lunes, 29 de marzo de 2010

Ricky Martín: El miedo de la minoría

Salvador Muñoz
Los Políticos

¿A qué le tiene miedo?
Lo mío lo considero fobia: ¡Ratas!
Sin llegar a los extremos de una catatonia, me puedo paralizar o siento rigidez en un brazo, pierna o lo que esté más cercano al pobre roedor que dicho sea de paso, nunca me han hecho daño.
Mi fobia, creo, por dos razones fundamentales.
1) Vivimos durante algunos años en un cuarto de madera y láminas por techo sostenido de vigas. Una noche, antes de dormir, mi madre agarró una escoba, un palo, no recuerdo con exactitud, y pidió que nos cubriéramos la cabeza mientras yo creía que espantaba a una rata. Al cabo de los años, hace poco, comentaba a mi madre sobre los roedores que ahuyentaba de esas vigas, y me corrigió, no era una rata, sino un tlacuache. Mi miedo infantil de pensar que se me cayera una rata en la cabeza se multiplicó al pensar en el tamaño del tlacuache.
2) En la casa del abuelo, había dos baños: uno de mampostería y otro de madera. Por supuesto, el de madera, refugio también de mis perras Yuri y Nancy (habrán de disculpar los lectores, pero así les puso el abuelo a las canes), era el último recurso cuando las ganas eran más fuertes que la voluntad y un día flaqueó mi voluntad.
Al ver cerrado el baño de mampostería y con ganas de “hacer del cuerpo” (qué hermosa expresión eufemística para evitar decir “cagar”, “defecar”, “hacer popó” o “del 2”), entré de inmediato al de madera, bajé mis pantalones y justo cuando me senté, oí un chapoteo en el agua que no fue originado por mis ganas, me levanté y la vi ahí… ¡estaba tratando de salir una rata de la taza del baño!
Por supuesto, se me fueron las ganas y pasaron muchos años para que volviera a entrar a ese baño.
Sí… le tengo fobia a las ratas pero miedo le tengo a la masa (y no precisamente a la de las tortillas), al racismo o la homofobia.
Una masa, entendiéndose como a un conjunto de personas, moviéndose sin control, envuelta en una histeria colectiva, es peligrosa… no entiende. Actúa torpe e irascible.
Conozco a personas que rechazan a la gente de color, a los albinos, a los gringos, a los indios por una sencilla razón: Son diferentes a quienes creen que son normales cuando los seres humanos nos podemos diferenciar de una manera más simple: los estúpidos y los que no lo son.
Dicen que Ricky Martin dijo que le tiene miedo “a la sangre que corre por las calles de los países en guerra, a la esclavitud sexual infantil, al terrorismo, al cinismo de algunos hombres en el poder, al secuestro de la fe”. Yo le agregaría al narco y a la inseguridad…
Quien no tiene esos miedos, disculpen, es un estúpido…
Dicen igual que se declaró homosexual.
No es el primer caso… la comediante Ellen DeGeneres, alguna vez conductora de la premiación de los Oscar aprovechó su programa para declararse gay.
O el ex RBD Christian Chávez habló de su homosexualidad cuando se dieron a conocer algunas gráficas sobre su matrimonio.
Es más, ¿quién no tiene un amigo o una amiga homosexual? ¿quién no conoce a un polític@ gay?
¡Haga mente! ¿Cuántos viven en el silencio ya sea hipócrita o de miedo por el juicio de una sociedad llena de atavismos?
Los homosexuales son igual a usted o que a mí salvo una diferencia: Ellos tomaron una decisión diferente a la nuestra pero no por eso debe ser mala. Al contrario, merecen nuestro respeto y un trato igual.
La homosexualidad viene a ser como la militancia partidista. Se es, se deja de ser, se inclina uno por otro, si gusta hace travestismo, oculta su preferencia partidista o simplemente un día revienta y grita a los cuatro vientos: ¡Soy panista! Y deja al PRI… o ¡soy priista! Y deja al PAN. Por ejemplo, sería “gay” Gonzalo Guízar Valladares por haber salido del closet y tomar la bandera panista. Otro ejemplo: Gerardo Buganza (aun cuando no ha salido del closet) niega su “priismo”. Le gusta pero no lo acepta.
Fíjense que ahí soy “homofóbico”… como priista, me molesta que un militante abandone el partido, pero pues hay que aceptar su condición.
Fuera de relajo creo que es tiempo de que nosotros, como sociedad, aceptemos que hay otra sociedad que vive entre nosotros, oculta, temerosa por la hipocresía de una Iglesia o una falsa moral que los acusa de “antinatura”, cuando aberrante es un pederasta, violador de niñas o de jovencitas, investido como sacerdote, político, funcionario público, como persona honorable o gente bien…
Y a ésos ¡hay que tenerles MÁS miedo!
Ya para finalizar, le recuerdo lo siguiente:
Antes estaban ocultos…
Luego fueron reprimidos…
Más tarde los negaron…
Entonces ¡se destaparon!...
Después ¡los aceptaron!...
Hoy ¡los admiran!...
No sé si mañana sea obligatorio…
Pero un día, los heterosexuales ¡seremos minoría!

e-mail: dor00@hotmail.com

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