jueves, 11 de febrero de 2010

Usos y costumbres II

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

¿A quién le importan las ideas, el futuro, la miseria, la parálisis y la demagogia de gobiernos, medios y poderes copados de nada, carentes de sustancia, pura imagen, floritura y firulete? Demos un vistazo a la prensa de toda laya, páramo con escasos ojos de agua, en su mayoría espacios de mermada dignidad, displicentes espectadores, comerciantes de espacios para la diatriba, la línea y el mensaje críptico al gusto del que paga para alimentar la petulante ignorancia del que cobra.
Las reformas se desdibujan en busca de autor, detenidas por el estéril protagonismo legislativo y la necedad de dialogar sin reconocer la voz del adversario. Nacen silvestres las alianzas entre espurios y legítimos, concebidas para detener y obstruir, no para construir y avanzar. El PRD se contradice, el PAN se regocija y el PRI hace rabieta, anunciándose burlado por el Ejecutivo. “Es cosa del PAN”, dice su dirigente de facto, que oficia en Los Pinos. Para calmar al partido despechado, el ministro de Gobernación renuncia a su panismo de abolengo en prenda por la virginal pureza perdida de sus pactos con un priísmo atado a legisladores y señores feudales. La reforma bien vale una renuncia. Fin del capítulo. Lluvia y aguas negras ahogan a funcionarios ineptos en el gobierno federal y escurren en Chalco y el DF la recurrente corrupción, el acostumbrado egoísmo de jefes de gobierno y gobernadores que se desviven hablándole al espejo promiscuo del 2012. Los muertos en Ciudad Juárez reclaman disculpas y justicia, acusados de ser culpables por estar vivos... Así vamos a ninguna parte, pero con la certeza de que habremos de llegar. A este paso, en el tricentenario los libros de historia que consignen los primero diez años de este siglo estarán en blanco, y habrá pueblos repletos de estatuas sin rostro, cadáveres sin nombre y miserables sin huella.
En Veracruz, ciudadanos y analistas recurren a nueva bibliografía para entender lo que se dice aunque no se escuche, lo que dicen que pasa para hacernos creer que se cumple, lo que no sucede porque no se publica y lo que se sabe aunque nadie lo diga. Politólogos, sociólogos, columnistas, reporteros, mucha gente de razonamiento, buscan en librerías y bibliotecas algún ejemplar de zoología que les ayude a entender el nuevo discurso político, ese que populariza a los delfines que encallan, perros con rabia, caballos locos, yeguas en estampida, corceles negros, muchos jilgueros… Cuánto animal. Ya nadie ve a López Doriga, ahora sintonizan National Geographic. ¿Y los medios criollos? No hay que molestarlos. Muchos están facturando. Hoy sus mejores clientes también se dicen aspirantes. Y no necesitan ciudadanos, sino feligreses.
Perdone el improbable lector una introspección agridulce, en la que no tiene porqué acompañarme. El tema ha sido tocado con múltiples y diversos interlocutores, muchas veces en tono divertido, siempre en privado. Hoy la reflexión llega sola… Antes uno podía escribir lo que pensaba, exponer simpatías, expresar desacuerdos, con el solo requisito de firmar cada texto. Había un natural derecho de réplica que se respetaba aún para los adversarios. El enfrentamiento, cuando se daba, tenía causa, sentido, frente a un discurso político repleto de la demagogia rancia del priísmo más autoritario. La apertura era castigada con la exclusión, la calumnia, la mentira que abre espacio a la soberbia. Lo sé. Se escribía, se hablaba y defendía una idea, un principio, por placer, por convicción no exenta de preferencias personales. Enfrentar a esos adversarios tenebrosos y amenazantes era placentero, satisfactorio, aunque improductivo. No saben perder, menos ganar. Pero entonces no se cerraban o creaban espacios a nadie por capricho o mal humor, menos por alardes de estratega. Simplemente se utilizaban las ventajas con inteligencia, con el talento de reporteros, informadores, periodistas, columnistas, analistas de todos partidos y colores. Era otro mundo, otro tiempo. Sin recursos, con creatividad. Después, de su impotencia nació el rencor, llegó la descalificación y ocupó el lugar del equilibrio. “Así no se hace”, decían los maestros de nada. Y construyeron la trampa que les permite hacer de sus errores no una experiencia sino el testimonio de sus dogmas. Es parte de la falacia que alimentan, del falso razonamiento, sistema para adornar los sofismas que presentan como argumentos: los humanos son mamíferos; ellos son mamíferos, por lo tanto se creen humanos. Pero no. Nada más son mamíferos.
Viven en la contradicción. Cuando es patente que se favorece a cualquiera siempre que tenga chequera o haga favores para sí y para los amigos, lo que sería cohecho; que nada de lo que dijeron que harían ha sucedido, lo que podría tacharse de incongruencia; que se publica y difunde lo que se sabe que es falso, lo que se podría calificar de mentira; que se construyen monstruos y luego se les quiere matar de hambre, solo para volverlos ponzoñosos; que ya están aquí el desprestigio y la decadencia, entonces, sin lugar a la autocrítica, alardean desde su atalaya: “Pero pagan”. Pues sí. Cómo en los burdeles.
