lunes, 5 de enero de 2009

40 Años

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

En alguna columna anterior he dado cuenta de mi gusto por los regalos, los que se dan y los que se reciben. Si se hace adecuadamente, obsequiar contribuye a la mejora de las relaciones humanas. Un regalo hecho con cariño produce acercamiento y sirve para desfacer entuertos. Los regalos tienen un gran simbolismo que entraña satisfacción y entendimiento en prácticamente todas las culturas; regalar es un código universal que todos entienden y la gran mayoría aprecia. No me refiero a los regalos que se hacen por compromiso y formulismo, los que se dan porque no queda más remedio. Hablo de las personas que logran transmitir junto a sus obsequios, mensajes de cariño y de respeto que acompañan a los presentes, vayan envueltos o no.
La clave de un buen regalo está en conocer las cosas que una persona necesita o aprecia especialmente; atinarle con una buena elección del obsequio significa que quien lo hace conoce a la persona que habrá de recibirlo y se esmera por darle algo de utilidad o de importancia; lógicamente, la buena elección al momento de regalar conlleva un mensaje adicional que vuelve más meritorios a los regalos. Y también es cierto que las cosas regaladas adquieren un valor adicional: el hecho de que fueron obsequiadas por fulano o mengana, lo que puede convertirlas en insustituibles.
Es errónea la creencia de que, para ser apreciado, un regalo ha de ser exclusivo o lujosísimo. La clave de saber regalar (clave que con frecuencia nos pasa desapercibida) radica precisamente en lograr que, a través del obsequio, se transmita una clara sensación de afecto, de que la otra persona es importante para quien regala y que se ha hecho la selección del obsequio buscando darle la mayor satisfacción posible. Es verdad, por otro lado, que un exceso en estas prácticas puede pasar de la prodigalidad al derroche y que la demasía de regalos los demerita y les resta significado. Quien lo tiene todo no puede dar el mismo valor a un obsequio que alguien que enfrenta carencias y, por ende, necesita de muchas cosas. También es cierto que la práctica de regalar objetos puede contribuir al consumismo rampante –y sus dramáticas secuelas ambientales y de todo orden— favoreciendo la absurda acumulación de objetos poco útiles y estorbosos. Por ello, sostengo que el de regalar es todo un arte, que debe ejecutarse con sensibilidad, mesura, un poco de ingenio y, por supuesto, la mayor dosis posible de conocimiento de la persona a la que se hará el regalo.
Yo soy afortunado y con frecuencia recibo obsequios maravillosos. Con motivo de las fiestas de la Navidad, me dieron camisas, un precioso sombrero (que me dispongo a usar permanentemente), un despertador digital que no hace click click en las noches y que muestra fotografías y un ejemplar de la revista LIFE en Español, publicado el dos de diciembre de 1968, hace 40 años. La revista, bien conservada, apareció cuando recién había cumplido yo los seis años de edad y mis papás me mantenían, nunca supe por qué, cursando un doble turno en el tercer año de kínder Montesori, con las maestras Tiki y Josefina Méndez. Impresa en Chicago y aparentemente destinada a todo el público hispanohablante, tanto los anuncios como los materiales informativos de LIFE en Español parecían tener cierta preeminencia mexicana, aunque está claro que la mayor parte de los artículos eran traducciones de la revista publicada en inglés, para la audiencia norteamericana.
El precio, señalado en pesos mexicanos, era de 3.50, algo así como 28 centavos de dólar. Actualizadas esas cifras para los tiempos actuales, la revista habría costado poco menos de cuatro pesos, un costo impensable incluso para un pequeño periódico de provincia, mucho menos para una publicación importada, con algunas de sus páginas impresas a color. En realidad, si se vendiera hoy probablemente estaría costando diez o doce veces más.
