jueves, 2 de diciembre de 2010

Un México sin pobres

Rodrigo Vidal
Zona de Tolerancia

El reporte más reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), establece que la pobreza en México aumentó de 31.7 por ciento en 2006 a 34.8 por ciento en 2008. En ese período otros países experimentaron una tendencia a la baja.
En el reporte “América Latina: evolución de la pobreza y la indigencia, 1980-2010”, que analizó la situación de nueve países, México junto con Ecuador y Costa Rica fueron los únicos que reportaron un crecimiento de la pobreza, a diferencia del resto de naciones.
A manera de respuesta, el pasado primero de diciembre la Secretaría de Desarrollo Social, dijo que la pobreza en México dejó de crecer, con todo y las 20 millones de personas que viven en pobreza extrema o alimentaria. Según la Sedesol, uno de los indicadores es la reducción de 20 por ciento en el costo de la canasta básica en las comunidades donde llega Diconsa.
Además, la dependencia aseguró que hoy los mexicanos que viven en condiciones de pobreza tienen mejores oportunidades para salir adelante, cosa contraria a lo establecido por la Comisión Económica para América Latina.
Este no es el primer intento de la dependencia por mostrarse animados con las cifras alegres en cuanto a reducción de la pobreza en nuestro país, ¿recuerda la fecha temeraria de eliminación de la pobreza alimentaria en el año 2015 que dio la Sedesol?
A mediados de noviembre el secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, afirmó que para el año 2015 se erradicará en México la pobreza alimentaria, y que para ello existen los recursos y programas necesarios.
Felipe Calderón lo reitera diez días después, el 28 de noviembre, cuando aseguró durante el “encuentro ciudadano” con motivo de su cuarto año de gobierno, que es posible vencer a la delincuencia y erradicar la pobreza en México.
De lo primero ya se desdijo un par de días después al afirmar que el narcotráfico no va a desaparecer, “pero hay que enfrentarlo”, de lo segundo, se mantienen en que lograrán cumplir esa meta en 2015, ni un mexicano en pobreza alimentaria, al menos. Habrá que ver.
Quienes conocen las zonas rurales del sur del país y los cinturones de miseria que se encuentran en las grandes y medianas metrópolis del país, dudan de estos pronósticos, y no por pesimismo sino por las extremas desigualdades que persisten en esas regiones.
Resulta hasta ofensiva la falta de seriedad en las declaraciones de las instituciones cuando se refiere al combate a la pobreza, sobre todo porque sus indicadores de “bienestar” se sustentan en el número de afiliados a los programas sociales como Oportunidades y Seguro Popular, al aumento de derechohabientes en el IMSS –que equivale a hablar de empleos formales generados–, pero no se toma en cuenta el ingreso que cada familia percibe ni la distribución de gastos en función con las obligaciones en el pago de servicios básicos (en caso que los tengan), educación de los hijos, alimentación, vestido y calzado.
El ingreso de menores a las filas de la delincuencia organizada da muestra de la falta de oportunidades de estudio y trabajo. El aumento del empleo informal es otro elemento que hace dudar de los pronósticos optimistas del gobierno, y no confundirlo con un deseo porque la pobreza en México siga, al contrario, se debe luchar por erradicarla.
Los sectores más pobres del país han sido, son y al parecer serán siempre sus instrumentos clientelares. En la lógica de la política que han seguido los gobiernos del PRI y hoy los del PAN, si se acaban los pobres en México ya no tendrán a quien vender sus promesas.

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