miércoles, 16 de febrero de 2011

Energía nuclear, no gracias

Arturo Reyes González
Burladero

Todavía conservo un claro recuerdo en mi memoria de un pequeño y gastado o borroso volante en blanco y negro, una fotocopia de la fotocopia, de un pedazo de papel bond blanco que en el frente tenia el dibujo de un sol que sonreía y en la parte baja del mismo se leía la leyenda “energía nuclear, no gracias”.
Estábamos en plena clase de ciencias naturales, con la maestra Martha, en la escuela primaria Rafael Ramírez de la colonia 2 de abril de Xalapa, junto a lo que hoy es la Casa del gobernador o Casa Veracruz; era ya medio día muy cerca de la hora de salida de una jornada calurosa cuando a la puerta tocaron un par de señoras jóvenes que pidieron la oportunidad de charlar con la clase.
La maestra siempre amable como solía ser les cedió la palabra, me imagino que sabía que ya habían obtenido el permiso de la directora para acceder al plantel, de otra manera simplemente no hubieran llegado a nuestra aula.
Las señoras iniciaron pues con su exposición y de manera vaga recuerdo que nos dejaron un mensaje que en ese momento a los pequeños de quinto grado nos pareció aterradora e incluso apocalíptica: Las autoridades del país y del estado trabajaban ya en la instalación de una planta núcleo eléctrica en la zona baja del municipio de Alto Lucero y que llevaría por nombre “Laguna Verde”.
¡Una planta núcleo eléctrica. Dios! Estoy seguro pensamos todos los compañeros que ni entendíamos de qué se trataba, o cómo se comía, pero por la manera en que nos fue revelado parecía algo completamente monstruoso.
Y es que eso sí lo tengo claro, hacían referencia en cada oportunidad al desastre nuclear acontecido un par de años antes (abril de 1986) en la Central Nuclear de Chernóbil, ubicada en lo que era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.).
El material radiactivo liberado a causa de dicho desastre fue unas 500 veces superior al que liberó la bomba atómica que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima en 1945, por lo que causó la muerte directa de 31 personas y obligó a que el gobierno de la U.R.S.S. ordenara la evacuación de 135.000 personas. La radiactividad emanada por el accidente llegó a diversos países europeos.
Entonces, las madres de familia y activistas de un movimiento ciudadano que quizá haya tenido que ver con el grupo antinuclear de madres veracruzanas que hasta la fecha se manifiesta de manera pública en la plaza Lerdo del centro de la capital veracruzana, acudieron para pedir que el folletito y una calcomanía con la misma imagen de sol las lleváramos a nuestros respectivos hogares y pidiéramos a papá y mamá las colocaran en la puerta de la casa o en un lugar visible para evidenciar nuestro desacuerdo y sumarnos a su causa, además de propalar el mensaje de alerta.
No se me olvida aquella frase “energía nuclear, no gracias”.
Hoy tengo la oportunidad de conocer a varios habitantes y vecinos de la zona aledaña a la planta núcleo eléctrica de Laguna Verde. Debo confesar que el primer temor al que me enfrenté hace ya algunos años cuando inició mi interacción con ellos, fue al del grave prejuicio de tratar con veracruzanos que pensé, sin lugar a dudas estaban enfermos por su mera condición de ser vecinos nucleares.
Al estar por un determinado tiempo en la zona escuchas un sinnúmero de historias respecto al tema de las afectaciones todas ellas atribuidas a “la planta”; sin embargo, viejos y jóvenes también dan testimonio de llevar toda una vida “ahí junto” y son más fuertes y sanos que muchos otros veracruzanos que viven muy, pero muy lejos de Laguna Verde.
No soy experto en la materia, vaya, ni si quiera tengo la menor idea de cómo se desarrollarían dichas afectaciones, los tiempos que le tomaría dañar a todos a su alrededor la “radiación” de la que hablan algunos y de las “fugas” que también afirman se han dado, o si producen cáncer, parálisis cerebral u otros daños, pero hay hechos que ponen a uno a dudar de que sea la única causa.
Por ejemplo, el ex gobernador Dante Delgado Rannauro posee una propiedad a menos de 20 kilómetros, esto es 10 minutos vía automóvil; nuevas familias con determinado nivel económico se muestran interesados en la zona; incluso el también ex gobernador Miguel Alemán aseguran regaló una casa en la comunidad de “El Farallón” a la interprete de origen puertorriqueño Chavela Vargas, cercana al campamento del mismo nombre donde habitan ingenieros de la planta; ex rectores universitarios y jubilados de la banca de desarrollo económico del gobierno federal han sido vecinos también.
¿Por qué estos personajes y muchos otros veracruzanos igual de valiosos decidirían vivir o pasar periodos de tiempo en dicha zona, sabiendo los graves riesgos que implica? ¿Por qué a unos habitantes sí y a otros muchos no les ha afectado?
Son varios años ya de aquella entrega de calcomanías del solecito sonriente. No ha pasado nada -¿Afortunadamente?- no lo sé pero aquí seguimos.
Algo es seguro, las voces seguirán encontradas como ha sucedido a lo largo de los años de vida de la Planta, en un vaivén de opiniones e ideas.
Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira.

argo_reyes@hotmail.com

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