viernes, 8 de octubre de 2010

Aguascalientes y Veracruz

Salvador Muñoz
Los Políticos

Interpretación y simbología es parte de la política que gusta a mucho de los viven en, de y para ella.
La última interpretación que me gustó fue la que dan unos en la foto de Javier Duarte de Ochoa con Blake Mora que bien recuerda el verso aquél que dice “y en medio de nosotros dos, mi madre como un Dios”.
Sí, al fondo de esa fotografía aparece Benito Juárez, aunque dudo mucho que la expresión que se dé en él sea la de “El respeto al derecho ajeno…”. Más bien le quedaría a esa imagen (Blake, Duarte y Juárez), algo parecido a “Tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro”.
Pero, pues cada quién le puede dar la interpretación que quiera y al cuadro de Benito Juárez la simbología que quiera.
Es como el caso de Aguascalientes. Para la oposición, es un “barbas a remojar” mientras que para los corifeos del gobernador electo, les urge precisar lo obvio a un lector que tratan como imbécil: “Aguascalientes no es Veracruz”.
Por supuesto que Aguascalientes no es Veracruz, ni Veracruz es Coxquihui ni nada es igual a algo.
Sin embargo, el asunto es, para la oposición al duartismo, sembrar dudas (o esperanzas, en ellos solamente) sobre la decisión que el máximo tribunal electoral dé sobre el caso Veracruz.
¿Válido?
Tan válido como el dicho del gobernador de Jalisco diciendo: “me dan asquito los matrimonios entre gays”.
Podemos no estar de acuerdo o sí con el mandatario, pero no por ello lo vamos a condenar o alabar.
O es tan polémico como el Nobel de Literatura a Vargas Llosa… aunque muchos confundan su obra con su persona…
El caso Aguascalientes con perspectiva a Veracruz es como cada quién quiera verlo.
Ello me recuerda a un chiste y a un pasaje de la historia…
Le cuento el chiste:
Un hombre viaja en el metro cuando también sube una dama de esplendorosas nalgas con un vestido de hermoso vuelo en su andar.
Imposible de evitar tan bello trasero, el hombre se percata de algo: el vestido se entremete en las nalgas de la dama. Acomedido, desliza su dedo pulgar e índice hacia la parte de la prenda aprisionada hasta sujetarla y entonces empieza a jalarla despacito, muy despacito para liberarla de los poderosos glúteos. Una gota de sudor se asoma en su frente, el movimiento de su mano jalando la tela es casi imperceptible y ya a punto de lograr el objetivo, la dama voltea y lo sorprende al tiempo que grita: “¡Abusivo!” A lo que el hombre, indignado, con el resto de los dedos, vuelve a meter la tela a su prisión mientras dice: “ai está, ai está”…
La interpretación que le da la dama a la acción del caballero es de ofensa.
Hay algunos neoduartistas (es que antes eran fidelistas) que igual, ante los comentarios del PAN con respecto a Aguascalientes y Veracruz, sienten que les meten la mano en salva sea la parte… es cuestión de interpretación.
Vayamos a la parte de la historia:
El Rey Eduardo III de Inglaterra bailaba con la condesa de Salisbury. A la dama entonces, se le deslizó su liga hasta caer al tobillo, lo que fue visto con burla por los demás convidados a la danza.
El Rey, en un acto de caballerosidad, se inclinó y deslizó de nuevo, a la pierna, esa liga, no sin antes lanzar una advertencia que pasó a la historia: “Que la vergüenza caiga sobre sí quien piense mal de ello”.
Así, el Rey guardaba el honor de la dama y a la vez el suyo ante una corte que, como toda sociedad, es dada a hacer juicios a priori.
Vaya, en pocas palabras y siendo ordinarios:
El subirle la liga a Aguascalientes no implica que se quieran coger a Veracruz.
Bueno… esa es mi interpretación, y acepto la suya, tan respetable como el “asquito” del gobernador de Jalisco.

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