gastos personales? ¿Deben informar a la ciudadanía sus actividades, sus gestiones, sus iniciativas, sus logros? ¿Pueden inmiscuirse en todos y en cualquier asunto del país, del municipio, del estado?
Si el representante es producto del voto directo, si el ciudadano votó en una boleta electoral específicamente por el susodicho, hay entonces una relación directa que permite clarificar los vínculos entre la autoridad y sus representados. Si, por el contrario, la autoridad llega a su cargo bajo el principio de la representación proporcional, sin pedir el voto para sí mismo, sin ser el depositario directo de la confianza ciudadana, si se asume un cargo con el solo y a veces fortuito hecho de aparecer en un lugar privilegiado en una lista elaborada con criterios arbitrarios, o sin ningún criterio lógico, fundado, justo, entonces lo mismo el ungido como representante que la población pueden naufragar entre el desorden y la confusión. El edil porque no sabe a quién representa, si a quien lo puso en la lista, a la población de la que es autoridad o a sus propios intereses, en cuyo caso sus prioridades y los beneficios de su actuación empiezan y terminan consigo mismo, y el ciudadano porque no votó por ese representante y debe sin embargo asumir que es una autoridad legítima. Y es oportuno recordar que una autoridad puede estar revestida de legalidad, pero la aceptación ciudadana, la aprobación social y la legitimidad la dan los hechos, los actos, las gestiones de beneficio colectivo, y se pierde legitimidad y autoridad si se obedece a pretensiones y protagonismos de carácter personal.
La autoridad puede serlo sin tenerla. Si es moral o política, si la confiere la ciudadanía, si hay quién se la gana por su rectitud, por su dignidad, por su buen juicio y desempeño, entonces la autoridad es más auténtica que la legal, aunque menos efectiva en el acto de gobernar. Las preguntas, sin embargo, siguen sin respuesta: ¿Qué debe hacer un edil, por ejemplo, de frente a la ciudadanía? ¿El legislador, un diputado, un regidor, es ejecutivo, es el que manda, o el que vigila, el que supervisa? ¿Un representante popular está obligado a informar o solo a exigir informes? ¿Qué facultades tiene para ello?
Un representante en principio debe hacer eso, representar con dignidad a la ciudadanía, no importa si su origen está en la voluntad popular o en un designio superior. No importa si es electo o únicamente un “elegido”. Su trabajo debe desempeñarse con dignidad, autoridad y categoría, porque no es a si mismo a quien debe obedecer, sino a una colectividad, a una entidad, a una corporación, a una sociedad. Y no precisamente sociedad anónima.
Es a través de los representantes que los ciudadanos pueden influir en los actos de gobierno, en las políticas públicas, en las decisiones ejecutivas o disposiciones legislativas. A veces ni los representantes ni los ciudadanos adquieren conciencia de ello. Y entonces la confusión se vuelve caos, el caos un desorden, el desorden un relajo, el relajo termina en desmadre y al final naufragan todos. Los representantes porque no estuvieron a la altura de los ciudadanos, y los ciudadanos porque no pueden siempre elegir directamente a sus representantes. Y el voto es una prueba de ácido que no todos aprueban y a la que pocos se atreven a arriesgarse. Pero necesaria. Ya seguiremos con esto.
Justica y Desagravio
El edil saluda desde lejos con una sonrisa forzada. Hace la seña de hablar por teléfono y 20 minutos después contesto su llamada. Habla tranquilo, saluda afectuoso:
-¿Cómo estás cabrón?
-Bien, chambeando, observando, caminando…
-Si, ya sé. Pero vas cuesta arriba.
-No será la primera vez. Por eso no cargo lastre.
-Tú sabes lo que haces.
-Creo que sí. Hasta ahora, la respuesta es favorable, positiva. Lo hago en abierto, con un proyecto, con idea, con agenda de gestión, con propuestas legislativas.
-Has recuperado terreno, pero vas a pisar callos otra vez. Tienes con qué, pero hay que lograr que se revaloren los hechos, los logros. Se han repetido muchas mentiras entre propios y extraños. Pocos saben lo que dicen, algunos hablan con mala leche… No es fácil.
-Mejor. No será por difícil que decida no hacerlo. Hasta ahora algunos amigos, algunos productores, empresarios, autoridades, alientan, empujan, motivan. Pero que me cueste trabajo. Nunca he tenido las cosas peladitas y en la boca. Y además, soy un ciudadano libre, sin ataduras partidistas.
-Por cierto, te leí.
-Gracias.
-Me dijeron que ni parece que fuéramos amigos.
-Que constructivos… ¿Por qué?
-Yo atiendo los laudos laborales en el Ayuntamiento, por Ley a mí me toca, y en tu Hoja hablas de un caso laboral en el que se pide “mochada”. A mí no me viene el saco...
-¿Entonces? Hablo de cualquier Ayuntamiento en el que se de un caso así. La deshonestidad no tiene fronteras. Se da en Oaxaca o en Veracruz.
-¿Me crees capaz de hacer algo así?
-Espero que no. Pero debería preocuparte que los lectores de la Hoja hayan pensado de inmediato en este Ayuntamiento, y que los hayan creído capaces de hacer cosas así. Eso no es culpa mía.
-Sé que no estamos como deberíamos, pero en lo que se refiere a lo laboral, estoy limpio. ¿Quién te dijo lo del juicio? Dame el nombre… ¿Y lo de la policía?
-Cierto. Y si están limpios, por ti, por Ustedes, que bueno. Que así sea. Pero este es el primer año, y ya están debilitados. Insisto, lo preocupante es que para todos es posible que suceda algo así. Y creo que tienen cosas más importantes que demostrarle a la gente.
-Lo vamos a hacer, pero no es fácil.
-Eso ya se sabía. Que Dios reparta suerte.
-Nos vemos.
-Nos vemos.


Divagaciones globales
Todos sabemos de Barack Obama, de lo que representa para la actividad política, para el avance civilizatorio, para el equilibrio geopolítico, para la esperanza y el idealismo hoy tan vapuleados y menospreciados. Aún cuando sólo fuera por su nombre, en la tierra de los Rockefeller, Forbes y Chenney, en el país de los Presidentes Nixon, Reagan, Ford, Bush, que un aspirante a la Casa Blanca sea un senador de color llamado Barack Obama es un símbolo, una señal de futuro, una apuesta por la tolerancia, por el mañana.
Frente a una campaña difamatoria y ante adversarios de la bajeza de Sarah Palin, auténtica mujer de las nieves, espécimen del sexo femenino aparecido en los Estados Unidos después de cruzar el estrecho de Bering, y aventajando con 14 puntos en las encuestas a John McCain, una vez superado su contendiente con ideas, argumentos y propuestas, en tres debates y frente a la opinión pública mundial, el mundo espera con avidez la elección de Obama el próximo Noviembre. Y en un mundo empresarial pobre de ética, en un ambiente financiero sin regulación, sin medidas y repleto de ambiciones desatadas, en un planeta en conflicto permanente y descomposición imparable, frente a la Europa de Berlusconi y Putin, con vecinos en América Latina cómo Chávez y Ortega, los Gordon Brown, Rodríguez Zapatero, Lula, Bachellet, Merkel, Sarkozy, necesitan un aliado inteligente, sensible y poderoso. Y ahí viene Obama. Porque ya es hora de que en algún lugar ganen los buenos, chingá.

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