domingo, 23 de enero de 2011

Historia ficticia

Arturo Reyes González
Burladero

Uno de los grandes obstáculos o problemas que el país enfrenta es la distinta y en ocasiones radical diferencia de opiniones, de ideas, de concepciones, de lo que anhelamos y queremos para nuestra localidad, para nuestro estado y nación; para nosotros mismos como sociedad.
Regidos por máximas culturales, religiosas, políticas e ideales de vida, por intereses, solemos afirmar que cada cabeza es un mundo y sólo cada persona sabe en base a qué toma una decisión. Unos queremos una cosa, otros mexicanos otra, que puede ser totalmente distinta. Difícil entonces, imposible hasta ahora, ponernos de acuerdo respecto de algún tema de interés nacional que nos mueva a todos por igual.
Sí, tenemos preocupaciones e inquietudes en común como lo son la inseguridad, el cuidado del agua, el aumento en el precio de los productos de la canasta básica, la escasez de alimentos y la corrupción, entre otros, pero al momento de actuar y jalar parejo hablamos de temas muy distintos.
Al momento en que nuestras autoridades actúan y toman decisiones de su competencia, parece que enfrentamos la misma situación. Una diferencia de óptica.
A los vecinos de una colonia cualquiera les parece que la fuga de agua que les afecta, los baches o la falta de alumbrado, son asunto prioritario, antes que lo que pasa en otras zonas de la misma localidad. Las autoridades deciden cómo, cuándo y dónde aplicar los recursos, aunque muchas, muchas veces, no nos parezca el criterio y la manera en que lo hacen.
Una gran mentira de candidatos y candidatas a alcaldes de nuestro estado es prometer o al menos mencionar –nunca falta– que cuando lleguen a presidir un ayuntamiento tomarán en cuenta la opinión ciudadana al momento de tomar decisiones, receta que se adereza con la idea de transparencia y la puntual rendición de cuentas, nada más falso hasta ahora sin excepción de colores o siglas.
Hablando de mentiras, leamos lo que el secretario de Economía federal, Bruno Ferrari García de Alba, declaró este sábado en el marco de la Reu­nión Anual de In­dus­tria­les (RAI) 2011, que tuvo lugar en Ixtapan de la Sal:
“"Siem­pre va a ha­ber cues­ta de ene­ro por­que es cul­tu­ral, y siem­pre exis­ten au­men­tos en es­ta épo­ca. Sin em­bar­go, no se jus­ti­fi­ca que exis­ta, y por eso va­mos a com­ba­tir­la y ca­da vez va­mos a com­ba­tir­la más pa­ra que ha­ya una cul­tu­ra de de­fen­sa de los pre­cios, pa­ra que no su­ban sim­ple­men­te por­que cam­bia el ca­len­da­rio. Eso no pue­de pa­sar", pre­ci­só.
O lo que es lo mismo, dijo que “la cuesta de enero es cultural”, se trata de un mito. Ahora resulta que no es más que una narración maravillosa, una historia ficticia, literaria o artística, que es como define el mito la Real Academia.
Lo primero que pensé fue en cuánto ganará nuestro flamante secretario de Economía. Seguramente desde su óptica y su economía personal el mito de la cuesta no parece más que eso, un simple, sencillo y fabuloso hecho ficticio. ¡Inche sensibilidad!
Y además nos ex­pli­có –gracias a Dios por nuestros secretarios de estado– que la me­jor so­lu­ción pa­ra evi­tar si­tua­cio­nes de es­te ti­po, es que “el con­su­mi­dor ten­ga una me­jor cul­tu­ra de los pre­cios”.
Una mejor cultura de los precios, caray, mmm, ¿y eso con qué se come?, ¿sabrán las amas de casa, los taxistas, los jornaleros, los obreros, los campesinos, los asalariados, que con una mejor cultura de los precios pueden hallar la solución a los problemas de la histórica y ficticia mentira de que enero es una cuesta?
¡Chinga! Por qué no nos habrán dicho antes nuestras autoridades que se trataba de una mentira. ¿En qué mundo vivimos los millones de mexicanos jodidos que creemos que nuestro dinero no alcanza al iniciar cada año por la cuesta de enero?
No cabe duda que desde arriba todo se ve azul.

argo_reyes@hotmail.com

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