lunes, 22 de diciembre de 2008

¡Por qué odio la Navidad!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Antes de entrar a detalles de mi lado oscuro, digo: verde (de Grinch), creo que vale la pena comentar algunas cosas que hacen que la vida valga la pena:
1.- Los ojos de doña Elia Vázquez Guevara.
Sus ojos los descubrí ayer, cuando fui al informe del alcalde de Perote. Allí estaba Manuela Aburto Landa, propietaria de Ópticas Dior y presidenta de la Fundación “Ayúdame a ver”.
Igual, un sinnúmero de alcaldes de la región o distrito, como el de Acajete, Atzalan, Rafael Lucio, Altotonga.
Dos figuras resaltaron en cuanto hicieron acto de presencia en el Salón que sirvió de recinto para el informe de Guillermo Franco: Don José Yunes Suárez y su hijo, Pepe Yunes Zorrilla, cuya mano nunca se cansa de saludar a tanta gente que lo quiere y admira.
Allí, en ese lugar, en primera fila, don Horacio Díaz Galindo, aquel maestro de Ciencias Naturales que impartió clases a Pepe Yunes… “era bueno”, nos comentó.
A su lado, don Juan Zétera, a quien le comentábamos que su apellido pudiera significar “Todo lo demás”.
Y terciando, don Manuel Gonález Landa, a quien Pepe Yunes calificó como “El Cronista”, provocando el ligero bochorno del hombre que fuera compañero de don Pepe Yunes Suárez. Don Manuel hace un libro sobre la historia de Perote que piensa publicar en el bicentenario de la ciudad en el 2010 y con una dedicatoria especial: Para Pepe Yunes Zorrilla.
Américo Zúñiga, a quien le llamó la atención una foto de Mel Gibson con el edil en la fortaleza de San Carlos, ya estaba presente como digno representante del Gobernador Fidel Herrera cuando la Orquesta de Música del Centro Escolar Pedro Anzúrez, entonando “La bamba”, dio la bienvenida al alcalde de Perote, Guillermo Franco, quien saludó a todo aquel que le salió al paso y agradeció de mano propia la asistencia de sus invitados especiales.
A mi lado, Marian Ricardo Vázquez, una adolescente del Centro Escolar citado, llena de nervios, me pedía el lapicero.
En su mano apuntaba parte del juramento a la bandera. Temía que se le fuera a olvidar y no quería pasar una vergüenza. Le comenté que era fácil y que si se ponía nerviosa, le iban a sudar las manos y se le borraría sus apuntes… respiró profundo y asintió. Al pasar, lo hizo bien.
Tras los actos propios a un informe, Guillermo Franco Vázquez tomó la palabra y habló sobre la fuerte inversión a la que apostó su gobierno en este año: Educación y Turismo.
Discretamente, pasadas las seis de la tarde, llegó “El Tuercas”, el diputado Joel Arcos en medio del discurso que daba el alcalde, quien no dejó de agradecer a los Yunes y a infinidad de personas el apoyo brindado durante 365 días de inversión.
Un video mostró el lapso que comprende la tarea de todos los peroteños: Obras, acciones, transparencia con un solo objetivo, el desarrollo del pueblo de Perote.
Al acabar el video, Guillermo Franco presentó la serie de proyectos que se tienen contemplado para este 2009 y fue ahí, que firme como una piedra, descubrí los ojos de doña Elia Vázquez Guevara, orgullosa pero serena madre del alcalde… su hijo ha cumplido su tarea en este año de labores…
Ver esos ojos de madre hacen que esos momentos de la vida valgan la pena…
Ahora, déjenme contarles por qué odio la navidad en un hecho que, sin querer, igual, involucra a la autora de mis días: mi madre.
Creo que tenía cinco o seis años. Faltaba un día para salir de vacaciones navideñas y se preparaba el festival propio de la época.
Salí de la escuela y mi madre me pidió que la acompañara de compras. Íbamos contentos. Yo le platicaba de lo que había jugado en el kínder con Horacio, un gran amigo. Le decía lo que quería de Santos Reyes, le platicaba de que ya venían en camino los Reyes Magos, visitamos almacenes Blanco (ya desaparecido) viendo cantidad de juguetes y no me decidía qué pedir… compramos algunas cosas para ir preparando la cena para navidad, cuando se nos hizo de noche.
Llegamos agotados a casa y ya cuando mi madre me arropó para dormir, ¡me acordé!
–¡Mamá! Tengo que llevar un disfraz mañana…
Mi santa madre estalló de inmediato en cólera:
–¡Por qué no me avisaste! ¡Por qué no me dijiste cuando fuimos al centro! ¿En qué piensas?
Toda la hermosa tarde que vivimos ese día se vino abajo. La felicidad que era ir de la mano de mi madre desapareció. No me golpeó, pero pensé que lo iba a hacer. Pero gritó:
–¿De qué era tu disfraz?
–De Castor… alcancé a balbucear entre un llanto que ahogaba mi garganta que era apretada por la angustia de ir a mi último día de clases sin el disfraz.
–¡Ni modo! ¡Mañana vas sin disfraz! ¡Para que seas más responsable!
Lloré en silencio esa noche hasta que me quedé dormido…
Mientras, mi madre, mi santa madre, como toda madre, entraba en acción. Igualito como en los años venideros que me ayudó a hacer sus pantunflas, su mantel y demás regalos que ella confeccionaba para que sacara diez en manualidades y al mismo tiempo recibiera gustosa un regalo que ella misma se había hecho.
Tomó un mameluco blanco como la nieve y aplicando yodo, le dio ese tinte café a punta de brochazos, con esa misma brocha que utilizaba para pasar yema de huevo a sus hojaldres para que tuvieran ese brillo que antojaba comerlos.
Tomó una gorra y a la visera le puso unos enormes dientes de castor y más arriba, unos ojos hermosos.
Como a las cuatro de la mañana había terminado la obra.
A las siete, con un genio de los mil demonios, me despertó, seca, sin cariño, y sólo ordenó: ¡Pruébatelo!
¡Mis ojos no podían creerlo! Allí tenía el disfraz. Me lo puse y simplemente estaba sensacional.
La abracé y llené de besos su cara pero ella se mantenía inflexible. Ïbamos a la escuela y le pregunté:
–¿Dónde lo compraste, mami?
–¡Ni me preguntes– respondió, seca, cansada, hastiada que le pronunciaban aún más sus ojeras provocadas por el desvelo…
–Mamita… te juro que voy a cantar bonito y fuerte para que me oigas y te sientas orgullosa de mí…
–¿Y qué canción vas a cantar?– me preguntó…
–Una que dice así:
Vamos castores, vamos /
Vamos a Belén /
A ver a ese niño…
La reacción de mi madre hacia mí entonces me hizo odiar la navidad…

Espero les haya gustado el chiste y si no, ¡se aguantan! ¡Feliz navidad!

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