domingo, 15 de agosto de 2010

Basura

Salvador Muñoz
Los Políticos

Una línea amarilla se dibujaba al fondo del campo y avanzaba hacia nosotros a gran velocidad entre humo y preocupación de bomberos y elementos de seguridad pública.
Incendios forestales alcanzaban los campos sembrados allá por Acayucan.
Era la primera vez que veía a las fuerzas policíacas en otras tareas que no fueran el orden público.
De ese día, recuerdo dos cosas: cómo una chispa cayó encima de una choza, que fue suficiente para que ésta, cual si hubiera estado rociada por gasolina, fuera consumida entre inútiles esfuerzos de los policías, y el llanto de una mujer que, como si presintiera lo que veían mis ojos, había sacado lo elemental de su hogar hecho cenizas.
He visto a Seguridad Pública en desalojos, en tomas de palacios municipales. Todos tienen instrucciones y tiempo. El tiempo es esencial en el desalojo. Pueden ser 30 segundos, un minuto, depende del número de manifestantes.
Saben que si pasa el tiempo programado, el desalojo puede convertirse en algo peor: un campo de batalla donde además de incrementarse el número de heridos, éstos pueden ser elementos policíacos, incluso, haber muertos de ambos bandos.
Rescate de niños maltratados, de esposas golpeadas; detenciones de carteristas, homicidas y uno que otro loco… en fin…
Conviví con policías de seguridad pública, municipal, de la federal y judiciales (hoy llamados ministeriales).
Vaya, dormí, comí y disfruté lo más cerca que pude la vida de un policía, envuelta en un sueldo bajo, ausencia de preparación o en un juego en el que estaba su vida de por medio o la cárcel. Disparas, malo; no disparas, malo.
De los pocos jefes policíacos que recuerdo que se preocupaban porque sus elementos sintieran amor por la profesión que realizaban, está Ricardo Romero Vergara.
Era inspector de policía en Acayucan. Militar. Gustaba de ver a sus oficiales con el calzado lustrado, bien alimentados, y eso sí, igual, con una preparación física excelente. Por ello, no me sorprendió el día que al Paisano le dio un par de botas, usadas pero buenas, porque ese elemento policiaco calzaba huaraches.
Los (nos) ponía a jugar voleibol y a correr alrededor de la cancha. Mantenía una buena relación con todos y su cocina era un milagro… allí fue la primera y única vez que probé ceviche de zanahoria.
Vaya, en pocas palabras, no conviví con policías sino con seres humanos pero sobre todo guerreros, que eran capaz de romperse la madre por su inspector, por su compañero, pero principalmente, por el ciudadano… ¿por qué? Porque Ricardo Romero los respetaba como policías.
El sábado, por instrucciones del Gobernador, elementos de Seguridad Pública recogieron la basura de Boca del Río ya que, días antes, cuatro unidades de este servicio municipal se descompusieron.
Dos observaciones:
Una, para el alcalde. Previsión. Si hay algo que molesta al ciudadano es no contar con los servicios básicos por los que paga: agua, luz, drenaje, limpia pública y seguridad, entre otros. Al ciudadano poco le importa que se descomponga uno o toda la flotilla de carros de basura… ése no es su asunto y, además, evidencia algo: no se les da mantenimiento constante.
Otra, para el Gober: Seguridad Pública deben ser nuestros espartanos y ojalá se dejara de emplearlos como sirvientes, empleados, choferes, recoge-niños, guaruras de periodistas y de elementos de Limpia Pública. Déles respeto.
La solución no era poner patrullas como carros recolectores de basura. Soluciones hay varias y la más sencilla hubiera sido, tanto para el alcalde como para el Gobernador, pedir camiones de volteo a la CROC o a otras instituciones, sean partidistas o privadas, y montar en ellos a los elementos de Limpia Pública. El asunto es resolver el problema, no agravarlo.
Así que, mandar a policías por la basura es burdo, precipitado y carente de juicio. ¿Cómo es posible que días después de recibir un reconocimiento a la Seguridad que se vive en el estado, agarres a tus policías de barrenderos (no por demeritar el papel sino sencillamente porque ésa no es su chamba)?
Pero más burdo es la ausencia de una respuesta inmediata por parte del alcalde, quien sencillamente dejó crecer el problema. Un consejo, cómprese rompecabezas o figuritas para armar. Ejercitan nuestra capacidad de atención inmediata.
Aunque, tanto para el Gobernador como para el alcalde la solución habría sido más sencilla si hubieran pedido al cuñado de Jon Rementería, Abelardo Coello, que apoyara con su flotilla… y si eso no satisfacía, alquilar los carros de Rafael Fuster Pérez, candidato perdedor en Medellín, pero que sabe del negocio y ya en últimas, pudo ser una excelente prueba para que el empresario Tavo Gudiño Corro, quien pretende involucrarse en el negocio de la basura, hiciera sus primeras pruebas antes de que inicie la nueva administración de su hermana o de Manzur. ¿A dónde irá a poner el negocio?
En fin… nuestra política, sea estatal o municipal, es tan similar como las calles de Boca del Río: están llenas de basura, pocas respuestas y un nulo respeto a nuestros policías y ciudadanos, a los que siguen tratando como tarados.

e-mail: dor00@hotmail.com

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