Nacieron para atacar al que piensa, perturbados porque en su caso las ideas son ocurrencias. Viven de adular, y ya se sabe que no hay traidor que no haya vivido de adular al jefe en turno. No admiten lugar para la civilidad, rehúyen el debate. ¿Ejemplos? Cómo no.
Martínez de la Torre, es el municipio en el que vivo y trabajo prácticamente recluido, alejado de empresas propias y de tareas políticas relevantes, disciplinado, casi inmóvil, que para eso se han afanado con mentiras a destajo, fieles a su forma de enfrentar adversarios. Aquí saludo a un político priísta, sí, del PRI, partido que es gobierno en Veracruz. No forma parte del primer círculo, ese espacio impenetrable y por tanto excluyente. Hay un fotógrafo que hace su trabajo, sin el riesgo de que alguien lo persiga o le arrebate la cámara. El político tiene en agenda actividades y eventos propios de su actividad, pretendiendo un objetivo que es legal y válido, sea compartido o no. No estoy convocado a ninguno de esos actos, y no tengo por lo demás la intención de asistir. Nos saludamos de manera civilizada, y quedamos de platicar después de sus actividades. El político se traslada a otros eventos, uno de ellos de carácter masivo, y yo me traslado al único negocio familiar que tengo, un restaurante en el centro de la ciudad, el “Huapango”. Una vez concluidas sus reuniones nos volvemos a saludar, ahora en un espacio público, el céntrico y afortunadamente concurrido “Huapango”. Platicamos largo, cordiales. No hay descalificaciones ni ataques para nadie. Hay cuestionamientos que él responde. Hay también reflexiones compartidas sobre circunstancias, condiciones, actores y protagonistas. Nos despedimos con la promesa de hablarnos pronto. No hay nada que ocultar, ni conspiración que descubrir. Todavía no sale del pueblo, cuando ya uno de estos personajes de intriga y machincuepa sexenal, distinguido con un falso rango militar y por el placer que obtiene al calzarle las chanclas a los poderosos, implora goloso las imágenes del saludo entre el político priísta y el redactor de este texto. Las compra, única forma que conoce de obtener pertenencias y cargos, incluso amistades. En el periódico favorito del falso capitán y sus secuaces aparecen fotos del aspirante y su servidor, seguidos de una crónica tan falseada como mal escrita. La marca de la casa, semilla que viaja en el aire: hacer del periodismo un acta del ministerio público, una acusación tan insidiosa como imaginaria, pero útil para saciar ofuscamientos. La mentira utilizada como estrategia, la estrategia pervertida en trampa, la trampa como mecanismo para la competencia. Así son. Y de eso viven: de la frustración que nace de su mediocridad, de los complejos que anidan en su niñez, de la rabia que les moja los belfos, de su obsesión por desaparecer con falacias a los personajes incómodos. Pero, todavía, aquí estamos.
Ante la patente insuficiencia de las autoridades electorales, pidamos a los medios que se respeten, y a sus usuarios, un pacto de civismo y respeto ciudadano: Los lectores, televidentes o radioescuchas dejaremos de repetir sin entender, de tergiversar y deformar todo lo que leamos, escuchemos y veamos, además de asegurarnos de que lo que contamos como testigos lo vimos o escuchamos nosotros mismos. No afirmaremos cosas que imaginamos. No hostigaremos al que pregunte ni reiremos con perfidia de sus dudas. Nos abstendremos de pontificar sobre temas desconocidos y de presentar ideas ajenas como propias. Lo que se diga en tono de insulto o diatriba, en términos zoológicos o ministeriales, que haga escarnio de quién sea sin prueba ni testimonio válido, no será hecho público, aunque en los primeros días se vean y escuchen espacios en blanco. A todo aspirante se le exigirá que hable de sus ideas para Veracruz, para su distrito y/o municipio, según sea el caso, y la forma que propone para concretarlas, además de validar su experiencia en el cumplimiento de promesas previas, lo que permitirá apreciar la viabilidad de sus palabras. A todos se les pedirá que hagan públicos los nombres y perfiles de sus colaboradores, operadores, apoyos y aliados, evitando que alguno se disfrace o se haga el desentendido. A los dirigentes partidistas se les pedirá que omitan hablar de lo que no entiendan, aunque se corra el riesgo de condenarlos al silencio. Así por lo menos parecerán prudentes. Para desahogarse, vayan a reuniones de grupo. El que no tenga nada constructivo, cierto, ingenioso o útil que escribir, decir, declarar, manifestar, transmitir o publicar, evitará decir lo primero que le pase por la cabeza, con lo que podremos evitar muchos disparates y delirios. Así, aunque aburridos, empezaremos a ser más civilizados.

pmansainz@hotmail.com

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