lunes, 4 de mayo de 2009

Influenza humana

Seguridad humana, vulnerabilidad social y resiliencia


Raúl Abraham López Martínez *
Coyuntura Política XXI

Ante el surgimiento de un nuevo virus, que era desconocido por los científicos y del cual no existe vacuna, aunado a su alto nivel de contagio, el virus de la influenza humana se convirtió en una fuerte amenaza para la especie humana.
Este emergente escenario biológico obligo a los gobiernos y a los organismos internacionales, a tomar las medidas preventivas para evitar la propagación del virus.
En México, la alerta sanitaria que decretó el gobierno federal, implicó la suspensión de clases en todo el país, la indicación para no salir de las casas, la implementación de medidas sanitarias como usar cubrebocas y lavarse las manos constantemente, así como iniciar la instalación de laboratorios propios para el diagnostico del virus.
Al parecer, hasta el momento, estas medidas han rendido resultados favorables, evitando la propagación del virus en el país, sin embargo, este escenario de crisis motivado por el virus de la influenza ha dejado al descubierto distintas situaciones de carácter político y social que mantienen una estrecha relación en la capacidad del gobierno y la sociedad para hacer frente de manera eficaz a este tipo de situaciones epidemiológicas.
Una de estas situaciones se expresa en el delicado andamiaje institucional (aparato de gobierno), para dotar al país de las condiciones básicas para la seguridad humana, entendida como lo define el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD 1996), como “protección ante amenazas de enfermedades, hambre, desempleo, crimen, conflictos sociales, represión política y peligros ambientales”.
Este señalamiento, se sustenta al momento en que han salido a la luz pública una serie de informaciones en torno a que el gobierno no hizo caso a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para implementar laboratorios que permitieran detectar de manera oportuna este tipo de virus, así como la falta del diseño e implementación de planes para responder a este tipo de contingencias (véase la Revista Proceso del 26 de abril y del 3 de mayo).
Esta ausencia en el cumplimiento de las recomendaciones emitidas por la OMS, máximo órgano rector de protección de la salud a nivel internacional, colocó a los mexicanos en una posición de severa indefensión para saber qué es lo que estaba pasando y cómo enfrentar al virus de manera oportuna.
Para no ir tan lejos, ahí esta el ejemplo de lo que ha sucedido con los habitantes de La Gloria en el municipio de Perote, víctimas de la negligencia, la falta de información por parte de las autoridades y la extraña terquedad del gobierno estatal por proteger el negocio de las Granjas Carroll, que colocó a un pueblo sometido a la vulnerabilidad de la pobreza a otro tipo de vulnerabilidades, la vulnerabilidad de la salud y la vulnerabilidad ambiental.
La situación de alerta sanitaria no ha cesado, por más que el secretario de salud José Angel Córdova Villalobos insista en un descenso de contagios del virus de influenza humana, la OMS ha pedido mantener las medidas de prevención implementadas por los gobiernos. Incluso la OMS ha señalado que esta disminución de contagios va a ser de manera temporal ya que se espera que el virus cobre una mayor capacidad de contagio en la temporada de invierno.
Otro aspecto que ha cobrado especial relieve en la contingencia por la que estamos atravesando, es la delicada situación de vulnerabilidad social y económica en las que se encuentran más de 50 millones de mexicanos, quienes anclados en el pobreza y pobreza extrema, representan el grupo social más vulnerable en la contingencia epidemiológica que los imposibilita seguir al pie de la letra las recomendaciones de prevención dictadas por la OMS y el gobierno federal. ¿Cómo lavarse las manos cuando no hay agua? O cuando las estrategias de sobrevivencia no permiten darse el lujo de comprar un jabón, ni pensar en adquirir un cubrebocas.
En la aproximación de un balance sobre la responsabilidad del gobierno federal, en la falta de una detención oportuna del virus y la ausencia de un plan previo de contingencia, se observan los peculiares efectos del modelo económico neoliberal, al sufrir los efectos en la reducción del presupuesto asignado para investigación en ciencia y tecnología e igualmente en lo concerniente en el presupuesto de salud.
Al respecto la sociedad tiene que ser capaz de sostener una mirada critica de su entorno, haciendo un esfuerzo por racionalizar de manera objetiva los recientes acontecimientos, la aparición de un nuevo virus y analizar la respuesta de un gobierno de corte neoliberal, con el propósito de activar de manera consiente la resiliencia social, entendida como lo señala la ONU, como “la capacidad de un sistema, comunidad o sociedad potencialmente expuesta a desastres de adaptarse, al resistir o cambiar comportamientos para lograr un nivel aceptable de funcionamiento y estructura. Este se define por el grado en el cual el sistema social es capaz de autoorganizarse para mejorar la capacidad de aprendizaje ante desastres pasados con el fin de lograr una protección mejor en el futuro y desarrollar medidas que reduzcan los riegos”
Con tal de lograr este aprendizaje, que supone la resiliencia social y contar con un mejor futuro, es necesario en primer orden poner fin a los gobiernos y a los políticos que promueven el neoliberalismo, sean estos del PAN o del PRI, este tiene que ser nuestro primer y gran aprendizaje.

*Director de la Revista Digital Voz Universitaria www.vozuniversitaria.org.mx

raul@vozuniversitaria.org.mx

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