La foto de portada muestra al “Tibio” Muñoz prácticamente solo en uno de los carriles centrales de la alberca, en el momento mismo de su glorioso triunfo: “El mexicano Felipe Muñoz, ganador de una medalla de oro”. Ya las páginas interiores dan cuenta de los resultados alcanzados en las distintas disciplinas, con un lenguaje que resultaría extraño para un lector actual, como lo muestran estos pies de foto: “En las pesas, el americano Dube bufa”, “El ruso Zhabotinsky sonríe al triunfar”, “El nadador yanqui Spitz siente la derrota” y “El jubiloso Mike Wenden”.Quizá por aparecer en plena guerra fría, la revista menudea en expresiones propagandísticas:“El desfile norteamericano por el pedestal de los ganadores se convirtió en rutina” o “A los 16 años, Debbie Meyer es la nadadora más grande del orbe”.
El editorial narra la historia de Onassis desembarcando en calidad de inmigrante, en 1923, en Buenos Aires, donde se contrató, a los 17 años de edad, como soldador de la compañía telefónica, poco antes de empezar el negocio de importación de tabaco que le volvería multimillonario; es el antecedente de un extenso reportaje –de 13 páginas— sobre la boda que conmocionó a los Estados Unidos: “El inesperado enlace de la viuda de John F. Kennedy con el magnate grecoargentino Aristóteles Onassis fue un sismo social con epicentro en una isla de mar Jónico propiedad del novio.” “[A Onassis]…le encanta decir que los taburetes del bar de su yate están revestidos de cuero procedente de testículos de ballenas.”
Era una revista para público pudiente (y sacadólares): “Si mañana, usted tuviera que pilotar un Jet, usaría un Rolex”, “Anímese, gaste un poco más. Estamos en Navidad, ¿no? Chivas Regal”, “¿Es usted un rico pobre? No basta alcanzar el éxito, lo importante es disfrutarlo: baño sauna de calor seco a alta temperatura”. World Investments de Bermuda ofrecía generosos réditos del 6% libres de impuesto en cuentas confidenciales de ahorros y cheques, igual que el Lombard Banking de Londres, mientras que el British American Bank de Bahamas ofrecía el 6 ½ y en Ginebra aseguraban rendimientos del ¡44%! KLM, la línea aérea holandesa garantizaba 20 regalos (comidas, cenas, maletas y bolsas de viaje, entradas a museos y conciertos, chocolates, puros y sándwiches, paseos por los canales) a quienes viajaran en sus aviones.
La publicidad de ALITALIA era espectacular y capaz de impresionar al más plantado: “Una potente flota de jets: 20 Caravelles, 40 elegantes DC-9/30, 22 tetramotores DC-8, sirviendo a 5 continentes y enlazando las 86 ciudades más importantes del mundo. Un servicio de carga en extraordinaria expansión: 5 jets de carga, 70 mil toneladas de flete transportadas, una ultramoderna estación de carga en Roma. Esto es lo que somos hoy en día. Pero ya estamos viviendo en la década de 1970. Nuestros 4 B-747 transportarán hasta 500 pasajeros, nuestros 6 jets supersónicos B-2707 volarán a 2,900 kilómetros por hora; nuestro sistema electrónico centralizado de reservaciones es único en su clase: 2 segundos para confirmar reservaciones para pasajeros de Alitalia en todo el mundo. No estamos viviendo en el futuro… estamos simplemente a la vanguardia.”
Seis de sus 80 páginas dan cuenta de la elección en la que Richard Nixon triunfó sobre Hubert Humphrey y George Wallace. Destaca la violencia callejera que se generalizó en los Estados Unidos durante aquella época. Hay un artículo sobre la amistad del Papa Juan XXIII y el escultor comunista Manzú, a quien encomendó la realización de su busto, una severa crítica al estilo de los futbolistas ingleses: “Los hijos del Albión ya no saben perder”, un excepcional análisis sobre la música de los Beattles, incluyendo algunas traducciones y un anuncio de ITT presumiendo 200 mil nuevos teléfonos en Río de Janeiro.
40 años son una vida y esta revista, una estupenda forma de recrearla. Disfruto mis regalos. Gracias.

antonionemi@gmail.com

No hay comentarios: