domingo, 14 de noviembre de 2010

Somos lo que hablamos: unos chingones...

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

Ahora que la Real Academia Española empieza de nueva cuenta a manejar sus hilos podridos y se menea como si estuviera viva, dijera Nikito Nipongo, con esa su nueva Ortografía que pretende fijar la denominación de algunas letras, cambiar "quorum" por "cuórum" y eliminar las tildes de "solo", "guion" y "o" entre números, me doy cuenta de que en verdad estamos de la chingada…, pero perdón, ¿cómo decirle lo que tengo que decirles si también intentan quitarnos la letra “ch” del alfabeto?, ¿cómo chingaos vamos a comunicarnos los mexicanos? Ni modo que les diga: “Ya dejen de ‘ingar’”, “A la ‘ingada’ todos”, “¡Viva México, hijos de la “ingada!” y un “ingaderal” de vocablos muy nuestros. Con perdón y todo respeto, pero seríamos un país de gangosos.
Es pa’ ponerse triste… No, es pa’ enchilarse, chin… uta madre, ¿cómo comunicarnos sin la “ch”? Sí, ya sé que realmente no desaparece, la seguiremos usando, pero al buscarla en el alfabeto, simplemente nos “ingaremos”, porque sólo –digo, “solo”, sin acento- tendremos 27 letras.
En fin, con esto de chingar –deliciosa palabra por picosa, al diablo con la ortografía-, recuerdo que Nikito Nipongo atacó, como siempre, a la Academia de la Lengua con su definición de la palabra "chingar", y escribió: "Naturalmente que es una metida de pata de la Real Academia Española volver a salir con que "chingar" viene de la inexistente onomatopeya "ching", que nada tiene qué ver con ninguna de las nueve significaciones del verbo presentadas en su mamotreto. Se cree que, en realidad, "chingar" deriva de "chingarar": pelear –y de ahí importunar, molestar- en el caló español”.
En la novela La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, hay todo un capítulo del verbo “chingar”, donde se lee: “Tú y yo, miembros de esa masonería: la orden de la chingada”. Y si recuerdan la película “El Callejón de los Milagros”, hay una escena donde dos compadres hacen pareja en una mesa de dominó, y se da el siguiente diálogo:
“-Oiga compadre, ¿a donde irán los muertos?
El compadre cavila, lo mira a los ojos con un ceño adusto, filosófico, serio.
-Pues a donde más, compadre, ¡pues a la chingada!”

¿Cómo quitarnos nuestra letra “ch” tan querida? ¿Cómo no chingarnos mutuamente, si “chingar” es nuestra palabra, santo y seña de México, dijera Octavio Paz? Y si no, nomás les doy un quemón con estas expresiones: “Chinga bien, sin ver a quién”, “Hacer una chingadera”, “Nomás lo haces por chingar”, “El que se apendeja, se chinga”, “O te chingas o te jodes”, “Hasta en casa de la chingada”, “Se lo cargó la chingada”, “¡Me lleva la chingada!”, “Chingar a su madre”… Vaya, un chingoputamadral de chingaderas más que nos identifica. Porque para el mexicano, la vida es la posibilidad de chingar o de ser chingado, escribiera Octavio Paz.
Aunque, claro, ya sabemos que hay quienes chingan por chingones y quienes chingan por chingar, o como decía mi abuelo, unos a chingar y otros a no dejarse.
Pero basta ya de escribir tantas chingaderas. Vámonos mucha a la “ingada”, ¿o no?

De cinismos y anexas
La sección “QrR”, del Diario Milenio, propone que la Academia mexicana adopte el término “güevos”, de uso común en una agresión verbal-corporal, para diferenciarlo del sustantivo “huevos”, así como el vocablo “ira”, no como sinónimo de rabia y enojo, sino de “¡Ira, ira!”, una de las formas del verbo mirar. Suena chingón…

Hasta la próxima
jarl63@yahoo.com.mx

No hay comentarios: