martes, 21 de septiembre de 2010

Lo que vi fue al diablo de la devaluación

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

El pasado domingo 19 de septiembre se cumplieron 25 años del sismo que azotó a la ciudad de México. Muchos quizá lo recuerden, ya sea porque lo vivieron, ya sea porque a sus familiares o amigos los aplastó la condenada muerte. De cualquier forma, lo importante es no olvidarlo ni olvidarlos, mucho menos callar ante tanta corrupción e inoperancia del gobierno que imperaron en aquellos momentos tan críticos y que aún hoy tienen sus secuelas.
Circulan todavía especulaciones sobre los costos humanos y materiales del terremoto. Dicen que el sismo y su réplica –un día después– causaron daños por 52 mil millones de pesos actuales; que desde el momento mismo del temblor, que también ocasionó muertes y daños en Michoacán, Guerrero, Colima y Jalisco, el entonces presidente, Miguel de la Madrid, minimizó el hecho, rechazó la ayuda internacional y evitó divulgar cifras reales sobre la tragedia. (El Universal/18 de septiembre/2010). Por eso estamos como estamos.
Yo me detengo a recordar a Rockdrigo, muerto bajo los escombros de un edificio de la colonia Juárez, derrumbado por el terremoto de 1985. Su hija, Amanda L. Escalante Pimentel, que en aquel entonces tenía cinco años, en entrevista dijo hace poco de su padre: “Para mí él es un héroe, es una persona que luchó por lo que quería decir y no le importó lo que tuvo que pasar; se tuvo que salir de Tampico y abandonar toda esa sociedad, incluso a mí y eso lo aplaudo. A nivel de composición para mí no hay nadie mejor que él. Para mí él es el mejor, me encanta su proyecto, su humor, y qué bueno que vivió una vida ejemplar, por más corta que haya sido. Valió la pena lo que hizo y siempre va a estar vivo en mi corazón, no hay un día que no piense en él. Él amaba la cuidad y la ciudad se lo llevó, a veces así son los amores”.
Y en ese tenor, recuerdo a Rockdrigo que canta: “me asomé a la ventana y vi venir al cartero, me entretuve pensando en una carta de amor. Mas no, no, no… era la cuenta del refri y del televisor”. ¿Dónde he escuchado este lamento?
Rockdrigo sigue: “me asomé a la ventana y vi venir al Homero, me entretuve pensando en que venía a saludar. Mas no, no, no…eran 6 meses de renta que tenía que pagar. Me asomé a mis adentros, sólo vi viejos cuentos y una manera insólita de sobrevivir. Miré hacia todos lados, dije: ‘Dios, ¿qué ha pasado?’ ‘Nada, muchacho, sólo eres un asalariado’”. Glup, ¿les recuerda algo?
Y Rockdrigo continúa cantando: “por la puerta entraron mi mujer y mis hijos, preparo la alegría que nos va a acariciar. Mas no, no, no… la despensa y la escuela se tienen que pagar, pagar, pagar, pagar sin descansar, pagar tus pasos, hasta tus sueños... pagar tu tiempo y tu respirar, pagar la vida con alto costo y una moneda sin libertad, suben las cosas, menos mi sueldo, ¿qué es lo que se espera de este lugar?” ¡Y esta canción es de los años ochenta!
Hoy, cantando en su memoria, podemos concluir: “me fui para la iglesia a buscar un milagro, rezándole a un retrato quise ver la cuestión, mas no, no, no… lo que vi fue al diablo de la devaluación”.
¿Algo ha cambiado? Quizás sí, pero para mal…

De cinismos y anexas
Pero no nos pongamos tristes, digamos con él: “Dicen que la muerte anda tras mis huesos. Si es así, la espero pa’ darle sus besos. Y si no me alcanza la muy condenada, me paro un ratito pa’ verla enojada”. Tan-tan.

Hasta la próxima
jarl63@yahoo.com.mx

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