sábado, 7 de mayo de 2011

Pambazooos!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Un domingo, Gonzalo me pidió que lo acompañara a vender tamales en el atrio de la parroquia del Calvario. No tenía más que hacer y le acompañé. Desde las siete de la mañana fuimos por los tamales y nos acomodamos. De las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde estuvimos para vender cien tamales.
A la semana siguiente, le pedí que me dejara venderlos. Apenas oí las palabras que más me gustaban de la liturgia (podemos ir en paz, la misa ha terminado), abrí la tamalera, voltee la tapa y puse unos diez tamales sobre ella y dejé que escapara el vaporcito.
De inmediato, la gente se acercó y comencé a vender. Antes de las diez de la mañana ya había terminado todos los tamales.
Por supuesto, ocho días después, llegué yo con cien tamales propios, los cuales vendía antes de las dos de la tarde.
Una ocasión, durante la manifestación de cardenistas, les hablo de principios de los 90, hicieron una manifestación en la Plaza Lerdo. Invertí en pan, frijoles charros, chorizo, queso, lechuga y salí con una caja de pambazos.
En cuanto llegué, al grito de “pambazooos, pambazooos”, se me acercó una persona y preguntó si eran gratis. Le dije que no y seguí avanzando. Entonces alguien me dijo: “dame uno”, se lo di y otro se acercó y preguntó: “¿Son gratis?” y antes de que yo respondiera, el primero afirmó y entonces aparecieron muchas manos entrando a mi caja de pambazos que desaparecían ante mis ojos. Enojado, arropé mi caja en el pecho, y como pude, salí de la Plaza Lerdo. Tenía ganas de llorar, estaba sumamente encabronado y sin ganas de intentar vender de nuevo.
Así que tomé una decisión: Me dirigí al asilo Sayago y ofrecí (gratis) mis pambazos a los viejitos. Sí. En esa ocasión no gané un centavo, pero me sentí más tranquilo.
En pocas palabras, lo que quiero decir, es que fui “vendedor informal”.
No fue porque estuviera sin trabajo mi inclusión a la venta ambulante, no. Tenía un trabajo pero a duras penas y el salario me alcanzaba para mantener a mi reciente familia. Así que, si había una oportunidad de trabajo, le entraba.
Todo este mundo de recuerdos tamaleros y pambaceros, viene a colación porque en reciente encuesta aplicada en la ciudad de México, resalta que el 52 por ciento de los mexicanos ha trabajado de manera informal al menos una vez en su vida.
No, estimados y perfumados políticos y funcionarios nuestros de cada día, el trabajo informal no quiere decir que usted deje su carísimo traje en el closet y vaya a sus oficinas en mezclilla y polo.
Me refiero al... bueno, quien sabe de trabajo entiende lo que hablo.
Usted ha de conocer de seguro a muchas personas que, de algún modo u otro, están en el ramo de la “informalidad”, ya sea vendiendo ropa, perfumes, maquillaje, comida, haciendo trabajos “extra” como puede ser la compostura de una computadora, algo de plomería o electricidad.
Pero, volviendo a la encuesta realizada por Randstad, especializada en la industria de los recursos humanos, establece que nuestras universidades no imparten carreras aplicables a la economía mexicana y hay carreras saturadas; entonces, los egresados, simplemente no encuentran empleo y tienen que ocuparse en cualquier otra cosa menos en lo que estudió... vaya, hasta pueden acabar escribiendo artículos de opinión... ¡qué desgracia!
No sé la Universidad Veracruzana qué planes tiene para este año... ¿nos seguiremos saturando de licenciados en Derecho? ¿en Doctores? ¿en Humanistas?
No, de ninguna manera... ni abogados, ni doctores ni humanistas... simplemente las calles y oficinas se atascarán de más miembros de la economía informal... o columnistas.
Nada más una cosa: Las manifestaciones no son buen lugar para vender pambazos.

e-mail: dor00@hotmail.com
twitter: Los_Politicos

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