martes, 29 de marzo de 2011

Duarte todopoderoso

Arturo Reyes González
Burladero

Cuando se hace referencia al tema de las 32 mil concesiones para taxis pendientes por entregar en la entidad, de inmediato me viene a la mente la comedia estadounidense del 2003 dirigida por Tom Shadyac –escrita por Steve Koren, Mark O'Keefe y Steve Oedekerk– y protagonizada por Morgan Freeman, Jim Carrey y Jennifer Aniston, cuyo nombre original es “Bruce Almighty” en inglés y para nosotros fue “Todopoderoso”.
En la película, Bruce Nolan (Jim Carrey) es un reportero que ante resultados adversos a algunas de sus intenciones de trabajo se queja con Dios, por lo que éste le concede tener sus poderes divinos y así el periodista sepa lo difícil que es ser todopoderoso.
En algún momento de la película, recuerdo bien que dentro de las cientos, miles de solicitudes diarias que le hacen los humanos a Dios y que el personaje que desarrolla Jim Carrey recibe, archiva y administra en una computadora de escritorio, se encuentra la que debe de ser una de las más requeridas de todos los tiempos modernos de la humanidad, aún por encima de la felicidad, el amor, el trabajo, la salud o el anhelo de no morir, y que es: sacarse la lotería.
Sacarse la lotería representa tanto en la película como en la vida real la esperanza de muchos, demasiados quizá para un solo premio mayor, de cambiar y aspirar a conducirse de acuerdo a lo que uno cree y quiere para su vida.
Pero regresando al pasaje fílmico, resulta que el todopoderoso decide darles el sí a sus solicitantes y hacer realidad su deseo de sacarse la lotería.
¿Qué sucede en consecuencia?
Que fueron tantas las personas que pidieron lo mismo, pensando en su economía, que cuando van a reclamar su premio este es tan sólo un pedacito, una ínfima parte de lo que originalmente era.
De inmediato se presentan molestias evidentes, los reclamos sociales son generalizados, la decepción, el caos, la desesperación se hacen presentes.
Es decir, la esperanza económica se esfumó, resulto ser nada al momento en que a todos se les cumplió su demanda. Dejo de ser negocio.
Aplicado lo anterior al tema de las placas de taxi, pasó prácticamente lo mismo, guardadas las proporciones. En la película veracruzana se concedieron una gran cantidad de deseos y he ahí el resultado.
Había escuchado que tener placas de taxi era un buen negocio, que dejaba ganancias, que era un buen patrimonio. Al momento en que se abrieron las concesiones para casi todos, ahorcaron la gallina de los huevos de oro.
¡Y aún así existe la demanda por 32 mil nuevas concesiones que se sumarían a las ya existentes!
Quien las haya pagado ya, está en todo su derecho de reclamarlas, pero quienes no, para qué quieren un nuevo juego de placas sabiendo lo que va a suceder ante el saturadísimo escenario que priva en toda la entidad sin excepción alguna. ¿Nada más para no perder su dinero?
“Acabaríamos saturando y destruyendo tanto el transporte en la modalidad de taxi como el transporte en la modalidad de urbano, ya que el taxista haría la función de colectivo, entonces saturarían más de lo que ya está”, es parte de las declaraciones hechas al respecto.
Le toca al gobernador Javier Duarte de Ochoa contenerlas y no ceder. Como dijo en días recientes el todopoderoso de la película de la entidad, sería una irresponsabilidad soltarlas.
Claro y entendible. Totalmente de acuerdo. Sería una irresponsabilidad soltarlas.

argo_reyes@hotmail.com

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