jueves, 3 de febrero de 2011

Lástima por El Místico

Fernando Hernández Fernández
El Marcaje

Corría el año 2005 y en las funciones dominicales de la Arena Xalapa aparecía un jovencito, muy delgado, con un cartel mínimo en su carrera; sí, con buenas evoluciones, pero nada del otro mundo.
Se llamaba Místico y –dicen- cobraba mil pesos por presentarse. Recuerdo que mi amigo Hugo Garizurieta escribía para el diario AZ en esos tiempos y lo entrevistó sin mucho apuro, sobre todo porque se le empezaba a relacionar con El Sagrado y El Hijo del Santo para formar una tercia, más porque el hijo de Rodolfo Guzmán Huerta fue una especie de “padrino”.
En aquellas épocas, ese novato pedía a los promotores que le dieran sólo lo del autobús con tal de luchar. Había humildad y sólo se sabía que era pupilo de Fray Tormenta. No había conocimiento en sí que su papá había sido luchador, el Doctor Karonte.
Luego vino el crecimiento profesional, la aparición en las batallas estelares, los retos, las apuestas ganadas, los títulos, los videos musicales, la novela, apariciones en televisión, comerciales, inclusive un espacio en los Juegos Olímpicos del 2008. Vamos, una parafernalia por el personaje.
Recuerdo cuando desenmascaró a Black Warrior el 29 de septiembre del 2006, el año en que él solito le podía meter 10 mil personas a la Arena México, y en que esa noche de Pago Por Evento del aniversario de la Lucha Libre en México, el seminarista de los ojos blancos provocó que muchos bares enloquecieran, como si jugara la Selección Nacional de futbol. Había gente con las máscaras en los botaneros, sufrían cuando el técnico se veía cerca de perder y celebraron con mucha algarabía cuando mostró el rostro de Jesús Toral.
Cuando se hallaba en los cuernos de la luna se vinieron las lesiones. Luchó poco. Otros gladiadores empezaron a lucir. No obstante, la imagen del Místico seguía latente, a la espera de resurgir.
Sin embargo, el éxito empezó a convertirse en soberbia, a mostrar más bailes y shows sobre el ring. Sí, volaba y arriesgaba el físico, pero ya no luchaba como en los inicios. Era más lucimiento que acción, y claro, si ya había sido considerado por la WWE para emigrar, pero al final no llenaba los requisitos y él tampoco quiso llenarlos.
El ego se disparó tanto que empezó una guerra muy fuerte con el de Doctor Wagner, que decidió irse a Triple A, que volvía a levantar, para dejar al príncipe de plata y oro en el Consejo Mundial de Lucha Libre que daba tumbos hacia cierta decadencia por la falta de renovación.
Místico se sabía la imagen de su empresa y el nexo con la afición se deterioró. En Martínez de la Torre casi lo linchan porque no quiso dar autógrafos a la gente. En Xalapa, varios compañeros de vestidor lo rechazaban al volverse “sangrón”, como le decían. Para entrevistarlo era una hazaña acercarse a él y siempre se mostraba retador al público que le abucheaba, que ya no le gustaba su trabajo.
A su favor puedo decir que los aficionados son poco cuidadosos, le picaban con lapiceros el torso desnudo en pos de un autógrafo, o le lanzaban el flash directo a los ojos. Lógico era el enojo.
El CMLL lo cambió al bando rudo, para ver que “jale” tenía. En ese lapso, poco a poco, volvió la era de paciencia; hoy, cuando la imagen del esteta no es tan fuerte, vuelve a surgir el tema de la WWE. Eso le dará entrevistas y presencia en medios por un tiempo, pero los mismos promotores lo han dicho, es el intento de salvar al pez gordo de la empresa, aunque los ojos deberían voltear ya hacia otros horizontes.

Hasta la vista.

fhernandez1980@gmail.com
Twitter @ferdeportes

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