domingo, 16 de enero de 2011

Beso clandestino


Rodrigo Vidal
Zona de Tolerancia

Aún recuerdo mi primer beso. Tenía seis años de edad, la misma edad del niño con el que apenas si pegué los labios. Y aunque ya pasó mucho tiempo de eso, lo recuerdo perfectamente porque transcurrieron varios años (bastantes diría yo), para que volviera a besar a alguien (la cantidad de años me los reservaré por obvias razones… es decir, por pena de no haber besado en tanto tiempo). Sin embargo, en la última década me he emparejado.
Lo que ocurrió entre el primer beso y el segundo es una historia común y repetida entre niños y adolescentes no heterosexuales, incluso hoy en día, que se supone existe mayor información sobre los derechos de las personas homosexuales (que eso incluye a niños y adolescentes, les guste o no la noticia a los padres).
Crecer con temor al rechazo, primero familiar y después social, aún provoca desde dolores de cabeza y desvelos, hasta el suicidio de las y los menores que son concientes de ser diferentes al resto de sus compañeros de clase, porque les gustan las personas del mismo sexo.
Y crece más cuando su orientación sexual (que no preferencia), se hace manifiesto y son objeto de burla por parte de alumnos, maestros, vecinos, primos y hermanos; y de represión por parte de los padres.
El bullying por homofobia es el más cruel de todas los tipos de acoso y violencia escolar, que empeora cuando el pequeño no cuenta ni con sus padres para buscar ayuda, porque ellos tampoco aceptan un hijo maricón o puto.
La opción que muchas veces se toma es enfrenar solo el problema y crecer acumulando temores hasta tomar la decisión de soltar toda esa carga, mientras tanto cualquier manifestación de atracción y afecto a otra persona se reprime.
Leía que eso ocurría hace 100 años, hace 50 años, yo puedo atestiguar que también ocurría hace 20 y darme cuenta que ocurre hoy en día.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos garantiza la igualdad de derechos para todos los mexicanos, sin importar orientación sexual. Además, México ha suscrito y ratificado tratados internacionales en materia de Derechos Humanos que incluye la defensa y el respeto de las garantías de las personas lésbico, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual e intersexual.
Y pese a todos los esfuerzos de organismos gubernamentales como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), pero principalmente de organizaciones de la sociedad civil, en el país persiste la homofobia dentro de la formación del mexicano, y de ahí derivan sus consecuencias, que van de la burla, las agresiones verbales, la física, la represión policial y el asesinato.
Este domingo en Xalapa un grupo muy minoritario de personas se concentraron en el parque Benito Juárez para protestar pedir a la alcaldesa Elizabeth Morales que defina el rumbo de sus políticas públicas enfocadas al respeto y garantía de los derechos de la población LGBT, luego de que el pasado 6 de enero la policía realizara una detención masiva de homosexuales y travestis que se encontraban en dicho parque.
Hubo pocos, muy pocos asistentes que acudieron a la convocatoria denominada Un beso por la libertad. El pronóstico era de esperarse. Hoy todavía es difícil que las personas homosexuales manifiesten su afecto por toda la homofobia ciudadana e institucional que pulula en el aire.
Es lamentable que la fuerza de un Estado sólo se haga presente mediante balazos y represión, detenciones injustificadas, tortura y desaparición, y no en garantizar que todos gocemos de los mismos derechos.
Dejé de besar tantos años por demonios internos acumulados, pero hoy no lo dejaré de hacer por los demonios de otros.
La apuesta es aprender a vivir en la diversidad, porque todos somos diferentes a los otros, en mayor o menor medida, por nuestra forma de pensar, vestir, nuestra militancia política o preferencia religiosa, por nuestra orientación sexual, por nuestro color de piel y estatura, por nuestro origen étnico, por nuestra cultura, pero todos en igualdad de derechos reconocidos iguales ante la ley, guste o no.

Activismo con valor
Si nos sorprendió en Veracruz que 16 personas aspiraran al cargo de Presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, lea el siguiente dato: hubo mil 95 aspirantes a 36 vacantes dentro de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
El dato es interesante tomando en cuenta que en los últimos años el activismo se ha vuelto un riesgo en el país. Puede que ocurran dos cosas: se trata de verdaderos héroes que desean servir a costa de la propia vida o el nivel de desempleo está cabrón.
Lo que también es una realidad es que el nivel de compromiso de los organismos gubernamentales de Derechos Humanos es muy por debajo de aquellas organizaciones de la sociedad civil, así que se llevan la chamba muy relajada, a pesar de los recursos que el Estado destina a dichas instancias.

Comentarios, quejas, sugerencias y besos virtuales, los puede enviar a: rodrigovp76@gmail.com y síganos en Twitter: @ZonaDtolerancia

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