lunes, 8 de noviembre de 2010

Una agenda para Veracruz

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

En las pasadas elecciones veracruzanas se repitieron algunas constantes de la conducta electoral contemporánea mundial: desaparición de las fuerzas políticas hegemónicas, estrechos márgenes entre competidores, polarización de preferencias, sustitución de las ideologías por ofertas específicas para temas concretos de la agenda pública en demérito de los proyectos de largo plazo, protagonismo de la mercadotecnia política en el proselitismo y, como es frecuente en México, litigios electorales que remiten la “legitimación” de la voluntad popular a la decisión de un conjunto de jueces.
Es un lugar común decir que Veracruz es ahora una comunidad plural, diversa, con problemas muy específicos de carácter regional y local e intereses no necesariamente coincidentes entre los distintos segmentos demográficos socioeconómicos ni entre las distintas zonas geográficas del Estado. Pero el que se diga mucho no le resta importancia al hecho: puede entenderse como oportunidad, como gran expresión de riqueza social y oportunidad para el crecimiento de personas e instituciones, pero también es un serio reto para el ejercicio del gobierno que empieza el próximo primero de diciembre.
La cuestión es: ¿cómo gobernar para todos, hacerlo bien, satisfaciendo con oportunidad y en la mejor medida posible las necesidades de la gente al mismo tiempo que se cumple la ley, se desactivan conflictos, se imparte justicia expedita, se actúa con transparencia y honradez, se administran con éxito los escasos recursos, se actúa no sólo de cara a lo inmediato sino con real vocación de futuro -en busca de una sociedad cada vez mejor, más equitativa, más equilibrada- y lograr que el acto de gobierno incida real y favorablemente en el desarrollo económico y la generación de riqueza social?
Si se actúa de buena fe, hay que aceptar que en términos de demanda social, no es posible resolverlo todo, ni siquiera atenderlo todo, ni en Finlandia ni en Botswana, ni en Querétaro ni en Veracruz. En consecuencia, es inevitable establecer prioridades para la administración pública: el primer gran reto, no sólo de la autoridad, consiste en identificar con precisión las necesidades, preferencias y esperanzas de los veracruzanos, delimitando las que son realmente comunes/generales/universales y que, por su misma condición, tendrían preeminencia y, en segundo término, las necesidades, preferencias y esperanzas de los grupos de veracruzanos que, sin ser la totalidad, son mayoritarios o tienen mayor impacto en la vida social, dejando en un tercer orden las peticiones de menor repercusión en la comunidad.
Hay que hacerlo, además, con el mayor sentido democrático posible, es decir, cumpliendo realmente la oferta que los ciudadanos privilegiaron con sus votos, pero también con inclusión y, como se ha dicho, recuperando las mejores y más viables propuestas de las fuerzas políticas que, si bien no ganaron la elección, obtuvieron la preferencia de grupos de electores.
De suyo es un problema -siguiendo a la teoría política clásica- delimitar con precisión en qué consiste el “bien común” o la “voluntad general” o el “interés general” y más aún, quién es el legítimo interprete y portavoz de éstos; sólo como ejemplo: en la actual legislatura del Congreso de la Unión, ¿qué fracciones parlamentarias representan más y mejor lo que quieren los mexicanos?
Aún ahora, con las encuestas de opinión, las fórmulas interactivas de información electrónica, las redes sociales y, en general, la explosión de las comunicaciones, sigue siendo sumamente complicado identificar con exactitud los “puntos de consenso”, habida cuenta de que se trata no sólo de enunciarlos sino además -y muy especialmente- identificar el camino que la sociedad prefiere para alcanzarlos (contra la delincuencia,¿pena de muerte o readaptación?; respecto de los derechos de familia,¿sí o no al matrimonio entre personas del mismo sexo?; en pos de la salud pública y la paternidad responsable, ¿sí o no al aborto voluntario?).
Parecería evidente que los veracruzanos se pronunciaran a favor de un ambicioso programa de seguridad pública que les garantizara su integridad, su patrimonio y la libertad necesaria para vivir sus vidas en paz y tranquilidad. Sin embargo, es un hecho que existen cientos de miles de ellos que, dado su enorme nivel de marginación, están ajenos a la existencia de problemas graves en materia de criminalidad (problema que incide sobre todo en zonas urbanas) y para ellos -los pobres- la urgencia está en tener al menos la comida indispensable para subsistir, en lograr acceso a los servicios de salud y, si fuera posible, a una fuente regular de ingresos (empleo) que les permita romper el círculo de la pobreza.
Por si no fuera suficientemente complejo el panorama, la escasez -siempre presente- es hoy una constante de mucha más intensidad, derivada de la contracción económica global, de los problemas financieros del gobierno, cuyo peso en la economía es y seguirá siendo determinante y, también, por el crecimiento casi geométrico de la demanda social.
El primer paso es la construcción de la agenda común, el trazo específico que ha de seguirse para alcanzar el Veracruz en el que todos coincidamos, que nos motive, que nos incluya y nos represente, el Veracruz de progreso que todos merecemos, sin exclusiones, que nos haga sentir orgullosos de ser veracruzanos, el signo de un gobierno de todos y para todos.

antonionemi@gmail.com

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