jueves, 13 de enero de 2011

Muerte estúpida

Salvador Muñoz
Los Políticos

Hasta hace unos días, mantenía una firme postura de rogarle a Dios por no tener una muerte estúpida.
Defino muerte estúpida a un escenario que, aun muerto, desde el más allá, me avergüence de mi fin.
Por ejemplo: No me imagino ser encontrado, tras un terremoto, muerto en el baño justo cuando defecaba… como al Tigre de Santa Julia.
O que saliendo del baño, descalzo (fiel a mi costumbre), resbalar y acabar desnucado. ¡Ojo! Nada de que se me cayó el jabón y me ajusticiaron…
Peor aún: No quiero mi muerte en manos de un estúpido, por lo que entra en el ámbito de muerte estúpida.
Es decir, que vaya caminando tranquilamente y un ebrio conductor me atropelle al perder el control… evitaré por ello ir a Boca del Río.
O el clásico pendejo que jugando con una pistola se le escape un tiro y curiosamente se aloje en mi pecho o cabeza.
O sencillamente el idiota con prisa que se sale de su carril y se incrusta de frente conmigo.
Ya me pasó algo similar cuando un imbécil conductor de un urbano se me atravesó sin miramientos y sólo atiné a pensar “Ya me morí” pero mi instinto de supervivencia fue el que esquivó el madrazo, más no evitó que me fuera alojar debajo de una camioneta. De recuerdo tengo un terrible dolor en la cadera que a veces me obliga a una acción que verbalmente cualquiera envidiaría: cojo en el día, cojo en la tarde y cojo en la noche… ¡En verdad les digo que es feo cojear!
Tampoco espero una muerte por causas naturales…, es decir, que me caiga un rayo, que me ahogue en una inundación, que me trague la tierra en un terremoto o que me lleve un tornado. No sé si entre en la escala de muerte estúpida… pero no la quiero.
Sin embargo, los más de 34 mil muertos que ha dejado la guerra del presidente Felipe Calderón con la delincuencia organizada, me obliga a pensar si morir por una bala perdida en el combate entre las fuerzas del estado y los “malos” no será parte de una muerte estúpida.
O que por el hecho de que la mujer maneje una camioneta negra y no veamos un retén militar, recibamos por cortesía de las fuerzas armadas una ráfaga de plomo… ¿sería una muerte estúpida?
Esto sí sería estúpido: ¡Morir engranado! Es decir, que en evento público algún de hijo de mala madre aviente una granada.
A lo mejor fallecer en medio de una guerra que no pedí, ni quise, ni desee, realmente no sea una muerte estúpida, sino lo estúpido realmente es esta guerra que supera los 34 mil narco-ejecutados.
Hay algo que me consuela.
Si muero en mi Veracruz en causas que parezcan (y que parezcan no es que sean) similares a la guerra que se libra en el resto del país, es seguro que sea por un hecho aislado, como dice López Esquer, o metido en un “lío de faldas”, como sabiamente lo dice nuestro encargado de la procuraduría, Reynaldo Escobar. Lo estúpido no son las muertes, sino los citados... es decir: Los dichos, los comentarios, lo expresado, no los que lo dijeron, comentaron o expresaron.
Porque es evidente que para ellos, en Veracruz, no pasa nunca nada.
¿De qué nos sorprende?
Si para Felipe Calderón todo lo que acontece en el país no es una guerra, sino una lucha.
Y en eso le doy la razón al presidente: la única guerra que libra es contra el desempleo… ¡ya hay 34 mil nuevas vacantes… y contando!

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