miércoles, 13 de abril de 2011

Cuando Acosta Lagunes invitó un “lechero” a Calvo-Sotelo y se armó la rebambaramba!

Raúl Torres Jiménez
(Notiver)

Don Alfonso:
Este martes 12, bebiendo la primera taza de café mientras mi hija desayunaba para ir a la escuela, sonó el teléfono de casa, y la voz de un amigo me informó “ha muerto Acosta Lagunes, tú trabajaste con él”…
Recibir una noticia como esa al amanecer, no es grato. Sin embargo, empecé a recordar muchas etapas de mi vida ligadas, de alguna manera y por el trabajo, con el paso del licenciado Agustín Acosta Lagunes por la gubernatura de Veracruz.
Me llegaron a la mente muchos hechos, muchas anécdotas que viví trabajando para Acosta Lagunes en el antiguo Departamento de Información de Gobierno del Estado, pero una se me hizo más clara en cuanto ví una foto que por alguna razón tenía en medio de mi libreta- agenda de apuntes: Acosta Lagunes despidiendo de su visita a Veracruz a don Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo, segundo presidente de la democracia española a la muerte del dictador Francisco Franco Bahamonde.
La anécdota de esa visita pinta de cuerpo entero a don Agustín, quien detestaba los excesos de los operativos de seguridad que hacían los “guaruras”, incluidos los de él, a los que se les escapaba cada que tenía oportunidad, poniéndolos en aprietos.
En 1982, Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo realizó una visita de estado a México como Presidente de España, y tras reunirse con el Presidente José López Portillo, efectuó una visita de horas al puerto de Veracruz.
Don Agustín era gobernador del estado, y llegó hasta el aeropuerto Heriberto Jara Corona para recibir al distinguido visitante que era custodiado celosamente por una sección del Estado Mayor Presidencial.
Los reporteros y fotógrafos de diversos medios esperábamos a la entrada del aeropuerto el acceso al interior para “cubrir” la visita del gobernante español que ya había superado crisis como la del 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel Antonio Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados, en Madrid, blandiendo una pistola que disparó por lo menos en una ocasión y luego de ello siguieron varias descargas de las armas que portaban los guardias civiles que lo secundaban. Calvo-Sotelo estaba allí con el todavía Presidente Adolfo Suárez; ese día se iba a realizar la votación para aprobarlo candidato a la presidencia de la naciente democracia española que vivió horas difíciles hasta que los golpistas se rindieron.
Los “guaruras” del Estado Mayor Presidencial abusivos, prepotentes, altaneros, buscaban al jefe de prensa del Gobierno del Estado, y sólo estaba el que esto escribe, un simple reportero. El jefe de la sección se dirigió a mí y espetó: “no hay gafetes, no pasa nadie”. Yo sólo dije “lo que usted ordene”, porque discutir con esos necios era meterse en problemas y no se trataba de hacerle al héroe.
El pedante militar regresó unos minutos después y se dirigió a mí de nuevo: “sólo van a pasar unos cuántos, los que tú identifiques y nos digas de qué medios son, si titubeas con alguno, no pasa”. El sujeto decía que un comando de ETA (Euskadi Ta Askatasuna-Patria Vasca y Libertad) podría estar en Veracruz y la integridad física del Mandatario español corría riesgo…
Y empezó el desfile: identifiqué, desde luego, al profesor Alfonso Valencia Ríos y a su fiel fotógrafo Andrés Cortés en primer lugar, y luego a otros compañeros, hasta que me tropecé con uno del que no sabía su nombre aunque siempre nos saludábamos y tuve que aceptar que no lo identificaba plenamente. Es obvio decirle que ese día me llovieron mentadas como pocas veces en mi vida.
Después del borlote del EMP con la seguridad, Calvo-Sotelo y Acosta Lagunes se dirigieron en autobús a un recorrido, si no mal recuerdo, por San Juan de Ulúa y lugares aledaños. La visita transcurría sin incidentes, el autobús circulaba por Zaragoza, atrás del Palacio Municipal, cuando don Agustín dijo al Presidente Calvo-Sotelo: “aquí enfrente, atravesando la Plaza de Armas, está La Parroquia, el café más antiguo del puerto. Es tradición que todos los visitantes distinguidos lleguen allí. ¿Me acepta que le invite un café?”
Como la respuesta del Presidente español fue afirmativa, don Agustín ordenó al chofer del autobús que detuviera la marcha y abriera la puerta, y sorprendiendo a todos, gobernador y presidente bajaron y empezaron a caminar por el acceso a la zona de los portales.
Mis compañeros fotógrafos Vidal Sánchez y Juan Arriaga, que en paz descansen, corrieron para adelantarse y tomar las fotos. Yo hice lo mismo preparando la grabadora. Cuando Acosta Lagunes y Calvo-Sotelo atravesaron de la Catedral de la Asunción hacia La Parroquia, entonces en su sede tradicional de Independencia, dos marimbas empezaron a tocar el chotís Madrid, de Agustín Lara.
Todos los asistentes al café más tradicional de México se levantaron y aplaudieron. Algunas voces a la distancia se dejaron escuchar “¡Viva España, Viva Veracruz!” y el mandatario ibérico, emocionado por la recepción, sólo acertó a decir “qué bonita recepción, señor Gobernador”.
Los “guaruras” del Estado Mayor Presidencial, desencajados por la inesperada carrera al ver que les habían desbaratado su operativo de seguridad, llegaron. El arrogante jefe de ellos, el mismo que me había dicho en el aeropuerto “no hay gafetes, no pasa nadie” sólo acertó a decir “qué ocurrencias de tu gobernador, nos partió el esquema de seguridad”.
Ya en el aeropuerto, una hora después, Calvo-Sotelo se despidió afectuosamente del licenciado Acosta Lagunes y sí, le dijo que la visita a La Parroquia le había causado una grata impresión, mientras los del Estado Mayor Presidencial aún no se reponían del “calambre” que les había acomodado el Gobernador de Veracruz…
Y aquí está la foto de esa ocasión.

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