lunes, 25 de julio de 2011

¿Caridad para enmudecer a los que no protestan?

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

No tengo nada en contra de la beneficencia, la filantropía, la caridad y anexas. Por el contrario, admiro y respeto a las personas dedicadas a tan nobles tareas. El Diccionario de la Real Academia Española define a la palabra “Beneficencia” como “Virtud de hacer bien” y “Conjunto de instituciones y servicios benéficos”; al vocablo “Filantropía” como “Amor al género humano”; y “Caridad” como una de las tres virtudes teologales en la religión cristiana, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos; también se define ésta última como limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados.
Ante esto, yo no sé por qué el periodista Rafael Barrett afirmaba: "¡Siempre la habilísima estratagema de convertir en cuestiones de beneficencia las cuestiones de derecho!" Y él mismo señalaba que las instituciones de beneficencia se multiplican y se perfeccionan, “las vemos crecer rápidamente. Cada vez remediamos en mayor escala la extrema miseria, la ignorancia y el vicio, el abandono de los niños, la vejez, la enfermedad, los accidentes del trabajo”.
Barrett escribió que “la beneficencia moderna es una función necesaria, en que ni el que recibe tiene nada que agradecer, ni el que da tiene nada que ufanarse. ¿Caridad, cuando vivimos de la semiesclavitud de los trabajadores? ¿Amor, cuando lo normal no se concibe sin la base del odio y del miedo, y todo nuestro progreso consiste en haber sustituido la ferocidad por la codicia, la agresión inmediata por la agresión calculadora, la sed de sangre por la sed de oro?”
Vaya, Rafael Barrett llegó a señalar: “Flexibilicemos la inteligencia, viendo a Nerón preocuparse por los menesterosos, y consagrar grandes cantidades en entierros gratuitos. ¿Qué importa que los hombres se aborrezcan, si al fin se ayudan; si al fin comprenden que es indispensable una disciplina de náufragos?”
¿Habrá algo de ironía y cinismo en todo esto de “ayudar al prójimo”? Yo no lo sé de cierto, pero supongo que si existe esa ayuda “desinteresada” es porque hay gente que la necesita, y cada día son más.
En La Jornada (19 de julio/2011), leo: “Nueve de cada 100 habitantes en México viven de las transferencias que recibe de instituciones del gobierno, privadas o de otros hogares; en tanto que sólo 4.7 por ciento de su población percibe más de seis salarios mínimos, indicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)”.
Y se añade: “El universo de personas que reciben transferencias para sobrevivir, principalmente gubernamentales, está integrado por casi 10 millones 239 mil individuos, una magnitud de beneficiarios que prácticamente duplica al grupo de perceptores con ingresos mayores a seis salarios mínimos, el cual está constituido por 5 millones 360 mil personas”.
O sea, las injusticias y desigualdades persisten y aumentan. Por algo Eduardo Galeano sostuvo que la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.
Más aún. Estoy con Georg Christoph Lichtenberg, cuando dijo que ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna. Incluso, pienso con Benjamin Franklin que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla.
¿O tendrá razón Leonardo Rosenberg, cuando afirma que la caridad sólo existe para enmudecer a los que no protestan?
Ahí se ven.

Hasta la próxima
jarl63@yahoo.com.mx

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