lunes, 11 de enero de 2010

¿Cómo aprenden las niñas a ser mujeres y los niños a ser hombres?

Raúl Abraham López Martínez*
Coyuntura Política XXI

Para iniciar una breve reflexión sobre el tema tenemos que tomar en cuenta al predominio del patriarcado como forma de organización entre los sexos masculino y femenino. Un modelo de organización que ha apuntado históricamente a mantener la primacía del hombre sobre la mujer. Implementando sofisticados mecanismos de control social que apuntan a colocar al hombre en la cumbre de los espacios de poder, facultado para desempeñarse en las actividades mejor reconocidas y generadoras de mejores ingresos.
En la actualidad el patriarcado se encuentra gozando de un status de nivel estructural, manifestándose desde el Estado hasta la familia. En términos estructurales la reproducción del patriarcado de escurre como un liquido que logra permear por completo los aparatos ideológicos de control (en términos de Louis Althusser).
A partir de esta óptica, el patriarcado para reproducirse de generación en generación, ha instituido un deber ser, un código, una especie de guion establecido, producido y difundido a nivel macro y micro en cado uno de los niveles de organización de la sociedad. En que los niños y niñas, futuros hombres y mujeres tendrán que acatar en cumplimiento del papel que les toca desempeñar en la sociedad patriarcal.
De tal manera, en el grupo primario de la sociedad, “la familia”, las políticas de perpetuación del patriarcado se van a reflejar en el proceso de enseñanza al que los niños y niñas se van a ver expuestos.
De lo que se trata, es de instalar el software del patriarcado en las nuevas generaciones. En esta escenificación de reproducción ideológica cada institución está llamada a cumplir con su papel cuyo blanco central son los niñ@s.
En la institución de la familia (nivel micro) va a ser la instancia responsable de instaurar el código cultural que las instituciones del Estado (nivel macro) van a legitimar por medio del reforzamiento mediático, en torno a la definición de la identidad de género a la que están llamados a asumir los niños y las niñas.
En este sentido, considero que el aprendizaje para ser mujer u hombre, se puede ubicar en tres momentos fundamentales.
El primer momento hace referencia al ambiente social que se genera cuando la pareja, (los futuros padres) tienen la certeza de la concepción. Este hecho, marca los preparativos del entorno social, para recibir al nuevo miembro de la familia, el clímax de esta fase se encuentra caracterizado cuando se tiene la seguridad sobre cual va a ser el sexo del neonato. Esto va a marcar la carga y sentido de organización social, cultural y simbólica previo al nacimiento de la niña o el niño.
Con este precedente, el segundo momento se encuentra delimitado a partir del nacimiento, el nuevo ser humano que ha nacido en un Estado de corte patriarcal y que va a recibir el término de niño o niña. Con estas etiquetas se da por iniciado un proceso permanente de instauración de un código al cual el afectado (el recién nacido) tendrá que responder de manera afirmativa, o por lo menos eso espera el Estado patriarcal que acontezca.
En otros términos, la instauración del código lo podemos identificar por la introyección cultural a la que el infante se encuentra inmerso.
Esta introyección de la cultura le va indicando al infante su papel a desarrollar, su primer escenario social de aprendizaje y de práctica social va a ser la familia. En este plano, la familia va a encarnar el papel del Estado, indicando las reglas del significado de ser niño o niña.
Lo anterior sucede de manera casi imperceptible para las personas. Las niñas y los niños aprenden cual va a ser su papel en la sociedad patriarcal. Todos los elementos comunicativos entran en acción para dejarle en claro a los niñ@s la semántica de su respectivo género.
En este proceso de introyección de la cultura, las niñas van a ser educadas para jugar a la mamá, a cuidar a sus muñecas, a hacer la comidita, van a aprender a ser obedientes, a no gritar, a reconocer los vestuarios correspondientes a su género. Se les va a inculcar en el trayecto de la niñez, la juventud y hasta llegar la vida adulta, su inefable destino de prepararse para al matrimonio, tener hijos y servirle a su marido. A procrear, callar y obedecer.
Por su parte, a los niños se les va a permitir jugar juegos de movimiento, la pelota, el triciclo, a los vaqueros, las pistolas de dardo o de agua. Se les va a alentar en los juegos de roles a jugar ser el policía, al ingeniero, al doctor, al abogado. A diferencia de las mujeres que van a ser entrenadas para el encierro, al niño se le alienta a salir de la casa, a ir de campamento, a estar todo el día en la calle jugando “porque él es niño” Se le va a educar para que en su vida adulta tenga la percepción de tener poder, de contar con la seguridad de que él está por encimas de las mujeres.
El tercer momento lo identifico en el lapso que parte de la vida adulta hasta la muerte. Toda la vida la construcción del género se va a encontrar en un permanente proceso de ratificación o redefinición. Expresando en algunos casos situaciones de modificación o de conflicto de la identidad de género que surgen ante la incapacidad de cumplir al pie de la letra el apostolado del Estado patriarcal, que pretende sumir a las mujeres y a los hombres en una programación de roles que castiga a los que se atreven modificar el orden establecido.

*Director de la revista digital independiente Voz Universitaria www.vozuniversitaira.org.mx raul@vozuniversitaria.org.mx

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