lunes, 9 de marzo de 2009

¿Mujeres divinas?

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

Creo firmemente que nadie puede vivir sin nadie. Quien piense o diga lo contrario, quizás no sea de este mundo o sea un ermitaño empedernido, lo cual es decir lo mismo. Creo en cambio en la sociedad aunque muchas veces –y más ahora- suene a suciedad, o por lo menos a descomposición, pues nadie negará que estamos de la chin…, que “vivimos momentos oscuros, de ingobernabilidad, con altos niveles de violencia e inseguridad”, dijera la dramaturga Carmina Narro, quien sostiene también que “el amor no es lo que hace girar al mundo, sino la envidia”. ¡Claro, eso y muchas cosas más que nada tiene que ver con el amor! ¡Chúpale, pichón!
Y en este camino es mejor, como afirma Carlos Santana, “crear una nueva realidad, una nueva percepción para este planeta, donde la unidad y la armonía y la paz son posibles en esta vida”. No lo dudo ni tantito que así debe ser, ¿pero siquiera lo intentamos?
¿Pero a qué tanto rollo? Bueno, porque en esto de la unidad y la armonía y la paz son imprescindibles los otros, y creo firmemente que también la mujer, eh. Porque “en todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces”, expresó Gabriel García Márquez.
Porque pese a tantas cosas que se digan sobre la mujer, como aquella de que “si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche” (Oscar Wilde), o de que “la gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?” (Sigmund Freud); incluso, si gusta el lector, aquella expresión de Marilyn Monroe de que “los mejores amigos de las mujeres son los diamantes”; vaya hasta las palabras del “Jefe Diego” Fernández de Cevallos que rezan “...el viejerío a su casa”; digo, pese a todo esto, “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”, sentenció Simone de Beauvoir. ¿Será?
Sí, es cierto, aunque las mujeres no son buenas para el consejo, algunas veces aciertan, lo dijo Santa Teresa de Jesús; además, la más tonta de las mujeres puede manejar a un hombre inteligente, pero es necesario que una mujer sea muy hábil para manejar a un imbécil. Yendo un poquito más, la intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre, escribió Rudyard Kipling.
No, pues todo esto está bien, pero a mí me inquieta algo, como Woody Allen: “¿Existe el Infierno? ¿Existe Dios? ¿Resucitaremos después de la muerte? Ah, no olvidemos lo más importante: ¿Habrá mujeres allí?”
Creo firmemente, con Simone de Beauvoir, que no se nace sino que se deviene mujer, así también no se nace sino se deviene hombre. Seamos justos, ¿no?
Es cierto que la mujer sufre maltratos y menosprecios y violencia física y psicológica y etc. Es cierto que urge un nuevo marco jurídico que al menos en teoría promueva y garantice la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo y un extenso etcétera. Pero también se necesita respeto y cumplimiento de los derechos tanto de la mujer como del hombre. Es decir, una nueva actitud, una nueva cultura donde efectivamente reine la igualdad en la diferencia y surja una nueva percepción para este planeta, donde juntos, hombre y mujer, luchemos por los derechos humanos hoy pisoteados, asesinados.
La lucha debe ser conjunta, corresponsable: ¡Seres humanos, uníos! Y entonces decir, con Mario Bedenetti: “Compañera,/usted sabe/que puede contar conmigo,/no hasta dos ni hasta diez/sino contar conmigo”. Pero “hagamos un trato:/yo quisiera contar con usted,/es tan lindo/saber que usted existe,/uno se siente vivo;/y cuando digo esto/quiero decir contar/aunque sea hasta dos,/aunque sea hasta cinco”.
Y terminar diciendo, pa’ celebrar el Día Internacional de la Mujer, “Tus manos son mi caricia,/mis acordes cotidianos;/te quiero porque tus manos/trabajan por la justicia./Si te quiero es porque sos/mi amor, mi cómplice, y todo./Y en la calle codo a codo/somos mucho más que dos”.
Así que luchemos juntos por ti, por mí, por los otros, por todos.

De cinismos y anexas
* Hablando de mujeres y canciones… perdón, ya me puse bohemio o casi ebrio; digo que pesar de que todo se ha jodido, menos el amor, no, no, bella y sexy doctora, yo no aspiro a ser nada más su paciente, sino su pa’ siempre. (Efraín Huerta).

No hay comentarios: