viernes, 15 de octubre de 2010

Club de pesca

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria

“Te molesta mi amor, mi amor de juventud y mi amor es un arte de virtud. Te molesta mi amor, mi amor sin antifaz y mi amor es un arte de paz…”
Silvio Rodríguez.


Tatuajes, aretes, maquillaje, atuendos, cicatrices, actitudes; por naturaleza el ser humano va por el mundo buscando identificarse con sus semejantes y adoptando modas, actitudes, bienes, costumbres o accesorios que le identifiquen como parte de un grupo o estructura social.
Así tenemos que, a lo largo de la historia, se han visto grandes movimientos sociales y un sinfín de iconos o símbolos que indican la pertenencia, desde las antiguas tribus y etnias en las que se generaban cicatrices queloide en el cuerpo como símbolo de pertenencia, se pintaban la piel, portaban plumas, penachos, aretes o perforaciones en diferentes partes del cuerpo.
Tiempo después los “skin heads” o cabezas rapadas, los punk a quienes se identificaba a kilómetros por sus pelos parados y, en ocasiones, pintados de colores llamativos, por las cadenas, estoperoles y ropa negra; los darketos, siempre vestidos de negro, con gabardinas hasta los tobillos y maquillaje del mismo color en labios y párpados; los hippies, a quienes muchas personas asociaron con “mugrosos”, con su cabellera larga, ropa holgada, cómoda y multicolor, cigarro o pipa, bandas en la cabeza, flores, psicodelia y el símbolo del “peace and love” impreso por doquiera.
Mucho más reciente es el caso de los emos, con sus flecos lacios de lado, ropas con rayitas horizontales, caras largas, piel ceniza y, paradójicamente, con una postura suicida ante la vida.
En casos menores, la naturaleza nos lleva a buscar a nuestros semejantes y formar grupos de amigos, clubes y grupos con características en común, ya sea para jugar rol, escribir, leer, aventurarse en los caminos sinuosos con los jeeperos, salir al mar en grandes grupos de veleros, jugar ajedrez, dominó, aprender oratoria o, como mucho se ha mencionado en este espacio, salir de cacería o pesca con el club en cuestión.
La vida, los amigos, la rutina y oportunidades nos permiten ser parte de uno u otro grupo en el que nos sentimos acogidos, del que nos sabemos miembros importantes y bien recibidos.
Lo cierto también es que el sendero es largo y, a lo largo de éste coincidimos con otras personas que hacen eso mismo que tanto nos apasiona y nos invitan a integrarnos a sus clubes o grupos con la finalidad de compartir y, de la misma manera, de hacernos sentir bien. Es así como se va moviendo la ruleta de la vida, como pasamos de ser parte de un club a otro, como las necesidades van cambiando y, con ello, los roles que jugamos en el mundo.
Es así como las andanzas de esta nutria, y mi afinidad con algunos miembros del Club de Caza y Pesca “El baloncito de Xalapa”, me llevaron a sentirme parte de ese grupo con el que se comparten, más allá de la pesca, experiencias de vida y una entrañable amistad.
Las andanzas de esta nutria inquieta me llevaron a compartir e integrarme con mayor frecuencia a otro grupo, uno de pesca y de amigos en el que me adoptaron como parte importante y con los brazos abiertos, un club pequeñito con Gerardo González, Fidel Serrano “Chocorrol”, Rey Martínez Franco y una servidora, con quienes he compartido días de sol, de buena pesca, de diversión, alegría, aventuras, noches en que todos los coches se atascaron en la playa o descompusieron sin poder pescar, tormentas y desencantos; quienes me cuidaron en todo momento y se dejaron cuidar.
La vida, como el mar, cambia, los compromisos, las entregas y necesidades. Mi vida ha cambiado y con ello mis días de pesca y las personas con quienes puedo o no compartir de esta pasión, lo único cierto es que, en mi caso, los iconos de identificación para “mi club de pesca” son la pasión por el deporte, la verdadera amistad y el amor de los míos, por lo que con o sin club, tengo la dicha de poderlo compartir con mi padre, hermano, mis amigos y, por qué no, en su momento con mi pareja de andanzas de vida.

nutriamarina@gmail.com

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