jueves, 11 de febrero de 2010

Competencia, condición para crecer

Octavio Lara Báez
Contornos

El dato me lo dio Juan Pablo, mi hijo mayor, futuro Ingeniero en Sistemas y conocedor del tema. Desde noviembre del año pasado, Telmex amplió, por su propia voluntad, el ancho de banda del servicio básico de internet que presta, de uno a dos megabytes por segundo, con lo que ahora se pueden hacer descargas mucho más rápidas por el mismo costo. El motivo aparente: el arranque de la prestación de servicios de “triple play” (televisión, telefonía e internet) que inició la empresa de televisión por cable que opera en la región, presentado formalmente el 6 de noviembre pasado en nuestra ciudad y que ya venía funcionando desde mediados del 2009 en otras regiones del país.
De hecho, se trató de una alianza entre las cuatro empresas de cable más importantes del país, Cablevisión, Megacable, Cablemás y Cablevisión Monterrey para lanzar conjuntamente un paquete que incluye los tres servicios a un bajo costo, con lo que se mete de lleno en la disputa por el enorme mercado de las telecomunicaciones en México.
Es también para las empresas cableras que funcionan en el país una manera de prepararse para poder competir contra la poderosa compañía telefónica de Carlos Slim Helú, que pretende ahora incursionar también en la prestación del servicio de televisión a través de su hegemónica red de telefonía.
Lo curioso del caso Telmex-Cableras es que, al menos hasta el momento y por vez primera en su lucrativa historia, Telmex se encuentra en desventaja, al ofrecer sólo el servicio de navegación en internet y de telefonía, pues la Cofetel no le ha querido autorizar aún que transmita también señal televisiva.
Hay que decir, no obstante, que Cablevisión es filial de Televisa, otro monopolio de la comunicación televisiva y radiofónica en nuestro país, lo que da al caso un carácter de lucha de dos entes privados muy poderosos que se disputan el mercado de la TV de paga. Se limita a uno y se favorece a otro.
Durante muchos años, en México hemos vivido bajo las reglas, condiciones, estándares de calidad y los precios del mayor monopolio telefónico de Latinoamérica. Por muchos años, Teléfonos de México, la empresa de Carlos Slim Helú, aprovechó al máximo los beneficios de ser la única empresa que ofrecía el servicio de telefonía fija. Al abrirse el mercado de larga distancia en los años noventa, las empresas competidoras, recuérdese Alestra (AT&T), enfrentaron infinidad de problemas para poder proporcionar el mismo servicio por carecer de infraestructura propia, lo que las obligó a utilizar la red instalada de Telmex. Se carecía en el país, además, de una legislación precisa, que regulara la competencia comercial entre compañías de un mismo sector, propiciando que compitieran en condiciones inequitativas por el mercado.
Así como ese, múltiples ejemplos de monopolio de determinados servicios impidieron a México y a nosotros, sus ciudadanos, recibir servicios de excelencia a un costo razonable. Ese es el signo ignominioso de la falta de competencia: los productos y servicios que se contratan son normalmente caros y malos, pero como no hay otros proveedores, no le queda al consumidor más que aguantarse.
En toda economía, con una creciente demanda de diferentes servicios empresariales y profesionales, así como la compra-venta de todo tipo de insumos, la competencia es el elemento que asegura que el público consumidor obtenga la máxima satisfacción por su dinero y la garantía de calidad en la inversión que realiza para adquirir bienes o contratar atención profesional.
En casos como el de México, con una economía emergente, que se ha ido abriendo paso en el mundo del libre mercado pero con un todavía débil mercado interno, con una recaudación fiscal ineficiente y por lo mismo, deficitaria y con mucho por avanzar en mejora regulatoria, la competencia es indispensable para fomentar la productividad y por ende el crecimiento económico, generador de empleo, factor fundamental para remontar las condiciones de pobreza y desigualdad social que prevalecen actualmente en el sector más numeroso de la población.
Con la firma del TLCAN en 1994 y la apertura comercial que representó, el comercio internacional fue adquiriendo cada vez una mayor importancia como fuente de divisas y obligó a nuestros industriales y productores a aprender a competir contra empresarios experimentados de los EU y Canadá, lo que los ayudó a crecer significativamente. Sin embargo, nos falta mucho aún para competir en igualdad de circunstancias en todos los rubros del TLCAN y con otros mercados como el asiático.
De acuerdo con Eduardo Pérez Motta, Presidente de la Comisión Federal de Competencia, hay cuatro sectores en México, que los economistas llaman “sectores regulados”, con productos que no viajan a nivel internacional o que son servicios donde realmente no ha habido competencia externa, ni siquiera a través de la apertura o la inversión extranjera (ENTORNO, mayo 2009, pág. 14).
Esos cuatro sectores regulados en nuestro país, señala Pérez Motta, son Telecomunicaciones, Transportes, Servicios Financieros y Energía. Como bien señala el titular de la CFC, los precios son un primer indicador de nuestro nivel de competencia. El transporte nos cuesta el doble que en Estados Unidos, con quienes tenemos un fuerte intercambio comercial. En telecomunicaciones seguimos estando caros en telefonía móvil como fija y el servicio de internet es también alto en su precio comparado con otros países, además de que su cobertura no es suficiente en todo el territorio nacional.
En el caso de los Servicios Financieros, el problema, apunta el funcionario, es la falta de transparencia, a pesar de que, sin duda alguna, el sector es de los más rentables del mundo por las numerosas y nada claras comisiones que los bancos cobran por prácticamente todos sus servicios. Y en el caso del sector energético, los mexicanos pagamos más por la energía que consumimos que lo que pagan, por ejemplo, los norteamericanos, y con esa desventaja tenemos que competir comercialmente con ellos.
Para ser más eficientes y hacer más con los mismos recursos, estimulando la productividad, se debe promover la apertura a la competencia. La competencia obliga a hacer mejor uso de los recursos disponibles, aprovechándolos más, esto es, nos hace ser más productivos. Para lograrlo, se debe trabajar fuerte y sostenido en el mejoramiento de nuestras instituciones, el incremento y calidad de nuestra infraestructura, en la estabilidad económica, en la elevación de los niveles de salud poblacional, en el fortalecimiento del sistema educativo básico y el impulso a la preparación tecnológica, entre otras variables.
Sólo así podremos cada día producir más y con mayor calidad, claves para jugar en el mercado internacional con perspectivas favorables y producir riqueza que permee a los sectores productivos de nuestra sociedad, impactando positivamente los niveles de bienestar de la mayoría de los mexicanos y no solo los de unos cuantos.
Y a propósito de competencia, la Comisión Federal de Competencia acaba de anunciar que muy posiblemente se licite en breve la concesión de una nueva cadena de televisión abierta en México, puesto que el espectro radioeléctrico lo permite. Así que dentro de poco tal vez conozcamos otra propuesta de televisión nacional que competirá con Televisa y TV Azteca, lo que podría redundar en mejores contenidos para los telespectadores y un mayor compromiso social de las empresas del ramo. Ojalá así sea.

tavolara62@yahoo.com

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